Salud

La adicción al juego devora a la juventud de Cádiz: cada vez más jóvenes caen en sus redes

La accesibilidad y la agresividad de los nuevos juegos, especialmente las ruletas electrónicas y los casinos online, facilitan que la dependencia se desarrolle de forma más rápida y severa

Un estudio del Gobierno expuso que en 2023 el 17,7% de los estudiantes de secundaria había jugado a juegos de azar presencialmente, y un 10,7% de forma online en bingos, tragaperras o loterías. Además, se estimaba que el 4% de los estudiantes de 14 a 18 años podría presentar un posible juego problemático. Esta cifra es superior entre los chicos que en las chicas. Entre estos jóvenes en riesgo de adicción, un 6,4 % admitió haber llegado a gastar más de 300 euros en un solo día, y un 9,1 % declara haber destinado entre 61 y 300 euros a esta actividad.

El sonido de las fichas girando en la ruleta electrónica, las luces brillantes de las casas de apuestas y la promesa constante de ganancias rápidas se han convertido en el imán que atrae a cientos de jóvenes gaditanos a la ludopatía. Así lo advierte Carlos Atienza, director del Centro de Tratamiento de Adicciones (CTA) de Cádiz, una institución dependiente de la Diputación Provincial y que colabora con la Junta, que lleva más de 35 años atendiendo todo tipo de dependencias y que en los últimos tiempos ha visto cómo el perfil de los jugadores patológicos se rejuvenece alarmantemente.

El CTA de Cádiz es uno de los principales recursos públicos de la provincia para quienes necesitan ayuda con sus adicciones. El centro ofrece un tratamiento ambulatorio multidisciplinar que incluye atención médica, psicológica, social y legal, y constituye la puerta de entrada a otros recursos más intensivos, como comunidades terapéuticas o viviendas de apoyo. Aunque tradicionalmente su labor se centraba en adicciones a sustancias como el alcohol o las drogas, desde 2002 comenzaron a recibir cada vez más casos de adicciones comportamentales, especialmente al juego patológico.

El juego online y las casas de apuestas

El crecimiento del juego online y las apuestas deportivas ha transformado radicalmente el panorama. Según Atienza, la regulación del juego en 2011, que permitió la llegada de las apuestas deportivas en salones físicos y online, marcó un punto de inflexión: «A partir de esa fecha se ha ido incrementando el número de demandas de tratamiento y se ha modificado el perfil del jugador».

Si antes el jugador tipo era un hombre de más de 35 años, habituado a las máquinas tragaperras o al bingo, ahora los nuevos pacientes tienen entre 18 y 25 años. Muchos empiezan a apostar nada más cumplir la mayoría de edad, en un ritual que se ha convertido en una especie de «rito de paso» a la mayoría de edad. «Cuando cumplen los 18 años ya pueden entrar en los salones de juego y hacer su primera apuesta, y eso se ha normalizado entre los jóvenes», afirma.

La accesibilidad y la agresividad de los nuevos juegos, especialmente las ruletas electrónicas y los casinos online, facilitan que la adicción se desarrolle de forma más rápida y severa. «Estos juegos tienen un potencial adictivo mucho mayor, y unido al juego online, que permite apostar a cualquier hora y desde cualquier lugar, hace que el desarrollo de la adicción sea mucho más rápido y grave», advierte.

Cada año, el centro gaditano atiende entre 350 y 400 nuevas demandas de tratamiento, de las cuales alrededor de 30 corresponden exclusivamente a la ludopatía.

Un perfil cada vez más joven

El fenómeno no afecta por igual a hombres y mujeres y existen diferencias notorias por sexo. Atienza detalla que aproximadamente el 80% de los casos atendidos por adicción al juego corresponden a hombres. «Las mujeres suelen preferir juegos más pasivos, con un componente social, como el bingo o la lotería», explica. Por el contrario, los hombres jóvenes muestran una clara inclinación por las apuestas deportivas, la ruleta electrónica y otros juegos que implican acción inmediata y la ilusión de control.

Además, muchos de estos jóvenes empiezan a mostrar signos de adicción a edades tempranas, incluso antes de los 18, utilizando identidades prestadas o accediendo a plataformas online con cuentas de terceros. «Si alguien empieza a jugar con 18 años y lo hace con un patrón de riesgo, en tres años ya puede desarrollar problemas graves», indica Atienza.

Este perfil joven, ansioso por conseguir dinero fácil y rápido, encuentra en el juego una vía «aparentemente sencilla» para «lograr independencia económica, pagar caprichos o presumir ante sus amistades». Sin embargo, detrás de esa ilusión se esconde una espiral peligrosa. «El sueño de muchos jóvenes es ganar dinero para el fin de semana o para gastar en lo que quieran. Piensan que pueden dejar de estudiar y dedicarse al juego, pero esa fantasía se convierte pronto en una pesadilla», afirma el director del CTA.

Las recaídas son frecuentes. «Cuando alguien ha desarrollado un patrón adictivo, si vuelve a apostar, aunque sea una sola vez, es muy habitual que en poco tiempo vuelva al mismo punto en el que lo dejó», explica Atienza.

El mundo de las redes sociales

El papel de las redes sociales y la publicidad online en la expansión de la ludopatía juvenil es, para Atienza, un factor clave. «Las redes se han convertido en un canal de marketing brutal que ha sido explotado al máximo por las casas de apuestas», denuncia. La llamada «ley Garzón» trató de limitar la publicidad del juego en eventos deportivos y en horarios de máxima audiencia, pero las restricciones han resultado insuficientes frente al «poder del lobby del juego».

«El lobby del juego ha hecho mucho marketing, ha hecho mucha publicidad, ha utilizado a muchos personajes ilustres. Recuerdo publicidad hecha por Nadal, por Ronaldo, por Piqué, que son personajes importantes para la gente joven. Y en ese sentido son referentes y modelos para la gente joven y eso ha hecho mucho daño», sostiene.

Los jóvenes están constantemente expuestos a mensajes que idealizan las apuestas, desde vídeos en TikTok hasta capturas en Twitter donde se presume de haber ganado sumas astronómicas. «Muchas veces se muestran ganancias de 10.000 o 5.000 euros. Aunque algunas sean falsas, generan en los chavales la idea de que el dinero fácil es posible», subraya Atienza.

Además, proliferan «los llamados tipsters, apostadores que venden pronósticos y consejos para apuestas» en canales de Telegram, Instagram o YouTube. «El problema es que estos personajes se convierten en modelos a seguir para los jóvenes, que creen que pueden vivir de apostar», señala el director.

El acceso temprano a dispositivos móviles y la falta de control parental agravan la situación. Atienza advierte que ya hay adolescentes de 10 o 12 años que, sin supervisión, empiezan a consumir este tipo de contenidos, que puede generar en una futura adicción. «La vía de penetración en la gente joven es brutal y muy difícil de controlar», lamenta.

El juego y las drogas

Por otro lado, el juego patológico no suele ser, en la mayoría de los casos, una puerta de entrada a otras adicciones a sustancias, aunque a veces se presentan de forma conjunta. «Nos encontramos jóvenes con doble adicción: al juego y al alcohol o al hachís, porque necesitan dinero para consumir y terminan metidos en una espiral muy destructiva», explica Atienza. Sin embargo, insiste en que no es lo habitual que alguien que supere una adicción al juego acabe desarrollando posteriormente otra a sustancias.

«Es verdad que nosotros nos encontramos con muchos usuarios que presentan adicciones comportamentales como al juego, que vienen con otro tipo de adicciones combinadas, como puede ser la adicción al alcohol, sobre todo si se desarrolla en bares», sostiene.

La adicción desde un punto de vista psicológico

Johanna Rodríguez, graduada en Psicología con mención en Psicología Sanitaria por la Universidad de Cádiz y con un máster en Dirección de Recursos Humanos, destaca que «la adicción se desarrolla a través de un proceso complejo que involucra factores biológicos, psicológicos y sociales. En general, una persona comienza a involucrarse con una conducta o sustancia que le proporciona placer, alivio del estrés o escape emocional» y con el paso del tiempo «va perdiendo el control sobre esa conducta».

Desde el punto de vista neurobiológico, la repetición de una conducta placentera «activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina». Esta liberación refuerza la conducta, creando un ciclo de búsqueda repetida de esa gratificación. A nivel psicológico, «la persona puede usar la adicción como mecanismo de afrontamiento ante emociones difíciles o situaciones traumáticas».

La psicóloga señala que se pueden observar cambios en el comportamiento, como el aislamiento social, la irritabilidad cuando no se le permite jugar y las mentiras respecto al tiempo que dedica al juego. Asimismo, advierte sobre la alteración de hábitos, indicando que el menor podría dormir menos, comer de forma irregular y descuidar su higiene o las actividades cotidianas.

Por otro lado, otra de las señales que alertan de un inicio de adicción al juego es la presencia de problemas escolares, reflejados en un descenso en el rendimiento académico, ausentismo y pérdida de interés en los estudios. La experta agrega que puede haber negligencia de las relaciones personales, manifestada en la falta de interés por las amistades o en las actividades familiares. Otro signo es la tolerancia creciente, es decir, la necesidad de jugar cada vez más tiempo para sentir la misma satisfacción.

Son varios los factores psicológicos o emocionales que pueden estar detrás de una adicción al juego como la ansiedad y el estrés, ya que «el juego se convierte en una vía de escape ante emociones abrumadoras». Por otro lado, «los adolescentes con escasas habilidades sociales pueden refugiarse en comunidades online donde se sienten aceptados». Además, «cuando hay conflictos en casa o fracaso escolar, el juego puede ofrecer un entorno más predecible y controlable».

En cuanto al tratamiento destaca la terapia «cognitivo-conductual, que ayuda a identificar los patrones de pensamiento que sostienen la conducta adictiva y a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables», así como «involucrar al entorno familiar para generar un ambiente de apoyo».

No obstante, alerta de que «el riesgo de recaída existe», especialmente «si no se abordan las causas subyacentes (emocionales, familiares o sociales». Por ello, «el tratamiento debe ser sostenido en el tiempo y con seguimiento. Además, sí, puede ser una puerta de entrada a otras adicciones. El patrón de dependencia, si no se transforma, puede desplazarse a sustancias, apuestas o conductas compulsivas como el consumo de pornografía o redes sociales».

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