Exterior de la nave Boetticher, lo que un día fue la «Catedral industrial» y albergaba una fábrica de ascensores en Villaverde
Exterior de la nave Boetticher, lo que un día fue la «Catedral industrial» y albergaba una fábrica de ascensores en Villaverde - isabel permuy

Carmena tumba el proyecto de Botella para la nave Boetticher

La alcaldesa someterá a consulta ciudadana el uso del complejo, pero se inclina por convertirlo en un espacio cultural como Matadero Madrid

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Ana Botella dejó todo casi listo para que la antigua fábrica de ascensores de Boetticher y Navarro en Villaverde (142.040 personas), bautizada como nave Boetticher, se convirtiera en un campus tecnológico. Se le puso hasta un nombre, Madrid Innovation Campus. Y hasta se llegó a inaugurar el pasado mes de marzo con esta denominación. Se preveía que estuviera funcionando a finales de 2015 tal y como imaginaba el Partido Popular, como un hermano del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), enclavado en el distrito más castigado por el desempleo de Madrid. De este modo, contribuiría a reactivar la economía de las zonas del sur más desfavorecidas.

El nuevo ayuntamiento, dirigido por Ahora Madrid, cuestiona este proyecto que, como confirmaron fuentes oficiales del Área de Cultura y Deportes de Madrid, no verá la luz.

El equipo de Manuela Carmena prefiere un campus de innovación cultural, donde la tecnología no será la protagonista. Para definir su contenido final se someterá a consulta. Si el PP soñaba con el MIT, Ahora Madrid lo hace con una institución similar al Medialab Prado o el Matadero. Quizá un híbrido entre ambos.

Para quien no conozca lo que es la primera, se trata de un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora formas de experimentación y aprendizaje colaborativo surgidas de las redes digitales. La segunda, Matadero, un espacio abierto a la participación de todos para crear, reflexionar, aprender y disfrutar con todas las formas de expresión artística.

Futuro incierto

El próximo mes de octubre se abrirá la primera fase –no se sabe cuántas más tendrá– de un proceso de participación para definir las necesidades de los ciudadanos y configurar los usos de esta nave. En este procedimiento confluirán las Áreas de Gobierno de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, con Marta Higueras al frente; Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto, cuyo responsable es Pablo Soto; Cultura y Deportes y el distrito, ambas carteras, competencia de Celia Mayer.

«Pretendemos que sea una experiencia piloto, poner en marcha un modelo de gestión innovadora donde la parte institucional, el tejido social y el industrial más innovador confluyan para determinar su uso definitivo», explicaron desde Cultura. Y lo tienen claro: no se le dará una utilidad deportiva ni tecnológica, «no va a ser un Silicon Valley, el contenido tiene que ser realista», advirtieron.

«Quiere ser un proyecto compartido entre varias Áreas. El actual equipo se ha encontrado un centro cerrado y la prioridad es dotar de sentido a la nave Boetticher y revitalizar una de las zonas más castigadas de Madrid», manifestó Mayer. Ahora Madrid persigue que la instalación, ante todo, genere empleo.

Un contrato firmado

El anterior gobierno de Madrid firmó en marzo un acuerdo de intenciones de colaboración público-privada para encender el motor del proyecto. En este centro tecnológico pionero habrían aterrizado grandes empresas multinacionales como Telefónica, Microsoft, Intel, la Universidad Politécnica de Madrid, la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones, Cisco, Ferrovial Servicios e Indra.

Tal y como anunciaron entonces, su despegue no habría costado nada a las arcas municipales. Estas entidades se habrían encargado de asumir la inversión del contenido que se volcaría en su interior. Desde Ahora Madrid no detallaron qué plantean hacer con estas empresas a las que convenció el PP en medio de la crisis para apostar por la capital. Cisco e IBM estaban muy interesadas. Desconoce el ayuntamiento si podrían continuar en el futuro con este proyecto sin fecha de salida.

Lo que es seguro es que se trata de un contrato de intenciones que pueden invalidar sin ningún problema. Una vez más, a la «Catedral industrial» —también bautizada como «catedral de las nuevas tecnologías»— le tocará esperar para integrarse en la ciudad. En unos meses serán ya 23 los años que lleva cerrada sin tener ninguna utilidad.

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