Trump inicia la caza para descubrir al chivato del «impeachment»

El denunciante ha aceptado testificar en el Capitolio a petición de los demócratas

El presidente de EE.UU., Donald Trump AFP
David Alandete

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Enfrentado al riesgo más grave para su presidencia y para su legado, Donald Trump ha dado el primer golpe cargando no solo contra los demócratas por abrir el proceso de «impeachment» , sino también contra la garganta profunda escondida dentro de su Gobierno que ha desatado esta crisis al denunciarle por abuso de poder. El presidente ha abierto la veda al acusar al denunciante de ser «un loco», «un demente», «un enfermo», «un demócrata», «un topo». Su Gobierno, además, ha filtrado un dato crucial para desenmascararlo: es un hombre, empleado de la CIA, que hasta hace poco trabajaba en el equipo de inteligencia de la propia Casa Blanca.

Como en el caso Watergate, que derribó a Richard Nixon después de su reelección, la ira del presidente se ha centrado en la persona que ha hecho públicas las sospechas de delito. En aquel caso, sin embargo, la garganta profunda original acudió solo a la prensa y se mantuvo en el anonimato hasta 2005, año en que se hizo pública su identidad: un directivo del FBI llamado Mark Felt. En el caso de Trump, la nueva garganta profunda siguió los cauces que marca la ley y presentó su queja a sus superiores en los servicios de inteligencia a sabiendas de que acabaría en el Capitolio. Trump sabe quien es , pero no puede revelarlo porque vulneraría la ley. El presidente debe conformarse con dejar pistas.

Muy criticada ha sido la decisión del diario «The New York Times» de revelar detalles de la biografía del denunciante, especialmente que trabaja para la CIA, citando fuentes anónimas del Gobierno. Preguntados ayer por esos detalles, los abogados de este funcionario dijeron en un correo electrónico que hacerlo fue poco ético ya que «cualquier revelación de información personal del denunciante es arriesgada y le deja expuesto a ataques».

Las redes sociales bullían ayer con elucubraciones de todo tipo , instigadas por la legión de seguidores de Trump enardecidos por la denuncia del presidente de que es víctima de la mayor caza de brujas de la historia. Los sitios más frecuentados por los teóricos de la conspiración, como «4chan» compartían biografías, fotos y direcciones de correo de sospechosos de ser la nueva garganta profunda. Entre ellos había espías, funcionarios demócratas y expertos en Ucrania.

Mucho han cambiado las cosas desde la era del Watergate y es poco probable que la identidad de este denunciante pueda mantenerse en secreto mucho tiempo más. Ayer, el presidente de la comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el demócrata Adam Schiff, anunció que le ha pedido que testifique, y que este ha aceptado. Cabe la opción de que esa vista sea a puerta cerrada, pero es imposible sellar el Capitolio para garantizar su anonimato. Por alguna puerta deberá entrar y algún pasillo deberá recorrer.

Por si acaso, la Casa Blanca intentó ganar ayer algo de iniciativa y uno de los principales y más fieles asesores del presidente, Stephen Miller, se hizo entrevistar en televisión para afirmar que «la verdadera garganta profunda de este caso es Donald Trump». Se refería este funcionario a que el verdadero delito son las presiones de Joe Biden a Ucrania en 2016 para forzar el despido de un fiscal que había investigado a su hijo.

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