La pelea interna en el Gobierno de Sri Lanka llevó a desoír la alerta yihadista

Colombo cree que los kamikazes fueron ayudados desde el exterior, quizá por Daesh

Varios activistas encienden velas en memoria de las víctimas de los atentados terroristas EFE / Vídeo: Nuevas imágenes del atentado en Sri Lanka que ha matado a casi 300 personas
Pablo M. Díez

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Sin que haya pasado aún la conmoción ni el dolor por la matanza de cristianos y turistas en Sri Lanka , surgen las preguntas sobre las explosiones coordinadas que tiñeron de sangre el Domingo de Resurrección en tres iglesias y hoteles de lujo . La cuestión no es saber quién cometió esta carnicería, cuya última cifra de víctimas va ya por 310 muertos y más de 500 heridos, sino algo todavía más importante: ¿se podía haber impedido?

Sorprendiendo a todo el mundo, el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, reconoció el domingo ante los periodistas que la Policía había alertado hace dos semanas del riesgo de ataques suicidas contra importantes iglesias. Pero ni él ni sus ministros fueron informados. Una asombrosa negligencia que prometió investigar para aclarar «por qué no se tomaron las precauciones oportunas».

Haciéndose eco de su denuncia, el ministro de Telecomunicaciones, Harin Fernando, ha colgado en Twitter una nota de los servicios de Inteligencia, fechada el 11 de abril, advirtiendo de posibles atentados terroristas. Transmitido por los servicios de Inteligencia indios, el aviso apuntaba a un grupo islamista radical, National Thowheeth Jama´ath (Organización Nacional de Monoteísmo), liderado por Mohamed Zahran.

Por su parte, el portavoz del Gobierno, Rajitha Senaratne, admitió que «el 4 de abril, catorce días antes que ocurrieran estos incidentes, fuimos informados». La advertencia se repitió el 9 de abril , cuando «el jefe de la Inteligencia nacional escribió una carta con los nombres de muchos de los miembros de la organización terrorista». Pero, sorprendentemente, «el primer ministro no fue informado de estas cartas y revelaciones».

Apoyo terrorista exterior

Esta falta de comunicación puede deberse a la enemistad entre el presidente del país, Maithripala Sirisena, y el primer ministro. En octubre, el presidente le destituyó y nombró como primer ministro a su antecesor y líder de la oposición, Mahinda Rajapaksa , pero el Tribunal Supremo le obligó después a dar marcha atrás. Desde entonces, su relación se ha deteriorado aún más y el primer ministro ni siquiera es invitado a los consejos de seguridad que dirige el presidente.

En Colombo hay quien habla de golpe de Estado, como sugirió el ministro de Telecomunicaciones. «Hay muchas maneras de ver esto, pero ahora mismo nuestra prioridad es encontrar qué llevó a estos ocho o diez o doce hombres a perpetrar el ataque . Tampoco descartamos un golpe», declaró a los medios locales. Por su parte, el portavoz del Gobierno apunta a una «red internacional» en la que podría haber yihadistas que han combatido en Oriente Próximo y se están desperdigando por todo el mundo tras la derrota de Daesh. «No creemos que estos ataques hayan sido llevados a cabo por un grupo de gente que estaba en este país. Había una red internacional sin la cual no podían haber tenido éxito», aventuró el portavoz, Senaratne.

Mientras sigue la investigación, la Policía ha detenido ya a 24 sospechosos, todos ellos ceilaneses. Hasta el momento, se sabe que los ataques contra tres iglesias católicas y hoteles fueron cometidos por siete terroristas suicidas en un plazo de media hora. Mientras unos se hicieron detonar en las abarrotadas misas de la Pascua de Resurrección a las 8:45 de la mañana (5:15, hora peninsular española), los otros se alojaron en los hoteles y se inmolaron en sus restaurantes durante el desayuno.

Además de aprovechar el simbolismo de la fecha para el cristianismo, el objetivo era causar el mayor número de muertos. Solo en la iglesia de San Sebastián en Negombo, una localidad al norte de Colombo conocida como la « Pequeña Roma » por su abundante comunidad católica, podría haber más de un centenar. Dejando decenas de víctimas, también fueron atacados el santuario de San Antonio en Kochchikabe y la iglesia de Zion en Batticaloa, al este de la isla.

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