El presidente ruso, Vladímir Putin, da un discurso durante el desfile por el día de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú
El presidente ruso, Vladímir Putin, da un discurso durante el desfile por el día de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú - EFE

Putin convierte el desfile de la Victoria en acto de precampaña y culto a su personalidad

Ha sido una teatralización más elaborada que en años anteriores y con una de las difusiones mediáticas más apabullantes que se recuerdan, pese a que en Moscú el mal tiempo impidió la exhibición aérea

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El desfile militar con motivo del 72 aniversario de la Victoria sobre la Alemania nazi en la Gran Guerra Patria, nombre que en Rusia se da a la II Guerra Mundial, tuvo lugar esta mañana en la Plaza Roja de Moscú, en muchas otras ciudades del país, en Crimea y en las regiones rebeldes del este de Ucrania. Pese a no tratarse de una fecha redonda, al evento se la ha dado un relieve especial.

Ha sido una teatralización más elaborada que en años anteriores y con una de las difusiones mediáticas más apabullantes que se recuerdan, pese a que en Moscú el mal tiempo impidió la exhibición aérea. El frío tampoco ha conseguido quitar colorido a la celebración.

Pero además del homenaje a los caídos en aquella terrible contienda y la tradicional muestra de músculo militar, con misiles nucleares incluidos y los nuevos sistemas de defensa antiaérea ya desplegados en el Ártico, hoy el protagonismo lo ha acaparado más que nunca el presidente Vladímir Putin, que muy probablemente aspirará a un nuevo mandato en las elecciones presidenciales del 18 de marzo del año que viene, justo cuando se cumplirá el cuarto aniversario de la anexión de Crimea.

Pronunció su arenga ante las tropas con mayor garra y emotividad de lo habitual. Dijo que millones de soviéticos que lucharon contra las tropas hitlerianas «ardieron a bordo de sus tanques, se congelaron en las trincheras, se ahogaron cruzando ríos, cubrieron a sus compañeros del fuego enemigo y se lanzaron al ataque comprendiendo que esa escaramuza podía ser la última. Murieron sin llegar a conocer la victoria, pero habiendo hecho todo lo que pudieron para conseguirla».

«Hoy inclinamos la cabeza en memoria de aquellos que no volvieron de la guerra», dijo antes de pedir a los presentes guardar un minuto de silencio. Después, Putin aseguró que «hoy las propias circunstancias de la vida nos obligan a elevar nuestro potencial defensivo. Pero para una lucha efectiva contra el terrorismo, el extremismo, el neonazismo y otras amenazas es necesaria la unidad de toda la comunidad internacional. Nosotros estamos abiertos a esa cooperación». Insistió también en que «no hay, ni hubo, ni habrá jamás fuerza capaz de someter a nuestro pueblo».

A diferencia de otros años, los miembros de las orquestas militares que acompañaron el desfile, tras su finalización, se acercaron cantando a la tribuna en una clara muestra de homenaje al jefe del Estado, que les saludó agradecido. Un gesto de culto a la personalidad inusual hasta la fecha. Todo era accesorio, los ancianos veteranos, los jóvenes cadetes, las tropas presentes, hasta el resto de las autoridades en la tribuna, Putin ha sido el centro de todo. El único dirigente extranjero en asistir ha sido el presidente de Moldavia, Ígor Dodón.

Todos los participantes en la parada, incluidos los vehículos y los tanques, lucían la cinta de San Jorge (rayas negras y naranjas), un símbolo castrense ruso ligado a gloriosas gestas, pero polémico ahora porque se ha convertido en emblema del levantamiento secesionista en el este de Ucrania y en Crimea.

El Ejército Rojo culminó la toma de Berlín el 2 de mayo de 1945 y, el 8 de mayo se produjo la capitulación. Pero, debido a la diferencia horaria, en la URSS siempre se celebró el Día de la Victoria el 9 de mayo. Más de 26 millones de soviéticos, según cifras oficiales, perecieron durante la II Guerra Mundial, aunque algunos historiadores creen que el número fue muy superior. Putin ha hecho prácticamente suya aquella victoria y la ha convertido en un signo de patriotismo. Ahora ha transformado también la efeméride en un acto de precampaña con claros elementos de culto a su personalidad.

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