El primer ministro británico, David Cameron, en el centro de la imagen
El primer ministro británico, David Cameron, en el centro de la imagen - REUTERS

La Unión Europea ultima un pacto para reacomodar a Londres

Francia se opone a hacer concesiones que impliquen que el Reino Unido se inmiscuya en la gobernanza del euro

Corresponsal en Bruselas Actualizado: Guardar
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«A todo o nada», así ha definido el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, el tono de las negociaciones que empezaron ayer tarde para lograr un encaje del Reino Unido en el proyecto europeo. La perspectiva de una salida de Gran Bretaña del club comunitario representa seguramente el peor escenario que los líderes europeos han imaginado. Un escenario que ayer estaba sobre la mesa. Por encima de los mensajes más o menos tranquilizadores, el propio Tusk dijó claramente en sus declaraciones en polaco que no podrá haber una segunda oportunidad si no se llega a un acuerdo en esta cumbre, que él está dispuesto a prolongar hasta el lunes si hiciera falta, porque si el Reino Unido se fuera de la Unión «sería el principio del fin para la UE».

Por usar un término que se ha puesto de moda en España, en estas negociaciones no falta tampoco el «postureo». El primer ministro británico, David Cameron, dijo al llegar a Bruselas que venía dispuesto a «pelear» por un buen acuerdo que acerque aún más a sus exigencias la oferta que se había consensuado y advirtió que rechazará cualquier otro plan que «no recoja lo que necesitamos». Al tiempo que la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, dirigente rotunda donde las haya, entró asegurando que «cada cual tendrá su drama y después tendremos un acuerdo».

A pesar de que según fuentes europeas las negociaciones estaban siendo muy trabajosas, el acuerdo para reacomodar al Reino Unido en el club no es imposible. El problema es que aún con un resultado satisfactorio en estas espinosas negociaciones, nadie puede predecir cuál será la voluntad de los electores británicos cuando acusan a las urnas, probablemente el mes de junio. «En general, mucha gente suele votar sobre cualquier cosa menos sobre lo que se pregunta en un referéndum», afirmó el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz. «No deberíamos hacernos ilusiones sobre lo que se discute en esta cumbre y lo que pueda pasar hasta el día de la votación», previno.

Schulz es de los que piensan que la idea del referéndum no ha sido la mejor de las iniciativas políticas, porque la oferta que se le está ofreciendo a Cameron está rozando ciertos principios básicos sobre la libre circulación, la no discriminación y la homogeneidad del mercado único. Pero aunque todo lo que se acuerde deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo, este no participa en el regateo. El que sí que participó fue el primer ministro italiano, Matteo Renzi, quien cree que es «razonable» esperar que los socios pacten un texto que permita a Cameron «encarar y, ojalá, ganar» el referéndum.

La canciller alemana, Angela Merkel, que figura entre los más firmes partidarios de mantener al Reino Unido en la UE, dijo que está dispuesta a hacer «de buena gana todo lo posible para crear las condiciones que lo permitan». Pero también admitió que aún quedan muchos obstáculos que superar. Por ejemplo, convencer al presidente francés, François Hollande, que cree que las cosas no son tan sencillas.

«Quiero que el Reino Unido se quede en la Unión, pero quiero también, ante todo, que Europa pueda avanzar sin que nadie, ningún jefe de Estado, ni ningún jefe de Gobierno, pueda impedirlo», ha dicho en referencia a las exigencias británicas que incluyen al mismo tiempo la propuesta de que no les afecten las normas bancarias del mercado único porque no están en la moneda única y la posibilidad de influir en la gobernanza del euro. Es decir, que «ningún país pueda abstraerse de las reglas comunes o de las autoridades comunes» so pena de ver «otras excepciones» reclamadas por otros gobiernos. Esta es la razón por la que varios países, con Bélgica a la cabeza, han insistido en que en cualquier caso la oferta que se le hace a Londres «debe autodestruirse en caso de que los británicos la rechacen» y ha de dejarse claro que es una propuesta intransferible a otros países.

De ahí que el eslovaco Robert Fico crea que sería algo prematuro hablar de consenso: «Necesitamos aún algo de tiempo para interpretar ciertas formulaciones y aclara lo que las expresiones significan en la práctica», sobre todo por lo que respecta a las limitaciones de las ayudas sociales para comuitarios que se instalen en el Reino Unido y que Cameron se empeñó en seguir ampliando ayer en las discusiones con los demás socios.

Seguramente el dirigente que siente más directamente el vértigo de una salida británica de la UE, el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, estuvo toda la reunión tratando de explicar la situación a algunos países que «todavía tienen dificultades con los pros y los contras», para contribuir a que la situación favorezca que Reino Unido «siga siendo un miembro central de la UE». Pero él sabe perfectamente que lograrlo o no es algo que no está en sus manos.

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