Ramón Pérez-Maura - BREXIT

¡Echémoslos de una vez!

Lo que vemos ahora es que los que exigieron una nueva dilación si no se conseguía un acuerdo, ahora que lo hay, vuelven a querer otra dilación

Decenas de miles de personas salieron ayer a las calles de Londres para protestar contra la salida de la Unión Europea y reclamar otro referéndum EFE
Ramón Pérez-Maura

Esta funcionalidad es sólo para registrados

William Shakespeare no hubiera imaginado en sus momentos de mayor lucidez una farsa como la que vivió el Parlamento británico ayer. Después de que el pasado 9 de septiembre se aprobase el Benn Act que impedía la retirada del Reino Unido de la Unión Europea el 31 de octubre sin acuerdo, una vez que el primer ministro logró uno el jueves pasado, el Parlamento británico votó ayer que tampoco se retirará el 31 de octubre y hay que pedir una prórroga. Aquí empieza a ser dudoso quién respeta más al resto de los europeos. Si los euroescépticos que han negociado dos acuerdos con la Comisión Europea o los supuestos defensores de Europa que derriban en cuatro votaciones, y con dos primeros ministros diferentes, los acuerdos a los que ha llegado la Unión Europea con el Gobierno británico. Porque lo de ayer, en la práctica, tenía como objetivo impedir la aplicación del nuevo acuerdo que Jean-Claude Juncker definió el jueves como «un acuerdo excelente» y Jeremy Corbyn, líder laborista definió en el debate de ayer como «un atroz acuerdo».

Vernon Bogdanor, profesor emérito de Oxford y en la actualidad profesor de Historia Británica contemporánea en el King’s College de Londres lo explicó con claridad ayer por la tarde: «Estaban seguros de que el primer ministro no iba a conseguir un acuerdo. Como sí lo ha habido, hay que bloquearlo».

Las concesiones de Johnson

El acuerdo sobre la frontera de Irlanda del Norte y la República de Irlanda ocupó la mayor parte del debate ya que es el único cambio que hay respecto al acuerdo de Theresa May. La realidad es que Johnson ha hecho ahí concesiones muy superiores a las que hizo May y que ha aceptado una supuesta frontera marítima que él mismo dijo en su día que nunca toleraría. Este cambio de posición del primer ministro le hizo perder los diez votos que tiene en los Comunes el partido Democrático Unionista del Ulster, su aliado habitual. Diez votos que hubieran hecho toda la diferencia. Y eso que el ministro del Brexit, Stephen Barclay, recordó en su intervención que el premio Nobel de la Paz David Trimble, ex ministro principal del Ulster con el partido unionista, ha manifestado su apoyo al acuerdo logrado por Boris Johnson porque salvaguardaba la validez de los acuerdos de paz del Viernes Santo.

Johnson se vio derrotado por la enmienda presentada por sir Oliver Letwin, antiguo miembro de su partido y del Gabinete con David Cameron. Fue una derrota mucho más ajustada que las tres sufridas por Theresa May: 322 a favor de la enmienda por 306 en contra y 16 abstenciones. Es decir, fueron tantos los que respaldaron la enmienda Letwin contra Johnson como los que no lo hicieron. La reacción de Johnson dejó a muchos sin palabras: «No negociaré una dilación con la UE, ni la ley me obliga a hacerlo».

La primera parte de su afirmación era una bravata que muchos sospechaban que podía hacer. La segunda es una sentencia más sorprendente porque no se sabe en qué fundamento jurídico o qué treta piensa argüir para ignorar el Benn Act que le obliga a pedir esa prórroga.

En paralelo a la votación, una inmensa manifestación se concentraba a las puertas del Parlamento pidiendo un segundo referendo. La manifestación se llamaba «People’s vote», el voto del pueblo. Sorprendentemente, los manifestantes que defendían esa democracia popular acosaron a algunos miembros del Gobierno que se fueron a su casa andando, como el líder de la Cámara de los Comunes, Jacob Rees-Mogg, que tuvo que hacer la ruta hasta su domicilio, acompañado de su hijo Peter, de 11 años, rodeado de una docena de policías para protegerles del acoso de los manifestantes. La propuesta de celebrar otro referendo sobrevoló todo el debate de la Cámara ayer, con los laboristas pidiéndolo una y otra vez. Algo que contradice los fundamentos básicos de la democracia británica. El referendo de 2016 dio la votación más alta de la historia del Reino Unido en favor de una política. Ahora están pidiendo que se vuelva a votar otra vez sin haber aplicado el resultado de la primera votación. Como ha declarado a ABC sir Nicholas Soames , el nieto de Winston Churchill expulsado del Partido Conservador por su europeísmo: «Eso es demasiado continental». La afirmación de Soames no pretendía ser un elogio.

En una sesión que duró más de cinco horas hasta que se conoció el resultado de la votación, Boris Johnson recordó a sus oponentes que ellos habían dicho que no podría alterar ni una coma, ni cambiar la salvaguarda irlandesa del acuerdo logrado por Theresa May. La realidad es que Johnson logró ambas cosas porque Europa se rindió otorgando a sus aliados en el Parlamento británico una humillante derrota.

Dilación

Con ese resultado, lo que vemos ahora es que los que exigieron una nueva dilación si no se conseguía un acuerdo, ahora que lo hay, vuelven a querer otra dilación. Rees-Mogg explicó que mañana habrá «una votación significativa», lo que podría ser sobre el acuerdo alcanzado por Johnson con la UE. Pero el Speaker de la Cámara, John Bercow, no parece dispuesto a que se vote dado que Johnson sí podría tener una mayoría para aprobarlo. Lo que ratificaría la opinión manifestada por Rees-Mogg a ABC de que «no es que quieran una prórroga, es que no quieren un Brexit». Con esta enmienda Letwin lo que parece más probable es que la demora dure tantos meses como prórrogas esté la Unión Europea dispuesta a conceder al Reino Unido. Por parte de la mayoría de la Cámara en la votación de ayer, no hay límite temporal.

La cuestión ahora para los europeos en general y los europeístas en particular es si tiene sentido conceder otra prórroga. El Parlamento británico ha negado cuatro veces ratificar dentro del plazo pactado los acuerdos alcanzados. Esta última vez en abierta contradicción de la mayoría de la Cámara con lo que esa misma mayoría votó el 9 de septiembre. ¿Qué sentido puede tener otra prórroga? Por desgracia todo indica que si la Unión Europea no quiere seguir siendo humillada, sólo hay una solución: echémoslos de una vez.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación