Merkel y los refugiados, la decisión que cambió la política europea

Berlín, de forma unilateral, improvisó una excepción al Tratado de Dublín, que establece que los Estados responsables de registrar y gestionar la petición de asilo de los recién llegados son aquellos en los que han puesto primero los pie

EFE

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Tal día como hoy, hace solamente cuatro años , Angela Merkel decidió abrir la puerta de Alemania a un flujo de miles de refugiados que se amontonaban en condiciones inhumanas en Hungría y que habían emprendido una larga marcha a pie hasta Austria, con el objetivo de cruzar Europa para llegar a la frontera alemana. Berlín, de forma unilateral, improvisó una excepción al Tratado de Dublín, que establece que los Estados responsables de registrar y gestionar la petición de asilo de los recién llegados son aquellos en los que han puesto primero los pies. Sin contar con las lentas instituciones europeas. Las consecuencias de aquella decisión cambiaron la política europea hasta hacerla entrar en una nueva era, con problemas auténticamente globalizados, con partidos nacionalistas y de extrema derecha al alza y con nuevos estándares de seguridad. En coincidencia con el aniversario, Alemania trata de hacer balance, aprender de los errores y discernir cuál es el papel que hoy ocupa Alemania en el mundo.

«La historia juzgará aquella decisión como positiva», dice el presidente del Bundestag y entonces ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, « no había alternativas , fue necesario reaccionar a na crisis humanitaria, pero es cierto que se pudieron hacer mejor las cosas». «Merkel salvó ese día el alma de Europa», ha declarado el presidente francés Emmanuel Macron. Las llamadas telefónicas que la canciller Merkel realizó a jefes de gobierno extranjeros permanecen bajo secreto, pero se ha filtrado que Hungría amenazaba incluso con disparar a los refugiados que abandonasen la zona precintada.

Es evidente que Francia no se oponía y en la reciente reunión que había mantenido Merkel con Mariano Rajoy, esa misma semana, el equipo de la Cancillería obtuvo la impresión de apoyo a la posición favorable de repartir refugiados entre los países europeos. Pero ninguno de ellos podía prever que la crisis estallaría solo unos días después. Hasta que sean desclasificadas esas conversaciones, parece claro que Merkel calculó mal los apoyos y que quienes dieron señales de aprobación se negaron después a aceptar cuotas de refugiados en su territorio. Y lo que sí consta, cuatro años después, es que Merkel obtuvo el apoyo del Partido Socialdemócrata, pero no de la CSU bávara. Hoy sabemos que durante 24 horas y tras reiterados intentos de comunicación para consultarle, el presidente de Baviera no contestó al teléfono, para a continuación presentarse públicamente en oposición a la decisión tomada y convertirse en el peor enemigo de Merkel.

«La amenaza de Hungría de disparar contra los refugiados, las imágenes de esas miles de personas recorriendo Europa a pie me conmovió y reconozco que tuvo un peso en las decisiones tomadas», dice el entonces ministro alemán de Interior, Thomas de Maizière, « nos tomó por sorpresa que todas aquellas personas estuviesen tan decididas a llegas a Alemania. Luego supimos que tras esa determinación había un mensaje en las redes sociales que fue un error. Fue emitido por la Oficina de Ayuda al Refugiado, para facilitar las cosas a sus empleados, pero para miles de personas al otro lado del mundo significó una llamada de Alemania a los sirios».

Los más estrechos colaboradores de Merkel no ocultan que la canciller identificó aquel flujo humano con el que trataba de escapar de la RDA, la Alemania democrática, en los últimos meses del Muro de Berlín. « Otra vez 1989 », comentó ante las imágenes de miles de refugiados tratando de huir de Hungría, mientras era presionada por Budapest y por Viena para aceptar que aceptaba abrir la puerta. «No había nada tras nosotros. Lo habíamos perdido todo y nuestra única opción era llegar a Alemania. Nos paró un primer control fronterizo al llegar a la frontera austríaca. Había cinco o seis coches patrulla y era evidente que no podrían tomar el control de la situación. Nos pusimos de acuerdo para avanzar hacia la barrera, pacíficamente pero con determinación. Éramos miles y no podrían pararnos, Sabíamos que no podían disparar”, relata hoy Mahamed Zatoreih, refugiado sirio que encabezó la llamada “marcha de la esperanza».

«Por un momento, vivimos una ilusión. Creímos que podíamos tomar esa decisión con motivos humanitarios , acoger a los que llegaban como una excepción que podríamos defender y después seguir como si no hubiera pasado nada», reconoce hoy Sigmar Gabriel, líder por entonces del SPD y que estuvo de acuerdo con Merkel junto al resto de la directiva de su partido. Las más críticas, desde el principio, fueron las fuerzas de seguridad. «No teníamos pruebas de que quienes estaban pasando a territorio alemán perteneciesen a grupos terroristas, pero tampoco podíamos garantizar lo contrario», se queja el jefe de los servicios secretos alemanes Gerhard Schindler, «se presentó como una inexplicable excepción al orden y a las normas cuyas consecuencias seguimos sufriendo».

Cuando la masa de los refugiados llegó a Múnich, los alemanes los recibieron como a héroes. Una ola de solidaridad recorrió la población, muchos acudían con alimentos, ropas y regalos, otros incluso abrieron sus casas o se prestaron como profesores de alemán. Pero el estado de opinión dio un vuelco repentino tras esa Nochevieja, en la que solo en la ciudad de Colonia se produjeron más de mil agresiones sexuales a mujeres alemanas por parte de refugiados. Los grandes partidos alemanes que habían abierto la puerta entraron en una crisis de la que todavía no se han recuperado y emergió un partido antieuropeo y antiextranjeros, Alternativa para Alemania (AfD), que tiene ya representación en todos los parlamentos regionales y que forma la principal fuerza de oposición en el Bundestag alemán.

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