Mi rincón favorito:

Begoña Díez Rainer, la ilusión de vivir para los demás

La delegada de Misiones y Directora de OMP de Asidonia-Jerez es la creadora de Missionazaret, un proyecto que permite ayudar a los más necesitados gracias a sus tiernos dibujos, oraciones y encargos

Bego, junto a la madre Nazaret

goretti domecq

Begoña Díez Rainer es una jerezana familiar y madre de tres hijos que desde muy joven sintió la necesidad de ayudar a los que menos recursos tenían. «Ya siendo muy muy pequeña me atrajo la idea de ir al lugar más pobre del mundo. Allí donde no había nada sería fácil ayudar. Ese sentimiento siguió y creció, hasta que llego el momento de descubrir y discernir. Entonces, Dios me tenía preparada una sorpresa y fue enamorarme de verdad y para siempre de lo que se siente al descubrir que podemos vivir sin nada, que solo Dios basta, eso fue para mi Haití. Ese primer verano en el que te diriges a un lugar desconocido, en el que no existían los móviles, en el que no había ninguna seguridad de nada… ese primer verano, cambió mi vida. Allí sentí a Dios. Simplemente lo sentí, con una fuerza que no fui capaz de describir. Y así también descubrí la entrega absoluta, sin esperar nada a cambio, la alegría de quien no tiene nada, pero lo tiene todo», explica.

Fue en ese viaje donde Bego conoció a Teresa Ybarra, la madre Nazaret de quien dice haber descubierto lo que era haber nacido para servir. «Nos conocimos y ya nunca nos separamos, es lo que pasa cuando Dios une a las personas, que son lazos de amor tan fuertes que ni la distancia, ni el tiempo pueden romper», asegura.

Junto a Nazaret comenzaría su primer proyecto que se llamaba «Haití 200» y que consistía en apadrinar a 200 niños. «Ella desde Haití, me mandaba las fotos, la vida de cada uno de ellos, a todos los había conocido en Gros Morne y Jean Rabel», cuenta con nostalgia. Según pasó el tiempo, empezaron el proyecto «Burrito» para que las familias tuvieran un medio de transporte para poder salir adelante en el mercado, siguieron las casitas para las familias sin hogar, luego el primer colegio, más becas, y llegó el huracán. «Eso fue devastador, de pronto todo se paró, ya no había proyectos, solo queríamos salvar familias… Nazaret sufrió y yo sufrí al verla sufrir y al ver como la vida de pronto terminaba para tantas personas, sepultadas… no lo olvidaré. Decía, ¡quiero estar allí! Quiero ir contigo y abrazarte porque sé que te duele el corazón, que os duele el corazón. Pero la vida seguía y yo ya tenía una familia y solo podía ayudar desde aquí», recuerda y añade que fue maravilloso porque todo el mundo se volcó. «Organizamos la cena solidaria más maravillosa que se ha organizado jamás, más de 850 personas en la bodega de los Apóstoles de González Byass. Todo el mundo ayudó, todo el mundo, fue un momento de tanta generosidad. A eso le siguieron exposiciones de pintura, campeonatos de golf, tiros de pichón, de todo… y todo eso fue posible porque Jerez y la provincia está llena de gente buena con ganas de ayudar… ¡qué suerte he tenido al estar siempre rodeada de personas buenas de verdad con enorme generosidad!», dice sonriendo.

Imagen principal - Begoña Díez Rainer, la ilusión de vivir para los demás

Ahora, aún en la distancia Begoña no quiere dejar de poner su granito de arena a esta bonita causa, y lo hace desde Missionazaret, que la define como la consecuencia de haber sentido a Dios en una religiosa misionera capaz de cambiar la vida de muchas personas, capaz de ayudar sin perder jamás la sonrisa ni el sentido del humor, capaz de luchar y no rendirse, capaz de vivir de verdad en primera persona lo que sienten los haitianos «solo importa el Dia de hoy, mañana Dios dirá» y es que cuando no sabes si el mañana llegará, el presente es lo único que importa. «Missionazaret es la consecuencia de haber querido y querer desde hace más de 20 años a la madre Nazaret, de ahí su nombre», aclara nuestra protagonista. Cuenta que un día, en plena pandemia, había acompañado a un amigo a llevar unas cajas de verduras para repartir entre las personas que lo necesitaban, al terminar se fui a su rincón favorito de la provincia, «La Cartuja». «Pensé si aquí estamos así, ¿cómo estarán allí? Entonces comprendí que pedir ayuda económica era imposible porque aquí había mucha gente pasándolo mal… así que en el silencio de la Iglesia lo comprendí, no puedo enviar nada, pero si hay algo que puedo hacer, rezar. Y empecé pidiéndole ayuda a Santa Teresita del Niño Jesús, la patrona de los misioneros, pero sobre todo es una Santa que me encanta porque dice algo que siempre me ha ayudado muchísimo: no importa la grandeza de las cosas, sino el amor que pones en ellas… cosas pequeñitas con gran amor. ¡Eso haría! Y recordé que estando en Haití, Nazaret me pedía que le pintara dibujos para que las señoras los bordaran en los manteles. Yo le decía, Naza, pero si no se pintar y ella me respondía, ¡¡me encantan, porque son ingenuos y sencillos y eso le gusta a Dios! Durante mucho tiempo le dibujaba de todo, a Jesús, a José o a María con unos burritos debajo de una palmera con cocoteros, ese era nuestro Nacimiento. Después, una madre con su niño a cuestas y una cesta de frutas, un barquito, el campo, la vida… a ella le encantaban, yo no entendía que le gustaran tanto, pero me encantaba pintar y seguía y seguía. La segunda vez que volví a España dejé de pintar… alguna vez que me lo pedía volvía a hacerle dibujos y me encantaba. Cuando me casé el regalo de bodas que más me gustó fue el que ella misma me trajo, un mantel bordado a mano por todas las mujeres haitianas del taller con todos mis dibujos. ¡Todos! Jesús, María, José, un burrito, un niño, una madre, un flambuayan, el río…todo… creo que es uno de mis tesoros», sigue explicando. «Ese día de pandemia en la Cartuja empecé a pintar a Santa Teresita y a rezar con ella, al día siguiente fueron San José, la Virgen, el ángel de la guarda, un santo, otro…hasta que empecé a pintar y a rezar con el santo del día (casi siempre) porque no es importante el orden, sino el corazón y pinto lo que él me inspira en oración. Así empecé hasta que no pude parar, me empecé a hacer amiga de los Santos, a quererlos y a querer saber más de ellos y hoy puedo decir que estoy feliz porque pintarlos y rezar con ellos me ha ayudado más de lo que nunca pude imaginar, algo que empezó para ayudar a los demás ha terminado ayudándome a tanto. Puedo haber pintado más de 1000 santos. Algún día me encantaría hacer una exposición, no porque mi pintura lo merezca, no, sino porque lo merecen ellos, porque es una aventura verlos a todos juntos y ver qué barbaridad de intercesores tenemos en el cielo. Cada dibujo va acompañado de una oración, no se trata de pintar y pintar, se trata de dibujarles y que ayuden a rezar», analiza. Todos los días comparte un dibujo y una oración en diferentes grupos de WhatsApp que han pedido recibir este pequeño detalle diario, ahora mismo unas 2500 personas y lo curioso es que hay personas de todas las edades que difunden sus mensajes.

Lo que empezó como un entretenimiento ahora se ha convertido en un modo de ayuda, y es que Bego recibe multitud de encargos de estas imágenes que tanta ternura consiguen transmitir. «Todos los cuadritos y pedidos que me hacen los pinto rezando por quien los va a recibir. Eso me encanta, porque lo dejo en manos de Dios. Sé que lo que hago es insignificante, pero aun siendo tan poquito me acerca cada vez más a Dios y me acerca a los demás, me ayuda a rezar, me ayuda a dedicarle todos los días un tiempo a Dios y a recordar una y otra vez que el amor todo lo puede: las cosas más imposibles no le parecen difíciles. Jesús no mira tanto la grandeza de las obras, ni siquiera su dificultad, sino el amor con que tales obras se hacen», concluye. Para ver más sobre este proyecto podéis hacerlo a través de @missionazaret.

Bego, una artista con vocación misionera y que más allá de haberse entregado a quienes más le han necesitado también le ha dado un toque de su magia a muchas personas en uno de los días más felices de su vida, en sus bodas. Desde su trabajo en González Byass donde ha decorado las mejores mesas de chucherías posible y ha ayudado a muchos novios a que los detalles marcarán la diferencia en su día especial. Derrocha alegría, creatividad y ganas de ayudar. Aunque sus veranos de niñez los pasara en el Puerte, ahora le gusta refugiarse en la Cartuja donde puede pasar horas pintando y hablando con Dios. Es un sitio único para ella y le sorprende que no haya colas para entrar.

Nazaret falleció hace un año, pero hace dos que le llevó a su rincón favorito del mundo y nuestra protagonista tiene especial debilidad por ese momento donde junto a su amiga y las monjitas de Belén pasaron una jornada maravillosa. «Dios nunca nos deja huérfanos, se va llevando al cielo a quien termino su misión, pero nos va poniendo en el camino nuevas fuentes de amor» dice con rotundidad. Bego, una persona entregada a la felicidad de los demás que a la que vale la pena escuchar.

.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación