«Pachi» Vázquez presenta su dimisión
«Pachi» Vázquez presenta su dimisión - muñiz
opinión

Una retirada a tiempo puede ser una victoria

Si el TSXG lo absuelve, el partido podría rehabilitarlo en las listas para las Cortes

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Manuel Vázquez no quería irse. Entendía que acumulaba una hoja de servicios al partido lo suficientemente meritoria como para ganarse el ser la excepción al código ético, ese que sí ha podido esquivar el alcalde de Caldas por un simple cálculo electoralista. Entonces empezaron a escucharse rumores de que antes de abandonar el grupo socialista se iría al mixto, una deserción que además tendría el apoyo de parte de la dirección provincial de Orense, que él sigue controlando. No lo ha hecho, ya sea por entender que era una situación descabellada o por debilidad política. Y ha acertado. Su derrota en las primarias orensanas ha menguado buena parte de su crédito, y él lo sabe. El partido, también.

Tras el batacazo en las autonómicas de 2012 —que todo el mundo pronosticaba pero que él no quiso ver— optó por mantener su escaño en el Parlamento incluso después de que José Ramón Gómez Besteiro se aupara a la secretaría general del PSdeG.

El grupo tenía su perfil, muchos eran colaboradores próximos y se encontraba cómodo. Además, evitó convertirse en el estentóreo y molesto jarrón chino que, por ejemplo, sí fue Abel Caballero con Emilio Pérez Touriño. Y desde ese segundo plano fue planificando su futuro. Pero no contaba con perder las primarias de Orense.

Tampoco contaba con que apareciera esta denuncia de su etapa como alcalde de Carballiño, el puesto que le catapultó al bipartito de Touriño como conselleiro de Medio Ambiente. El caso tiene todos los visos de venganza política, porque los enemigos de «Pachi» Vázquez no son pocos, cultivados a pulso con sus particulares modos y maneras, dentro y fuera de su partido. La denuncia suena extemporánea y extraña, pero le sitúa en el mismo nivel que el condenado José Luis Baltar, a quien tanto combatió durante años con nulo éxito electoral y judicial.

Vázquez se convierte ahora en el ciudadano «Pachi», que bien podría jubilarse de la política y dedicarse a la gestión de las empresas familiares. Pero alguien que disfruta tanto de este juego, que tan bien conoce los manejos de los partidos y sus dirigentes, que se sabe al dedillo las normas y las trampas para saltárselas, es difícil que diga adiós. Lo lleva en el ADN, lo vive, lo necesita.

Su problema es encontrar su sitio. Esta retirada momentánea puede convertirla en una victoria, si finalmente el TSXG le exime de responsabilidades. Este sacrificio, esta asunción del código ético puede ser la medalla necesaria para encajarse en la candidatura de Orense para el Congreso o el Senado. Y la dirección regional no se lo podría negar, no al menos sin levantar suspicacias internas. Sería ese premio postrero por dar cumplido ejemplo y no crearle un problema a Besteiro.

«Pachi» se pliega así a lo que más beneficia a su partido, que sabía que sangraba por la herida de su imputación. Si hubiera ganado las elecciones, hoy estaría yendo a declarar como presidente de la Xunta, y quién sabe si también lo habrían hecho abandonar el escaño.

Son los peajes de los partidos, los mismos que le beneficiaron cuando en la jornada de reflexión de aquel 28 de febrero de 2009 negociaba con José Blanco y Ricardo Varela suceder a un Touriño que se sabía defenestrado antes incluso de conocer los resultados de las elecciones. Entonces maniobró —apadrinado por Blanco— porque sabía que era su momento. Ahora es consciente de que no lo es y no ha querido medir públicamente sus fuerzas. Da un paso atrás y volverá a aguardar su oportunidad. «Pachi» Vázquez no es de los que se rinde, y sí de los que saben esperar.

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