El spot de la Lotería de Navidad: Violeta Covián fue el Antonio de un ciudadano hindú, Manuel en el anuncio, en el año 1995. Le guardó un décimo premiado
El spot de la Lotería de Navidad: Violeta Covián fue el Antonio de un ciudadano hindú, Manuel en el anuncio, en el año 1995. Le guardó un décimo premiado - lae
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La protagonista real del spot de Lotería: se llama Violeta y guardó un décimo con 500 millones de pesetas

Tiene 60 años, vive en Las Galletas (Tenerife) y es mileurista. Sonríe al ver su reflejo en el gesto de Antonio, el dueño del bar ficticio. En la vida, el agraciado (o «alter ego» de Manuel) no le compensó ni con un café. «Mi marido cayó enfermo. Si me hubiese quedado el boleto, hubiese pensado que era un castigo», dice

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Corría el año 1995 y Violeta Covián Vega trabajaba en una administración de Lotería de Las Galletas, en Tenerife. Un décimo premiado con El Gordo suponía entonces la friolera cifra de 500 millones de pesetas. Huelga decir que en aquel año esa cantidad era todavía una fortuna mayor que en los devaluados tiempos del euro y la crisis. Violeta tiene hoy 60 años, está viuda y cada vez que observa en televisión el anuncio de la Lotería de Navidad de este año ríe y mira a su madre, sentada junto a ella en el sofá. Se ve retratada en esa tierna historia ficticia que al espectador le deja los ojos vidriosos, la de Antonio y Manuel, Manuel y Antonio, el dueño de un bar que le guarda el boleto premiado al cliente para darle la mayor alegría de su vida.

¡Y bueno que si se la da!

Violeta le propició la misma suerte a un vecino hindú de la población de Los Cristianos que no le pagó «ni con un café, ni con algo de champán, mi niña», dice socarrona la hoy empleada de Herbonatura La Rasca. Al contemplar ahora al indio que tantas críticas le granjeó piensa que debe ser un pobre hombre, «que camina con mala pinta», y que de poco le valieron aquellos 500 millones. Tampoco la gente del entorno de Violeta entendió bien que le guardase un boleto agraciado con el Primer Premio del Sorteo Extraordinario de la Navidad. Desagradecido o no, el gesto de Violeta calmó su conciencia para siempre. «A los pocos años, mi marido cayó enfermo. Si me hubiese quedado aquel billete, hubiera pensado que me habían castigado por quedarme lo que no era mío», afirma en conversación con ABC.es esta simpática canaria. Y asiente: «Mi conciencia está tranquila. Al final, es lo único importante».

«Mi jefe casi me come ese día»

¿Qué hizo aquel sábado de 1995 Violeta? Una persona, como entraban cientos esos días, llegó en esa misma mañana del Sorteo a comprar un décimo. Al ir a pagar, el hombre pidió a Violeta que le guardase un número concreto porque no tenía dinero. Se acercaba un momento a un cajero y regresaba con la cuantía adecuada. Cuando volvió, las bolas del Gordo ya habían sonreído a esos cinco dígitos. No llevaba todavía las 2.000 pesetas que costaba el boleto, pero salió disparado de la administración, pidió prestado ese pequeño monto y lo depositó de inmediato a su segunda vuelta al puesto donde le aguardaba Violeta. El hindú era millonario, pero solo después de que aquella lotera cumpliese su trato, únicamente verbal, de que tenía un décimo de aquel número tan, tan, tan Gordo. «Mi jefe quiso matarme, casi me come». Violeta lo confiesa rememorando aquel día y atrayendo al siglo XXI las consecuencias negativas de su gesto a caballo entre lo netamente laboral y lo puramente bondadoso. Ocho años más estuvo trabajando en aquella administración que repartió una serie entera de boletos del Primer Premio. Hoy, Violeta es mileurista. Ve el anuncio de la Lotería de nuevo. Admite que le parece «gracioso» adivinar su propio reflejo en el spot publicitario de la agencia Leo Burnett. ¿Le ha recompensado su gesto la vida? «Estoy rodeada de buena gente y tengo buenos amigos. No puedo quejarme. Las cosas te pasan porque te tienen que pasar. Y volvería a hacerlo, a guardarle el décimo, por supuesto. Una y mil veces». Poco más que añadir. Solo unos ojos vidriosos.

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