Cameron, saluda a su homóloga de Noruega, Erna Solberg , a su llegada al 10 de Downing Street
Cameron, saluda a su homóloga de Noruega, Erna Solberg , a su llegada al 10 de Downing Street - EFE

Cameron vadea sin agobios las pullas de sus euroescépticos en el Parlamento

El debate sobre el acuerdo con Bruselas no abrió la guerra civil tory esperada

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Cameron defendió este miércoles su acuerdo con la UE durante dos horas de fogoso debate parlamentario. Se temía que la sesión mostrase una brecha seria en la familia tory, con el telón de una prensa conservadora cada vez más visceralmente antieuropea, que no se cansa de repetir que Bruselas ha pasado por agua todas las exigencias británicas. Pero estos ya no son los días de Maastricht, cuando la cuestión europea estuvo a punto de partir al partido. El primer ministro vadeó sin agobios las pullas de sus euroescépticos.

El crítico más pinturero fue el diputado conservador Rees-Mogg, que embutido en su clásico terno azul cruzado y con su porte señorial advirtió a su jefe de filas de que «tiene dos semanas para salvar su reputación como negociador».

El discrepante más sonoro por su relevancia fue Boris Johnson, que exigió a Cameron más salvaguardias para garantizar la soberanía frente a Bruselas del Parlamento de Westminster. El primer ministro le contestó el clásico estamos trabajando en ello.

En realidad Cameron y Boris están en campaña y todo tiene algo de pantomima. Boris, como siempre, se publicita a sí mismo, esta vez para intentar ser el próximo líder tory. De buena mañana saludó a las cámaras a la puerta de su casa, subido a su fotogénica bici y lanzando pellizcos de monja euroescépticos. Teatro, porque se da por hecho que en la recta final será una de las caras que batallen por el «sí».

En cuanto a Cameron, está en campaña para seguir en la UE, el último hito de su mandato. Dio el pistoletazo de salida el lunes, en mangas de camisa, como siempre que se juega algo, defendiendo el acuerdo en una fábrica de la alemana Siemens. Una baza importante, que ha desalentado a los rebeldes tories, es que Theresa May, la respetada y antieuropea ministra del Interior, ha dado su plácet al acuerdo. Los irreductibles hablan de que cinco secretarios de Estado podrían hacer campaña por el «Brexit», pero Cameron no está preocupado: «No digo que el acuerdo sea perfecto y no digo que la UE sea perfecta, pero ¿es ahora la posición británica mejor y más fuerte? Sí», les resumió a los suyos.

El ruido y la furia

En la oposición, no sin algo de razón, el viejo Jeremy Corbyn reprochó a su oponente que «tras tanto ruido de furia, ha acabado llegando a donde sabía que tenía que llegar, a seguir en Europa». Acusó a sus rivales de convertir el debate europeo en «la comedia de los tories» y a Cameron «de dar un espectáculo por todo el continente con la coreografía de las cámaras de televisión». Los Gobiernos de Escocia, Irlanda del Norte y Gales pidieron que no se convoque el referéndum en junio, para que no coincida con sus elecciones locales, pero Cameron lo desdeñó.

La prensa conservadora y los euroescépticos alegan que el acuerdo sigue dejando en manos de Europa la reducción de las ayudas a los inmigrantes, el tema más espinoso , y que en realidad no cambia nada, pues no se modifican los tratados. En Estrasburgo, Juncker vino a añadir gasolina a ese fuego al declarar que el euro sigue siendo la divisa de la UE (Cameron defendía lo contrario como uno de sus logros) y que el «freno de emergencia» a las subvenciones a inmigrantes será «limitado en el tiempo y solo en casos excepcionales». Pero el acuerdo parece enfilado. Cameron visitará el viernes Varsovia y los polacos, los más afectados por sus medidas de control de los extranjeros, parecen dispuestos a aceptar el borrador.

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