Registro del «chalé de los horrores» de Majadahonda con el casero, tapado con una chaqueta en la imagen, presente
Registro del «chalé de los horrores» de Majadahonda con el casero, tapado con una chaqueta en la imagen, presente - de san bernardo
Crimen de Majadahonda

El casero de la desaparecida viajó a Barcelona con su móvil para despistar

Las llaves del coche de la inquilina y la carta de despido estaban en el piso de su padre. Investigan si ha habido movimientos de cuentas de la tía del sospechoso, dueña del chalé

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El casero de Majadahonda (Madrid), sospechoso de haber acabado con la vida de su inquilina Adriana Gioiosa, de 55 años, volvió ayer al bautizado como chalé de los horrores, situado en la calle de la Sacedilla. Acompañado por su abogado, presenció la exhaustiva inspección ocular que realizaron los agentes de la Unidad de Criminalística de la Guardia Civil.

Estos escudriñaron todos los rincones del domicilio –especialmente el garaje y el salón– en busca de pruebas y vestigios de ADN que puedan incriminarle en una jornada maratoniana en la que él permaneció frío e impasible. El presunto casero homicida llegó a las 10.30 horas esposado y con la cabeza cubierta por una cazadora y ahí seguía al cierre de esta edición.

Se trata de la segunda inspección que agentes del Instituto Armado realizan en el inmueble en el que B., español de 32 años, acusado de descuartizar y arrojar a la basura a la víctima, pasaba algunas temporadas.

En el registro que efectuaron el pasado 8 de abril en el domicilio paterno de Móstoles, en donde residía, los agentes hallaron las llaves del coche de la mujer desaparecida, así como la carta de despido de Adriana dirigida a su empresa, Burger King, en la que comunicaba que se marchaba de viaje, según ha podido saber ABC de fuentes judiciales. Al parecer, la nota, escrita a máquina, llevaba la rúbrica de la empleada pero no era ella quien la estampó: fue el sospechoso. Se desconoce si se trata de una de las copias que este realizó para ensayar la firma de la víctima o si no le dio tiempo a mandarla a la compañía.

Estas dos pruebas, unidas a las gotas de sangre halladas en el chalé, a los restos de ADN en los mangos de varios cuchillos, en la picadora que guardaba en el sótano, así como a varias piezas dentales –que provocaron su arresto el 7 de abril tras la primera inspección ocular– contribuyeron a incriminarle aún más.

Una trama urdida que hizo aguas

El casero urdió un minucioso plan para justificar la repentina desaparición de Adriana. Además, en un intento de dejar pistas falsas sobre su paradero, el propio detenido cogió un AVE y viajó a Barcelona con el teléfono móvil de su inquilina. Con ello, debió pensar, nadie le relacionaría con el caso. Erró. El teléfono aún no ha aparecido. Criminalística ha solicitado la triangulación del mismo, así como la del móvil del casero. El viaje, según las fuentes consultadas por este periódico, lo realizó el pasado 5 de abril, justo una semana después de que el avión de la «encantadora y risueña» arrendataria, a decir de quienes la conocían, aterrizara en el aeropuerto de Barajas procedente de Buenos Aires, donde estuvo visitando a su familia.

Como ya adelantó ABC, se da la circunstancia de que el celular de la desaparecida dejó de sonar apenas un día después: a las 21.10 horas del 6 de abril, precisamente el mismo día en el que su hermano se desplazó desde su país para interponer una denuncia ante la falta de noticias: no respondía ninguna llamada.

En la trama ideada por B., se inventó que Adriana iba a marcharse de viaje al extranjero y que iba a estar incomunicada un tiempo. Después, en su ideación, la mujer regresó y decidió trasladarse a la Ciudad Condal. Durante ese tiempo, era el presunto homicida quien escribía mensajes de WhatsApp a los suyos, hasta que dejó de hacerlo, tal vez por considerarlo arriesgado.

El casero pagó la deuda de la tía

Los investigadores creen que el homicidio se produjo el 30 de marzo. Además de tratar de hallar cualquier vestigio de Adriana en el chalé, ya se ha comenzado a buscar en la zona del vertedero de Pinto, municipio en el que se vierten los desechos majariegos.

Las pesquisas se centran también en averiguar si ha habido algún movimiento en las cuentas de la tía del acusado en los últimos años. Como es sabido, a la mujer, dueña del chalé que cedió a su sobrino, se le perdió la pista de un día para otro. «Lidia dejó un pufo de más de mil euros de comunidad. Denunciamos la deuda, pero al no ser familia, no se la localizó», precisó el presidente de la comunidad de vecinos. B., saldó las cuentas, dijo que su tía estaba en una residencia y se dedicó a arrendar habitaciones.

Ella sería, junto a los titulares de otros tres contratos de alquiler hallados en el sótano de la casa, las personas de las que nada se sabe, si bien no hay ninguna denuncia más interpuesta. El arrestado padece una enfermedad psiquiátrica por la que estuvo ingresado en 2011 por abandonar el tratamiento.

Ayer, en la urbanización de protección oficial se desataron las especulaciones entre algunos residentes: «Invocaba a Satanás», «encargó la imagen de una Virgen ensangrentada», decían. «Se le veía poco y de madrugada», añadía otro. Fuentes de la Guardia Civil indicaron que no hallaron ni libros ni ningún material alusivo a esta temática.

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