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Un grito de auxilio, transformado en versos: el viaje por las sombras de un joven chiclanero que ve la luz
Domingo Gómez Merchán (Chiclana, 2003) ha publicado su primera obra: Donde los gritos lloran
El joven autor, sobre su libro: «Son todos esos sentimientos que tienes dentro y te van transformando lentamente. No es un poemario bonito. Trato mucho el tema del suicidio, la muerte, el sentido de la vida...»
Cerrar la puerta de la habitación, coger un papel y un lápiz tiene algo de terapéutico. Y de valentía. El silencio es un abismo al que no todos quieren asomarse, pero Domingo Gómez Merchán (Chiclana, 2003) sabía que aprender a convivir con sus demonios, a pesar de los peajes que hay que pagar, merecería la pena. «Escribir me cambió la vida». A sus 22 años, ha transformado todas las emociones que le bombardearon en su adolescencia en un poemario titulado Donde los gritos lloran, que vio la luz a mediados de marzo.
«Donde los gritos lloran son todos esos sentimientos que tienes dentro, que te van comiendo y te van transformando lentamente. No es un poemario bonito. Trato mucho el tema del suicidio, la muerte, el sentido de la vida...« explica el joven autor chiclanero. Un color bordea la fotografía de la cubierta, el marrón. «Mi mente no es negra, es marrón, porque no es un vacío que te consume, que me consuma del todo. Sé que por muchas cosas, muchos pensamientos malos que tenga, nunca van a llegar a más», reconoce.
La portada llama la atención. Es una imagen borrosa pero se distingue lo que puede ser una mesita de noche. Hay una lámpara, botellines de cerveza y una botella de un licor de hierbas. Todas vacías. «En la foto están las botellas de cerveza, la botella de alcohol, de cuando yo estuve en Huelva, que fue una etapa muy oscura. Me sentí muy solo». En España, uno de cada cuatro jóvenes de entre 16 y 29 años se sienten solos actualmente, según un estudio sobre Juventud y Soledad no deseada.
Su paso por la capital onubense fue tan complicado como enriquecedor. Allí, empezó a valerse por sí mismo y a «tomarse más en serio la poesía». Escribir le ayudaba a pasar los malos tragos. «En Huelva fui mínimamente funcional y eso me hizo un poco ver la vida de otra forma, avanzar aunque fuese lentamente, tomarme un poco más en serio también la poesía, porque veía que era algo más terapéutico y que no era algo tanto de gritos y lloros», expresa.
Sin embargo, Domingo Gómez Merchán y la poesía no cruzaron sus caminos hasta muy tarde. «Yo no he leído poesía nunca, yo no sé de poesía, pero pienso que para escribirla no hace falta saber». ¿Entonces, por qué decidió escribir un poemario y no hacerlo en prosa? «Primero, porque soy incapaz de escribir una novela y, segundo, porque la poesía es mucho más agresiva, es una forma mucho más rápida y directa de escribir, puedes hacer lo que te dé la gana», responde el joven escritor, al que su paso por el instituto le supuso un antes y un después para él y su forma de ver la vida.
«El libro lo empiezo a escribir en primero de Bachillerato. Fue cuando conocí al profesor de Filosofía, Francisco Michi, al que le dedico el libro, y me introduce a la lectura. Empecé un poco con Platón, por lo básico, y pronto encontré a Camus y a Bukowski«, explica Domingo. Años más tarde, la relación alumno-profesor se transformó a una de amistad.
«Michi significa mucho para mí porque cuando tú eres adolescente y te cuesta hablar en casa, comunicarte bien, que como te pille un poquito regular empiezas a ser problemático y a apagarte, encuentras una persona que conecta contigo a un nivel en el que puedes hablar de cosas sucias, profundas, que son tabúes, y encima te ayuda a avanzar y a salir un poco de eso». Tanto es así, que la primera persona que tuvo en sus manos un ejemplar de Donde los gritos lloran fue su profesor de filosofía.
Domingo Gómez Merchán, estudiante del último curso del Grado en Marketing e Investigación de Mercados, encara sus primeros meses de ventas con la seguridad de que no quiere dedicarse a escribir. «No porque no me guste, sino porque no es posible. Esa fue mi herramienta para aceptar el fracaso en caso de que no venda 150 libros en los tres primeros meses». Si eso sucede, el libro se retirará del mercado. «Me han sorprendido estos dos meses de ventas, lo que pasa es que ya estoy viviendo lo que es el final de la euforia de los conocidos y los amigos», lamenta Domingo.
Aun así, no hay quien pueda arrebatarle el orgullo con el que mira su obra, que no será la última. El cierre de su libro, con «el único poema alegre», abre una ventana de esperanza al futuro. «Alegre hay uno, el último, que lo he hecho queriendo porque es como una entrada a la siguiente fase de mi vida o a la siguiente etapa. Quiero intentar escribir otro poemario que sea más alegre, más bonito, más vistoso», avanza el joven chiclanero. Para que los gritos no lloren, y rían.