La danesa Vestager se suma a Weber y Timmermans en la carrera por presidir la Comisión

Populares, socialistas y liberales abren la pugna por los cargos europeos

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A pesar de su indudable avance, especialmente en países de la importancia de Francia o Italia, las fuerzas nacionalistas y euroescépticas no van a poder bloquear la política europea, aunque para contrarrestar sus eventuales ataques se necesitará una coalición más amplia de las fuerzas proeuropeas. Los cuatro principales partidos -los conservadores del PPE, los socialdemócratas (S&D), los liberales (ALDE) y los verdes- asumen la responsabilidad de bloquear a los euroescépticos y populistas que, sumando todas las familias, llegan a los 171 diputados, lo que representa el 22,7% del hemiciclo, aunque sus divisiones internas no les permitirán estar siempre de acuerdo.

Sin embargo, aparte de esta posición clara ante los nacionalistas, los partidos europeístas tendrán más problemas para ponerse de acuerdo en la elección de los principales nombramientos, sobre todo los que les conciernen directamente , que son el del presidente del Parlamento y el de la Comisión, para el que se han de poner de acuerdo con los jefes de los gobiernos de los países miembros. Esa es la razón por la que Donald Tusk convocó para hoy un Consejo Europeo extraordinario en el que comenzarán las discusiones para clarificar esta situación inédita y muy delicada desde el punto de vista institucional.

Una vez que los resultados estaban claros, en plena madrugada del domingo al lunes, los partidos ya han dicho a lo que aspiran: el francés Joseph Daul , presidente del PPE, dijo que su partido exigía un solo cargo, que por otro lado es el más importante dentro del organigrama institucional europeo: la presidencia de la Comisión, que cree que debe ser ocupado por el alemán Manfred Weber, que ha hecho campaña por ello.

Sin embargo, por primera vez desde que este mecanismo oficioso se puso en marcha, el candidato de los socialdemócratas, el holandés Frans Timmermans, dijo que su intención es la de forjar una «coalición progresista» con los liberales y los verdes para reclamar el puesto de presidente de la Comisión. «Mi preocupación es que cuando Weber dice que él ofrece estabilidad significa que quiere dejar las cosas como están, mientras que yo creo que debemos tomar decisiones muy importantes», afirmó.

Pero la verdadera decisión no la tomarán ni unos ni otros. Según el tratado, el Consejo Europeo es soberano para decidir a quien quiere poner en ese puesto, aunque luego tenga que ser ratificado por el Parlamento. Los miembros del Consejo han hecho cuentas y entre ellos hay prácticamente una división que no define nada: entre los presidentes hay más o menos un tercio de populares, un tercio (algo menos) de socialistas y un tercio de liberales, lo que incluso ha lanzando las aspiraciones de la danesa Margrethe Vestager, que al menos puede decir que el suyo es el único de los tres grandes grupos que ha aumentado en número de escaños y -además- sería la primera mujer presidenta de la Comisión.

Antes de la cena de hoy los presidentes han empezado a tantearse entre ellos para saber cuáles son las aspiraciones de cada uno. Pedro Sánchez cenó anoche con Emmanuel Macron y tenía previsto reunirse esta tarde con Angela Merkel , con los que intentará ponerse de acuerdo sobre los objetivos respectivos.

Después de la catástrofe del SPD alemán, Sánchez es el miembro del Consejo más relevante dentro del grupo socialista. En otros casos, por ejemplo en Grecia, el populista Alexis Tsipras participa siempre en las reuniones políticas de los socialdemócratas , pero en su caso ya ha convocado elecciones anticipadas, por lo que no sería honesto que participase en una decisión sin tener en cuenta que las elecciones europeas las ganó en Grecia el candidato popular y que fue en Atenas donde Weber inició su campaña electoral.

Los verdes también figuran entre los ganadores de las elecciones en su conjunto y forman parte del sector proeuropeo. Siendo realistas, no pueden aspirar a aupar a su candidata, la alemana Ska Keller, a la presidencia de la Comisión Europea, pero saben que sus 69 escaños pueden ser cruciales. Su portavoz parlamentario, Philippe Lamberts, no descartaba ayer ninguna opción, «siempre y cuando se asuma nuestro programa», que es bastante más radical en ciertos aspectos que los de los demás partidos. Sin embargo, los observadores notan que los ecologistas tienen también puesto su punto de mira en la situación política alemana y allí tienen planes de entrar en el Gobierno, aunque todavía no saben si será con los democristianos o con los socialdemócratas y por ello son conscientes de que su decisión ahora puede tener consecuencias en la que vayan a tomar más adelante en Berlin.

Los miembros del Consejo podrían bien decidir que, puesto que no hay una mayoría clara en el Parlamento, ellos insisten en ejercer la potestad de designar otro candidato. Hay quien cree que esto sería una bofetada a la opinión pública que ha demostrado su interés por la política europea acudiendo a votar en una proporción significativamente más alta que nunca. Eso tendría un efecto seguro en Alemania, puesto que Weber es allí un candidato muy conocido, y también en Holanda, el país de origen de Timmermans, que ha logrado salvar a su partido de una depresión política y disminuir de paso a los populistas eurófobos precisamente por haberse presentado como candidato a la presidencia de la Comisión.

Sin embargo, el presidente del Gobierno holandés, el liberal Mark Rutte, es de los que suenan como «tapado» para el caso de que no funcionase el mecanismo de los candidatos de los partidos, junto al popular francés Michel Barnier, que ha ejercido de negociador para el Brexit y que si no hubiera sido por esta incompatibilidad habría disputado el puesto de candidato al alemán Weber.

De hecho, uno de los inconvenientes que presentan los tres principales aspirantes, Weber, Timmermans y Vestager, es que ninguno de ellos ha sido presidente del Gobierno, mientras que hasta ahora los miembros del Consejo habían designado a uno de ellos.

No está escrito en ningún lado que el presidente de la Comisión tenga que haber sido antes primer ministro , pero es la práctica que se ha seguido hasta ahora. En todo caso, la decisión que tomen hoy los máximos dirigentes de los países miembros determinará en gran parte el futuro de la institucionalidad democrática de la UE. Si deciden ignorar el proceso de candidaturas electorales invocando su potestad soberana recogida en los tratados, probablemente irritarán al Parlamento Europeo y a millones de electores.

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