Obama y Shinzo Abe charlan en Hiroshima con un superviviente de la bomba atómica, Sunao Tsuboi
Obama y Shinzo Abe charlan en Hiroshima con un superviviente de la bomba atómica, Sunao Tsuboi - Reuters

El maletín nuclear de Obama también fue a Hiroshima

Desde Kennedy, los presidentes de Estados Unidos no se separan de un maletín que contiene los códigos para activar un ataque nuclear

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Barack Obama ofreció un emotivo discurso este viernes sobre los desastres de la guerra desde uno de los lugares que mejor los simbolizan: Hiroshima, donde la aviación de EE.UU. lanzó el 6 de agosto de 1945 una bomba atómica que destrozó la ciudad, mató cientos de miles de personas y envenenó de radiación a una generación. Tres días más tarde, aplicó el mismo castigo a Nagasaki.

Al mismo tiempo que Obama abogaba «por un mundo sin armas nucleares» en el mismo suelo que sufrió su capacidad destructiva, muy cerca de él estaba la llave del peor infierno nuclear imaginable, que solo en sus manos está activar.

Quizá no estuviera a la vista de todo el mundo en su visita a Hiroshima, pero Obama, como sus antecesores en el cargo, no se separa de un misterioso maletín de cuero, pesado y grueso.

Lo porta un asistente militar y contiene los códigos y las instrucciones para activar un ataque nuclear.

En EE.UU se le conoce como «la pelota de fútbol», porque el nombre secreto de uno de los primeros planes de guerra nuclear era «dropkick», una jugada de fútbol americano en la que se golpea la pelota con el pie justo después de que toque el suelo.

La «pelota de fútbol» y su porteador son un elemento común a todos los presidentes de EE.UU. desde que John Fitzgerald Kennedy la adoptara tras la crisis de los misiles con Cuba, en 1962. Entonces se creyó necesario que el presidente y comandante en jefe del Ejército de EE.UU. tuviera a su disposición las herramientas para tomar decisiones sobre ataques nucleares en cualquier momento.

Desde entonces, ha sido una sombra que ha seguido a los presidentes en todos sus viajes y desplazamientos, de forma obstinada, a veces creando imágenes de alto voltaje: como cuando el maletín estuvo cerca de Ronald Reagan en su visita a la Plaza Roja de Moscú en 1988 (Mijail Gorbachov, como los otros presidentes rusos, también tenían cerca el suyo, apodado «chemodanchik»).

El contenido del maletín y su operativa es información clasificada. Se sabe que es una versión modificada del maletín Zero-Halliburton, una caja de aluminio revestida de cuero, con un peso de unos veinte kilos. Dentro no hay ningún botón rojo que apretar para poner en marcha un ataque nuclear. En su lugar, cientos de documentos sobre protocolos de activación, localización del arsenal nuclear y códigos para dar luz verde a un ataque. Una antena exterior indica que contiene además instrumentos de comunicación.

La «pelota de fútbol» debe estar siempre junto al presidente cada vez que se mete en un ascensor o vuela en un helicóptero. Le sigue en un coche cercano en la comitiva oficial. Y hay dos maletines más: uno de sustitución en la Casa Blanca y otro en poder del vicepresidente. Cualquier orden sobre ataque nuclear dada por el presidente, debe además ser confirmada por el secretario de Defensa.

Junto al maletín, el presidente va a todas partes con una tarjeta de plástico con códigos requeridos para activar los ataques. Se le conoce como la «galleta» , y en ocasiones ha sufrido percances. Bill Clinton la extravió en 2000 durante varios meses, según recogió en su biografía el presidente del Estado Mayor, el general Hugh Shelton. La de Ronald Reagan casi se pierde el 30 de marzo de 1981, en su intento de asesinato frustrado. Trasladado de urgencia al hospital y alejado de sus asistentes militares, el personal médico le quitó la ropa y sus pertenencias antes de ser operado de urgencia. La «galleta» apareció tirada en una bolsa de plástico.

Obama, el primer presidente de EE.UU. que visita Hiroshima, tiene sobre sus hombros la decisión de un ataque nuclear, igual que su antecesor Harry Truman en el verano de 1945. La diferencia es el poderío del arsenal nuclear que pueden activar. A pesar de sus discursos contra la no proliferación y a favor del desmantelamiento nuclear, Obama tiene en sus manos, en cualquier momento, el lanzamiento de 975 cabezas nucleares, según la estimación de Hans Kristensen, de la Federación de Científicos Estadounidenses, que recoge «Defense One«. Se reparten en 435 misiles intercontinentales y 120 misiles montados en submarinos. Cada uno de ellos son entre 6 y 30 veces más potentes que la bomba que estalló en Hiroshima.

El bombardero B-29, conocido como «Enola Gay», tardó 5 horas y 30 minutos en volar desde la isla de Tinian, en las Islas Marianas, hasta lanzar la bomba sobre suelo nipón. Hoy, los misiles podrían tardar menos de media hora en llegar a su objetivo desde que Obama activara una orden. La capacidad destructiva del arsenal estadounidense preparado en cualquier momento equivaldría a 22.000 «hiroshimas». Un infierno nuclear que tendría su punto de partida en una simple bolsa de cuero.

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