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Petaqueros del narco intentan captar ya a gente por la calle en Cádiz: «Si la llenas te doy 50 euros»
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Jóvenes de entre 20 y 30 años ofrecen a otras personas dinero a cambio de que les carguen en surtidores las garrafas para no ser ellos detectados: «Iba caminando y me lo ofrecieron, no les conocía de nada»
Una furgoneta cargada «con un arsenal de gasolina» para los narcos vuelca en Chiclana tras circular por la ciudad
El pedido de las narcolanchas: Desde móviles a patatas fritas, galletas y arroz... pillada una furgoneta cargada de suministros

«Era lunes. Las 15.00 horas o las 15.10 aproximadamente y yo estaba en la Plaza Asdrúbal de Cádiz dónde tenía aparcado mi coche. Cuando estaba andando por la acera que da a la delegación de la Junta, un grupo de tres o cuatro chicos me empezaron a llamar. Ellos estaban en la acera de enfrente. No tenían mala pinta, les dije que iba deprisa, que iba al trabajo. Uno de ellos cruzó y ahí creí que me iba a pedir el típico euro para el autobús para ir a ver a un familiar o algo... le contesté que no tenía nada suelto. Pero fue entonces cuando me dijo algo que no esperaba: que me daban cincuenta euros si les llenaba unas garrafas con gasolina en una estación 'lowcost'. Le dije que no y que me tenía que ir. No insistió ni nada más».
Este relato es real. Lo cuenta a este periódico un chico, de unos 30 años, que vivió esta experiencia. Sin quererlo y de forma casual, circunstancial -pasaba por allí- fue el protagonista de un intento de captación de una colla de petaqueros. O lo que es lo mismo, un grupo de jóvenes dedicado a dar cobertura y suministro a los narcotraficantes quisieron que les sirviera para conseguir su objetivo: llenar garrafas de combustible sin ser ellos vistos, sin ser detectados. A cambio, le ofrecieron 50 euros. Si llenaba una petaca de unos 30 litros. Una cantidad que más o menos supone poco más de ese dinero (80 euros). Sin embargo, por esa garrafa ellos cobran a los narcos bastante más: unos 300.
Como detalla este mismo joven, sus 'captores' era gente 'normal'. Una pandilla de su edad y que, en principio, no le intimidaron ni le amenazaron. Simplemente, le sedujeron con darle ese dinero para que lo hiciera. Algo fácil. Ir a una estación de servicio cercana y rellenarles la petaca para luego dársela. Algo que en principio no es delito pero que en una mayor cantidad y depende de como se almacene o transporte esa carga inflamable puede suponer una multa si son interceptados. O también -y más ahora tras la repetida incidencia de esta práctica- ser identificados y detenidos.
Así que el modus operandi está claro. Recurrir a terceros para poco a poco, uno a uno, poder completar los 'pedidos' que luego llevan hasta el punto acordado para dársela a los tripulantes de las narcolanchas que los esperan en el agua y se acercan a la costa para recibir estos suministros.
Otra historia muy parecida se repetía hace unos días en Jerez. Por las cercanías de un polígono industrial, próximo también de una zona comercial, otro joven, de unos 28 años, iba caminando cuando se cruzó con otros dos que marchaban en una furgoneta. Al verlo, pararon, lo llamaron y le hicieron la misma oferta: «Si nos llenas dos garrafas te damos 70 euros», le decían. Esta persona también se negaba y seguía su camino. No sin quedarse muy extrañado. «Me imaginé que podía ser algo de eso pero me pareció demasiado fuerte para ser verdad. ¿Ahí mismo?, ¿con ese descaro?, ¿a cualquiera?».
Así que parece que el petaqueo ya no solo se mueve por las zonas de esteros, marismas o ríos de la provincia. Los grupos que se dedican a ello han saltado a ciudades próximas, como puede ser la capital gaditana o también otras localidades de la Bahía o la comarca de Jerez o el Estrecho, para surtirse en las diferentes y numerosas gasolineras 'low cost', sin personal de servicio, que hay por todo el territorio.
Conscientes de que las fuerzas policiales los tienen detectados y que se patrulla de manera habitual para dar con sus movimientos, podrían estar intentando así 'camuflarse' y 'delegar' en ciudadanos que no tienen nada que ver con estas prácticas pero a los que pueden engatusar con ese dinero 'fácil'.
300 euros por garrafa de 30
Las restas y sumas les salen a pesar de repartir el 'pastel'. Por cada garrafa (normalmente de 30 litros de gasolina), las mafias les dan a estas collas unos 300 euros, unos 10 euros por litro. Y si las llevan hasta más lejos de la orilla, pues más.
Han sido muchos los decomisos que se han hecho este último año. Casi semanalmente. Y la mayoría se miden en miles de litros. Sin ir más lejos, hace unas semanas agentes de la Guardia Civil frustraban durante la madrugada el pase de 170 de estas garrafas por diferentes puntos del litoral de Chipiona, Conil y Barbate. Pues bien, tomando esa aprehensión como referencia y haciendo cuentas fueron unos 5.100 litros de gasolina los decomisados. Una importante carga que les hubiera supuesto unas ganancias (repartidas entre estos tres grupos) de más de un millón y medio de euros una vez entregada.
Los hay más pequeños. También hace unos días la Policía Local de Puerto Real sorprendía otra descarga por el caño del Trocadero. Intervenían 14 garrafas de gasolina que contenían 350 litros de combustible, y que presuntamente iban a ser destinadas para abastecer a narcolanchas, además de las dos furgonetas que transportaban el material por las marismas. En el lugar se encontraban varias personas junto a las garrafas, que habían sido descargadas de los vehículos. Ante la presencia policial, los responsables huyeron rápidamente del lugar a bordo de una neumática por el litoral del caño sin que fueran alcanzados para su detención. Por esos 350 litros se hubieran llevado más de 10.000 euros.
«Es nuevo, antes las narcolanchas no tenían que estar tanto tiempo en el agua ya que se echaban desde embarcaderos, ahora los necesitan»
Seducidos por un dinero 'fácil'
«Es un dinero muy fácil y penalmente, aunque se está avanzando, no hay un delito en sí que lo castigue. Ellos lo saben», sostiene una fuente policial. Y advierte: «Es algo nuevo, no pasaba hace unos años porque las narcolanchas no estaban tanto tiempo en el agua sino que se echaban desde los embarcaderos o por las playas, pero ahora, ese delito está alimentando a este otro y lo que es más peligroso, a muchos jóvenes que ven en este petaqueo una forma rápida de ganar dinero».
«Está pasando como en los 80 o los 90 con el contrabando de tabaco. Cogías una motito o una lanchita, pasabas la Verja con unas cajas llenas de cartones y te daban tu dinero por ello. Eso fue el precedente de muchos traficantes de hachís y creo ese caldo de cultivo y esa aceptación social de normalizar lo que realmente es completamente ilegal y favorece a esta organizaciones criminales», afirma quien persigue a este tipo de delincuentes. «Es una pena, hay gente muy joven que va a desperdiciar su vida así... por ir a lo que creen que ahora es más fácil pero que les puede arruinar por completo si continúan. También están los que vienen de vuelta del hachís y ya les queda esto y, otros nuevos, que simplemente viven de lo que les ofrecen sin más».
Sin embargo tanto la Fiscalía como las fuerzas policiales y ahora también muchos jueces, viendo el cariz que está tomando esta situación, ya comienzan a darle una mayor entidad criminal a estas redes que viven del narco y les dan servicio. Por ello, recientemente, los magistrados de la Audiencia de Cádiz decidían en un plenillo celebrado unificar criterios y que esta práctica de dispensar garrafas a las mafias del tráfico de drogas se acoja al artículo artículo 568 del Código Penal sobre sustancias inflamables y que se castiga de cuatro a ocho años de prisión, si se trata de los promotores y organizadores de esta práctica, o de tres a cinco años para los que cooperen en su formación.