La historia de los mantecados de Viena de Alcalá que llegaron al Papa

Un grupo de niñas con discapacidad y sus madres le regalaron un dulce emblemático de la ciudad

Las niñas y sus madres pudieron compartir un rato de charla con el Papa en la Plaza de San Pedro ABC

Alberto Mallado

La foto deja una imagen curiosa para la historia de Alcalá y figurará ya para siempre en el imaginario colectivo como motivo de orgullo. Unos mantecados de Viena, una excelencia gastronómica local, de la Confitería San Joaquín, llega a las manos del Papa Francisco. Pero detrás hay una hermosa historia en la que son protagonistas unas niñas con discapacidad psíquica y sus madres.

¿Cómo han llegados estos dulces típicos de Alcalá a manos de su Santidad? Pues l os han llevado un grupo de madres con sus hijas desde Sevilla, en un hermoso testimonio de fe y de reivindicación del papel que unas personas muy especiales tienen en la sociedad.

A estas chicas de entre 19 y 24 años y a sus familias las une haber pasado por Centro de Educación Especial San Pelayo. Al acabar han mantenido el contacto, convertido ya en familiaridad, con la idea de organizar actividades de forma conjunta, de buscar fórmulas de ocio para las niñas y de apoyarse en una labor que tiene momentos duros. Blanca García es una de las madres, la de Patricia. Para ella, además estas actividades tienen el trasfondo de hacer visibles a las personas con discapacidad en la sociedad, «hace que su lucha de cada día sea visible». «Estas personas tienen mucho que decir en la sociedad, porque tienen muchas de las virtudes que le faltan y ellas por donde van, las van reflejando», explica. Blanca tuvo también un hermano discapacitado intelectual, Enrique, ya fallecido y que era muy querido en Alcalá. Sabe de lo que habla y aunque reconoce que hay momentos duros, pero «todo el sacrificio que hagas, ellos te lo devuelven» y está convencida de que «no son unos inútiles, tienen una misión que cumplir y ellos son felices».

Ya han hecho un viaje a Santiago de Compostela y allí plantearon ir a Roma a ver al Papa, para dar además testimonio cristiano de discapacidad en la calle. Comenzaron a moverse, tras la consulta a un sacerdote local, escribieron al Arzobispo de Sevilla, que al conocer su caso y su intención les pidió que fueran a verlos . Monseñor Juan José Asenjo se encontraba indispuesto y las atendió el obispo auxiliar Santiago Gómez, que se comprometió a ayudarlas a llegar hasta el Papa. Y más allá, una de las niñas es ciega, ella dijo que no podía verlo y que quería tocarlo. Y el obispo auxiliar le aseguró que así sería.

Siguieron días de preparativos. Uno de ellos era llevarle un regalo al Papa. Pensaron en unas yemas de San Leandro. A quienes iban a comprarlas se les olvidó. Así que partieron sin regalo. Pero aún era posible un plan B. Un día más tarde viajaba una prima de Blanca, así que a toda prisa le pidieron que llevara algún regalo y ella pensó en llevar una suculencia de Alcalá que tiene mucha fama, los mantecados de San Joaquín. Son una receta exclusiva de esta histórica confitería que fundó en 1946 el abuelo del actual gerente, Joaquín Bono. Un dulce que ya tiene una larga trayectoria viajera, ya que todos los años en estas fechas, (sólo se fabrica desde que empieza a hacer frío hasta que termina la Navidad) reciben encargo desde toda España y desde el extranjero. El año pasado vendieron más de 2.000 kilos.

Así que los mantecados llegaron finalmente a Roma. En concreto a la Plaza de San Pedro. Allí las seis niñas y sus madres de esta historia tenían un sitio privilegiado. Ellas no lo sabían, pero el Papa bajó de su vehículo y pasó media hora con ellas. Saludó a todas, hubo abrazos y besos . La chica ciega pudo tocar al Papa y llegó el momento en el que Paula, una de las niñas le entregó el regalo que llevaban reseñándole que eran de Alcalá de Guadaíra, Sevilla. En la conversación con el grupo de sevillanas, Su Santidad les pidió que rezaran por él y Blanca le dijo que le ofrecía a las niñas como intercesoras suyas, «no sabes lo que me acabas de decir», le contestó Francisco.

Tras conocer al Papa completaron el viaje por Roma llenas de felicidad, habían aparecido por las pantallas que retransmiten las audiencias y se habían convertido en celebridades a las que la gente saludaba por la calle . Ellas repartían abrazos ejerciendo su virtud de expresar todo lo que sienten, sin filtro y dejando a su paso un reguero de alegría.

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