Pacto de Brexit negociado: la mejor de las peores salidas

Tanto Bruselas como el Gobierno de May coinciden en su falta de entusiasmo por lo pactado, pero ven el plan «realista para evitar el caos»

El negociador de la UE, Michele Barnier, entrega el borrador del acuerdo al presidente del Consejo, Donald Tusk EFE

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Las últimas encuestas de opinión afirman que una aplastante mayoría de británicos apoyaría el acuerdo de salida que ha propuesto Theresa May antes que un Brexit sin acuerdo. Esta es la principal esperanza de la primera ministra para sacar adelante su propuesta, a pesar de que también sabe que esa fórmula no le gusta a casi nadie y de que también para la mayoría de los encuestados -tanto partidarios como contrarios al Brexit- no reflejaría el espíritu del referéndum que decidió la ruptura con la UE. Esta contradición es el principal argumento en el que se apoya la primera ministra, cuya supervivencia política está directamente vinculada a la de su propuesta de acuerdo con Bruselas y sus consecuencias para la sensible frontera irlandesa.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk , lo volvió a decir este jueves, cuando convocó la cumbre extraordinaria para el próximo domingo: la salida del Reino Unido no es del agrado de nadie y todo el objetivo de la negociación es minimizar los daños que va a causar . Pero también lo advirtió el negociador europeo, Michel Barnier, en su reunión con los embajadores de los Veintisiete: por doloroso que pueda parecer, la única opción que les queda a los que seguirán en la UE es mantenerse unidos y preservar sus intereses aún en este momento decisivo. La capacidad de mantenerse unidos es en estos momentos la clave para la supervivencia del proyecto comunitario. Si no hay acuerdo global, se optará por pactos sectoriales para evitar el colapso.

Volatilidad

Esta es la segunda vez que la Unión Europea intenta echar una mano al primer ministro británico en una situación que se puede considerar de vida o muerte. La primera vez fue a David Cameron , que en 2016 se había metido él solo en el laberinto del debate sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Los demás socios comunitarios hicieron un esfuerzo extraordinario para ordeñar concesiones en el límite del Tratado de Lisboa, para proporcionarle una buena oferta -que él aceptó con gusto- para tratar de reducir los argumentos de los que pedían el voto para sacar el país de la UE, incluyendo privilegios que habrían resultado en discriminaciones directas para los ciudadanos de los demás países.

La segunda vez ha sido ahora, con la decisión de aceptar una propuesta de salida muy confusa por parte de la primera ministra Theresa May, para evitar un divorcio sin acuerdo. En la primera ocasión, ya se sabe, aquella concesión forzada no sirvió de nada; Cameron perdió el referéndum y tuvo que dimitir de forma ominosa. Es muy posible que dos años después vuelva a suceder lo mismo y los esfuerzos de su sucesora acaben también en la papelera, a pesar de todo.

En Bruselas se considera que dada la extrema volatilidad de la situación política en Gran Bretaña se va cerrando el espacio para una salida negociada para el Brexit. La decisión de dar por bueno el acuerdo para un Brexit negociado ha sido tomada por parte europea sabiendo que no es un pacto bueno, que contiene agujeros que pueden ser fuentes de problemas en el futuro, pero también con la conciencia clara de que no había ninguna posibilidad de haber alcanzado de May una posición más conveniente para los intereses comunitarios.

Sin marcha atrás

El pasado mes de febrero el negociador europeo , Michel Barnier, viajó a Londres para intervenir en la Cámara de los Comunes y regreso a Bruselas con una sensación de pesadumbre porque había constatado que cualquiera que fuera el resultado de su trabajo, no había una mayoría suficiente para respaldarlo, ni tampoco para aceptar un segundo referéndum, ni siquiera para sostener una salida sin acuerdo. Es decir que salvo «que se produzca un acontecimiento político extraordinario», como dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, lo más probable es que el 29 de marzo se produzca una desconexión forzosa por agotamiento de los plazos legales, porque puede que nadie sea capaz de detener esta dinámica endiablada que ha envenenado la situación desde el principio.

La posibilidad de que alguien fuera capaz de revertir la galopada hacia la catástrofe es cada vez más pequeña. Incluso un europeísta convencido como el ex eurodiputado liberal británico Andew Duff , ha reconocido que ya no hay marcha atrás posible y que «la alianza entre los partidarios extremos del Brexit y los radicales de la permanencia puede hacer capotar el acuerdo alcanzado por May, pero no producir una alternativa aceptable para la UE» mientras que «empeñarse en un segundo referéndum no haría más que alargar la incertidumbre política y la inestabilidad económica , sin garantizar la certeza de que el resultado resolvería ni los problemas británicos ni los europeos».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación