Toros

El indulto de 'Guineu' por Esaú Fernández, broche de oro a una gran miurada

Superlativo premio para tan bravo animal, que fue concedido de manera merecida en la Corrida Magallánica de Sanlúcar de Barrameda

Guineo, con el caballo. Paco martín

Pepe Reyes

Sanlúcar

25.000 kilos de sal minuciosamente decorada, habían convertido el ruedo sanluqueño en una bella alfombra policromada, prolija en motivos alusivos a la magna gesta marítima, intrépida y aventurera, que cinco siglos atrás emprendiera desde Sanlúcar Fernando de Magallanes y culminara, tres años después, Juan Sebastián Elcano.

Esmerado, singular escenario, donde tras solemne y precioso paseíllo pisó «Doblador», un cárdeno oscuro de Miura, que acudió con reiteración y brío al verde capote de Antonio Ferrera, quien lo movió con soltura en un vibrante recibo. El toro derribó con estrépito al caballo en su primer encuentro y fue por fin ahormado y bien picado en la segunda vara. Tras un exigente tercio rehiletero, el pupilo de Zahariche arribó al último capítulo de su lidia con embestida fuerte y agresiva, a media altura y escasa profundidad, con tendencia a revolverse, cuando no a mirar las tablas en amago de huida. Actitud cambiante y dificultosa, que Ferrera entendió a la perfección, quien estuvo por encima de su enemigo en faena valerosa por el pitón derecho, por donde domeñó la incierta condición del astado. Un pinchazo y una estocada un poco desprendida supusieron solvente preámbulo al primer trofeo de la tarde.

El segundo, «Guineo», herrado con el número 7, de 586 kilos, un negro mulato que humillaba de salida, fue saludado sin mayores apreturas por Esaú Fernández. El animal se enceló bajo el peto del equino en brava pelea en su primera entrada y galopó desde los medios en arranque de bravo en la segunda, que fue resuelta con un espectacular derribo. Emotivo tercio de varas el protagonizado por este encastado ejemplar, tan difícil de contemplar en la tauromaquia actual. El toro era un aluvión de entregadas acometidas, con fijeza, con nobleza, con encendida casta, al que el diestro sevillano pasó en redondo en los medios y se gustó cuando emprendió el toreo al natural, donde aprovechó el muy boyante pitón izquierdo de su gran oponente. Volvió a la mano derecha y el toro seguía incansable con embestida presta y humillada. Molinetes, martinetes, derechazos...hasta que se propagó por la plaza el inevitable run run del indulto. Superlativo premio para tan bravo animal, que fue concedido de manera merecida.

Muy en el tipo de la casa, agalgado, alto, vareado, el tercero también peleó con raza en el caballo en las dos fuertes varas que recibió. De ambigua condición, llegó al último tercio con una embestida a media altura pero siempre dispuesto a repetirlas y a seguir el engaño en cuanto David Galván lo presentaba. Diestro que basó su trasteo por el mejor pitón derecho del animal, por donde cuajó los momentos más acoplados, antes de que el miura se orientara por completo, según dictamina el aún vigente canon de la tradición en este particular encaste. Se puso muy complicado para cuadrarlo en la suerte suprema y, tras cazarlo con habilidosa media, el isleño logró pasaportarlo al segundo intento de descabello.

El cuarto de la suelta, un bonito castaño de fina lámina, mostró el capítulo avieso que a esta legendaria ganadería tan peculiar fama le ha otorgado. Frenado en su embestida, de bruscas reacciones, desarrollando sentido, este ejemplar constituía la típica prenda decimonónica, indómita e imposible de pasar según usanzas actuales. Un lidiador Ferrera estuvo dignísimo ante él, lo macheteó sobre las piernas y lo fulminó de pinchazo, estocada desprendida y varios golpes de verduguillo.

680 kilos de negro toro de Miura acometieron con poder y cierta templanza al capote de Esaú Fernández, para recibir a continuación dos varas donde desarrolló bravo comportamiento en el caballo. Pronto y encastado, el animal embestía con franqueza y repetición a la franela que el sevillano le presentaba en los medios. Diestro que lo pasó con decisión por ambos pitones en faena valerosa, hasta que el toro decidió cerrar el capítulo de sus acometidas y empezó a defenderse. Con pinchazo y estocada despenó a este animal que se apagó antes de lo que se presumía.

Cerraba plaza un cárdeno ejemplar que presentaba evidentes problemas en la locomoción de sus cuartos traseros. Fue pronto devuelto y salió en su lugar un colorado de impresionante arboladura, de pretérita estampa, al que veroniqueó con temple David Galván antes de que recibiera dos contundentes varas. Planteó el de San Fernando el trasteo con pases a media altura, con los que aprovechaba la inercia de la espesa embestida del miura, que se desplazaba con nobleza pero con la incertidumbre que supone el volverse pronto y su mirar agresivo. Dibujó varias tandas de muletazos pero, como ocurriera con alguno de sus hermanos, hubo de poner prematuro fin a su labor ante el súbito desarrollo de sentido de su enemigo. Con un pinchazo, una estocada y dos golpes de descabello puso colofón David Galván a una ineresante, emotiva, espectacular miurada.

Ficha

Se lidiaron seis ejemplares de Miura, el sexto como sobrero. Muy bien presentados, bravos y encastados. De juego variado y muy interesante. El segundo fue indultado.

Antonio Ferrera. Oreja y ovación.

Esaú Fernández. Dos orejas y rabo simbólicas y ovación.

David Galván. Ovación tras aviso y vuelta al ruedo.

Plaza de toros de Sanlúcar. Todos los participantes en el festejo lucieron rigurosa indumentaria según usanza de la albores del siglo XVI.

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