Viaje a la frontera invisible: Bruselas aguanta el pulso con Londres por Irlanda

La Comisión se abre a flexibilizar el control de las mercancías en Ulster, pero rechaza negociar otro pacto

Antigua frontera entre las dos Irlandas ABC

Clara Alba

Ni controles, ni señales de ‘Welcome’. Nada en la carretera que une Dundalk (República de Irlanda, territorio europeo) con Newry (territorio británico) indica que se ha cruzado de un país a otro. Solo el cambio de kilómetros a millas y algunos carteles en contra del Brexit reflejan la frontera invisible por la que cada día pasan unos 35.0000 ciudadanos para ir a trabajar o a hacer compras . No tienen que sacar sus pasaportes ni rendir cuentas de lo que transportan, porque el divorcio británico de la Unión Europea incluyó un Protocolo para evitar una frontera física a lo largo de esos casi 500 kilómetros que dividen la isla.

Bajo el acuerdo, Irlanda del Norte sigue vinculada al mercado único y, por tanto, sujeta a las reglas comunitarias. A cambio, los controles se realizan en los puertos norirlandeses. Así se intenta evitar que los productos que viajan de Gran Bretaña a Irlanda del Norte acaben en territorio europeo (a través de la República de Irlanda) sin las revisiones fitosanitarias pertinentes. «Paso todos los días por aquí varias veces y no creo que las tensiones acaben por levantar una frontera física». Paul es el conductor de uno de los autobuses que atraviesan la frontera, por la carretera que une Dublín con Belfast. Lo mismo piensan los empleados de una farmacia del norte y de una pequeña frutería instalada en el Mercado Central de Newry. Sus principales proveedores son locales o irlandeses, por lo que no dependen tanto de lo que llega de Gran Bretaña para abastecerse. «Hubo más problemas al principio del Brexit, con las baldas de los supermercados vacías, pero ha ido mejorando. Tampoco es complicado conseguir carne, aunque pensamos que tendremos más problemas de cara a la Navidad, cuando sube la demanda de pavos». Niamh trabaja en una popular carnicería en el centro de este pueblo a unos 50 minutos de Belfast.

Desde el local Downey’s Butcher & Deli relatan cómo en estas regiones más al norte de la isla pueden haber tenido más problemas, que el pasado abril se vieron reflejados en un repunte de los altercados callejeros que despertaron los fantasmas de los años más duros de violencia.

Más pegados a la frontera, las cosas parecen distintas y se alejan mucho de la crisis de suministros que en las últimas semanas ha dejado imágenes de largas colas en las gasolineras de Londres, peleas o estantes vacíos en los supermercados. Eso sí, las consecuencias del Brexit se han dejado notar en una subida de precios que se ha acentuado con la escasez de mano de obra tras el Brexit. «Muchas fábricas allí andan cortas de personal y eso afecta a toda la cadena de producción», aseguran.

La Comisión Europea es consciente de que el Protocolo de Irlanda no es la panacea para facilitar el comercio en la zona. No les pilla de sorpresa. «Boris Johnson ha vendido que la salida iba a ser todo beneficios y ninguna desventaja, pero la UE siempre ha dejado muy claro que la retirada implicaba ser un tercer país a todos los efectos», indica Inmaculada Rodríguez-Piñero, eurodiputada por el PSOE. El mensaje es que Europa no hará nada que pueda poner en peligro la paz social en Irlanda. De ahí que su última oferta incluya una rebaja del 80% en los controles de mercancías y mayor flexibilidad para abordar los papeleos burocráticos. Pero Reino Unido quiere ir más allá y exige una modificación drástica del protocolo que ellos mismos firmaron y que entró en vigor en enero de 2021. Entre otras cosas, para dejar a Irlanda del Norte fuera del control del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE). Algo inasumible para Bruselas, donde ya empiezan a aparecer posiciones más duras frente a las exigencias británicas. «Si aceptamos una ruptura del protocolo no sé dónde quedaría el proyecto europeo. Se pueden flexibilizar los controles, pero eliminarlos es imposible. Los pactos están para cumplirlos», resume el popular José Manuel García-Margallo. «El entorno es muy delicado y lo importante es llegar a un acuerdo, porque sería sembrar un precedente muy peligroso: tenemos 45 acuerdos de asociación con terceros países», advierte.

En el mismo sentido se manifiesta el eurodiputado por Ciudadanos Jordi Cañas, que cree que la situación actual es la consecuencia de «construir un argumento político desde una mentira». A su juicio, la Unión Europea mantendrá a partir de ahora una posición flexible pero firme, donde la línea roja está será asegurar que Irlanda del Norte no se convierta en paso libre de las exportaciones a la UE. «El límite es que no vamos a negociar un nuevo Protocolo y si Reino Unido decide abandonarlo tendrá consecuencias, y no solo porque se alimente el conflicto en Irlanda del Norte», advierten desde la Comisión. La pelota ahora está en el despacho de Boris Johson, presionado políticamente por los unionistas para romper el pacto. Sin embargo, eso implicaría incumplir su palabra y abrir una crisis de credibilidad que, a largo plazo, puede pasar una factura todavía mayor a todo el territorio británico.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación