Atardecer en la Plaza Mayor de Madrid
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El balcón de la Plaza Mayor que Felipe IV mandó construir para su amante «La Calderona»

El romance entre la hija adoptiva de Calderón de la Barca y el Rey obligó a la actriz abandonar los escenarios en pleno éxito y provocó la ira de la Reina Isabel de Borbón

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Las conquistas de Felipe IV se cuentan a decenas: aristócratas, criadas, artistas, prostitutas e incluso alguna novicia pasaron por su alcoba para complacer al Rey. Sus numerosas aventuras dieron como resultado una treintena de hijos bastardos. Pero, sin duda, su romance con María Inés Calderón (Madrid, 1611 - Guadalajara, 1646) fue el que más repercusión social tuvo: mandó construir un balcón en la Plaza Mayor esquina con la calle Boteros (hoy Felipe III), para que pudiera asistir a los espectáculos que allí se celebraban.

Felipe IV conoció a «La Marizápalos» –como así se llama también el balcón que ordenó levantar para ella– en 1627. Fue en su debut teatral en el corral de comedias de la Cruz, en Madrid.

Ella, que había sido abandonada de bebé, fue adoptada por Calderón de la Barca. Ella amaba el teatro, pero la relación con el Rey le obligó a abandonar los escenarios en pleno éxito y, a su vez, provocó la ira de la Reina Isabel de Borbón.

Por aquel entonces el monarca ya se había casado con la guapa Isabel de Borbón. Y, a su vez, «La Calderona» también tenía marido e incluso otro amante (Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres, viudo de la hija del Conde-Duque de Olivares). No obstante, el Rey quiso conocerla en persona y, con la excusa de felicitarla por su estreno teatral, entró en su camerino y ambos olvidaron sus compromisos matrimoniales.

La inclinación y el favoritismo de Felipe IV por «La Calderona» ya eran flagrantes: el Rey le había cedido a la actriz un asiento en el balcón real de la Plaza Mayor. La Reina, al igual que el resto de madrileños, conocía y soportaba en silencio los escarceos pasionales de su esposo. Hasta que un día explotó y ordenó que la expulsaran del palco real.

Sin embargo, el Rey lejos de calmar la ira de su esposa, decidió compensar a su amante predilecta y mandó construir otro balcón. Este, aunque en un lugar más discreto, sería exclusivamente para «La Calderona», al que los madrileños llamaron el de «La Marizápalos», por un vetusto baile que ella solía interpretar en sus actuaciones.

Juan José de Austria, «hijo de la tierra»

Fruto de su relación nació uno de los pocos hijos ilegítimos del Rey: Juan José de Austria, al que reconoció como suyo, pese a que fue bautizado como «hijo de la tierra» (así se inscribía en el libro de bautismos cuando se desconocía al progenitor) en la parroquia de San Justo y San Pastor. No fue hasta 1642, en plena adolescencia del muchacho, cuando Felipe IV le aceptó como suyo.

Ese mismo año, una vez que la pareja ya había terminado su relación, el Rey ordenó que «La Calderona» ingresara en el monasterio de San Juan Bautista, en Valfermoso de las Monjas, Guadalajara. Tras ser abadesa durante varios años, harta de la vida monacal, huyó del convento y acabó sus días en la sierra que lleva su nombre al norte de Valencia.

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