HistoriaLas instalaciones secretas de EE.UU. que estuvieron a punto de destruir medio mundo en la Guerra Fría

Un oficial de las Fuerzas Aéreas estadounidenses acaba de desvelar que, en la década de los 60, unas bases norteamericanas recibieron la orden errónea de disparar 32 bombas nucleares contra 4 países

Madrid Actualizado: Guardar
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Corría agosto de 1945 cuando el mundo se estremeció ante la caída de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Dos explosivos que cambiaron la forma de entender el armamento hasta entonces y que, a su vez, pusieron punto y final a la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora, este es el único recuerdo que se tiene -a gran escala, eso sí- del uso de un explosivo atómico para volar hasta los cimientos de una ciudad. Sin embargo, un nueva teoría acaba de determinar que, en 1962, Estados Unidos estuvo a punto de lanzar sobre cuatro países diferentes la friolera de 32 misiles de este tipo atendiendo a una orden errónea y una serie de fallos que casi llevan a todos al desastre.

Un suceso que podría haber acabado con medio mundo pero que, por suerte, fue anulado a tiempo.

Este secreto norteamericano, que ha permanecido oculto durante nada menos que 50 años, ha sido desvelado esta misma semana por Aaron Tovish, redactor de la versión digital de « Bulletin of the Atomic Scientist». Este, según explica en el artículo « The Okinawa missiles of October», tuvo constancia de esta historia tras entrevistarse con John Bordne, un exmilitar perteneciente a las Fuerzas Aéreas estadounidenses que formaba parte de uno de los equipos que, aquella infame jornada, recibió la orden de lanzamiento. El soldado ha roto su silencio después de 50 años y que haya muerto una buena parte de aquellos que, desobedeciendo a sus superiores, lograron ganar un tiempo determinante para que los mandos se decidiesen a anular la orden.

Por otro lado, esta historia también ha sido hecha pública por Masakatsu Ota, un escritor de la agencia de información Kyodo News (destacada por ser la líder en Japón) que también entrevistó a Bordne hace menos de un año. En su reportaje de investigación, el nipón llega a señalar que la realidad de este suceso (el mismo que casi provocó la Tercera Guerra Mundial) le ha sido corroborado por una segunda fuente que, por razones obvias, ha preferido mantenerse en el anonimato. Desde entonces, el autor se ha negado a desvelar quién le informó de ello.

En plena crisis cubana

Siempre en base a la entrevista realizada por Tovish, esta triste historia con final feliz comenzó en octubre de 1962, cuando el mundo se debatía entre el miedo y el pavor en plena crisis de los misiles de Cuba. Por entonces, Bordne formaba parte de un grupo de militares destinados a dirigir las cuatro bases secretas de la isla de Okinawa (bajo dominio estadounidense desde 1945).

Todos ellos contaban con varios misiles Mace B motados con ojivas nucleares Mark 28. Cada una 70 veces más potente que las bombas de Iroshima y Nagasaki y todas preparadas para ser lanzadas sobre las instalaciones militares soviéticas de Vladivostok si la situación se recrudecía.

A su vez, estos búnkers contaba con un centro de control común destinado a repartir las órdenes. Por entonces, estas instalaciones se hallaban en DEFCON 2, un estado de alerta que implica que, en cualquier momento, se puede pasar a DEFCON 1 -el cual implicaba que el disparo era inminente-. Es decir, que cualquier instante era bueno para que un misil pudiera ser lanzado sobre el enemigo.

Los sucesos

Estos sucesos se produjeron el 28 de octubre de ese mismo año. Aquel día, siempre según Bordne, su turno y el del resto de militares comenzó como de costumbre en el centro de control de estas estaciones secretas. Sin embargo, todo cambió cuando los cuatro centros de misiles recibieron un código determinado que les obligaba lanzar la friolera de 32 misiles con ojivas nucleares sobre Vladivostok (Rusia), Pekin (China), Hanói (Vietnam) y Pyonyang (Corea del Norte). Las cifras recibidas fueron verificadas por el capitán William Bassett, al mando de la operación. Eran verdaderas. Estados Unidos iniciaba lo que parecía que sería la Tercera Guerra Mundial. Después de que fuera corroborado el código, la tensión se comenzó a palpar en la sala de operaciones.

Bassett, como oficial de más alto rango, tomó el control de la situación y exigió calma. Aquello era algo demasiado grave. Decidió tomarse unos minutos para llevar a cabo la orden. Y es que, le parecía muy extraño que se le diese la orden de atacar a estos cuatro objetivos (muchos de los cuales no eran rusos y no estaban amenazando Estados Unidos) y no se les hubiese primero puesto en alerta DEFCON 1. Lleno de dudas, el oficial ordenó comprobar una vez más los códigos. Eran correctos. Aún así, prefirió esperar y contactó con el resto de mandos para que nadie dispusiese el lanzamiento. Como pretexto usó que el mensaje no había sido recibido de la manera adecuada.

Minutos después, Basset contactó con el Centro de Operaciones de Misiles y solicitó que le volvieran a enviar el código. No podía preguntar nada de las órdenes por teléfono debido al protocolo, pero de esta forma se aseguraría, al menos, de que no había ningún error en la cifra adjuntada. Nuevamente, se enviaron los mismos números y el mismo mensaje. Había que lanzar los 32 misiles.

Sin embargo, el capitán sospechó que algo no estaba saliendo bien, pues su interlocutor no se mostraba nervioso al otro lado del teléfono a pesar de que se había ordenado atacar a varios países diferentes. Nuevamente, el militar ordenó que nadie se moviese, algo que no gustó a un teniente que dirigía uno de los búnkers. Este informó de que iba a lanzarlos, por lo que Basset se vio obligado a enviar una escolta con órdenes de detener sus intenciones.

Por suerte, en el momento de mayor tensión, algo debió pasar en el centro de mando de misiles estadounidenses del que dependían estas instalaciones secretas (quizá se percataron de que erra un error) y se envió una orden anulando los disparos. Tras el error, Basset fue tajante: «Ninguno de vosotros dirá nunca nada de lo que ha pasado esta noche aquí. Y me refiero a cualquier cosa. Nada de discusiones en los cuarteles, en un bar o en casa. Ni siquiera escribir sobre ello. ¿Estoy siendo lo bastante claro?».

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