Mauricio Macri en la celebración de su victoria electoral
Mauricio Macri en la celebración de su victoria electoral - EFE

Macri, doce días de secuestro cambiaron su destino

Cuando salió del sótano en el que estuvo confinado, se lanzó a hacer todo lo posible para llegar a presidente de Argentina

Buenos Aires Actualizado: Guardar
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En 1991 una organización criminal, formada por agentes de la Policía Federal secuestró a Mauricio Macri. La «Banda de los comisarios», como se conoció a los delincuentes, le mantuvo retenido durante doce días. Fue liberado después de que su familia pagara un rescate de seis millones de dólares. «Mientras estuvo encerrado en ese sótano terminó de decidir que –si salía de esa– trabajaría duro para llegar a ser presidente», recuerda Silvia Mercado, escritora y periodista. Detalles como éste, desconocidos de la vida del hasta ayer candidato de Cambiemos, se suceden en el libro «Mundo Pro» (nombre del partido de Macri) de Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Belloti.

La vida de Mauricio, como se presenta en público y se refieren a él sus seguidores, no fue la misma después de su secuestro.

Antes, era el hijo de Franco Macri, un empresario astuto, con enorme habilidad para adaptarse al poder de turno, sea del color que fuere (también en esta larga década kirchnerista lo hizo) y hasta hoy, para la masa, identificado con el gobierno demonizado de Carlos Saúl Menem.

El de entonces era un hombre esquivo, con mala modulación en la palabra, fobia a las multitudes y a la prensa. El que dirigirá Argentina perdió el miedo a hablar en público y despacha las entrevistas con naturalidad

Las relaciones entre padre e hijo nunca fueron fáciles. El primero trató de disuasirle para que olvidara la política y, en más de una entrevista, puso en duda las capacidades de Mauricio para tomar las riendas de un país como Argentina. «La gente no entiende, en realidad, le estaba protegiendo», asegura una persona que conoce a los dos. Mauricio no hizo caso a su padre, hoy enfermo, y siguió su camino en busca de la Presidencia. Antes se curtió al frente de Boca Junior, un equipo que presume de convocar a «la mitad más uno» de los argentinos. A fin de cuentas, las diferencias entre el juego de la política y el negocio del fútbol (o viceversa) tampoco son tantas.

Los hombres Pro presumen de haber nacido en la política después de la crisis del 2002 que hundió a la Argentina en la mayor de su crisis. La gente gritaba «¡Que se vayan todos!» y el que llegó fue Mauricio Macri. Primero probó suerte, en el 2003, con Compromiso por el Cambio, la evolución de esta formación fue la creación del Pro, partido con el que logró en el 2007 la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde fue reelecto hasta el próximo 10 de diciembre. La formación de Cambiemos, coalición socialdemócrata para vencer al «kirchnerismo» le tuvo en primera fila pero, aunque el beneficio sea recíproco, de algún modo está en deuda con la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica de Elisa Carrió.

El Mauricio Macri del 2003 está lejos del actual. El de entonces era un hombre esquivo, con mala modulación en la palabra, fobia a las multitudes y a la prensa. El que dirigirá Argentina los próximos años perdió el miedo a hablar en público, despacha las entrevistas con naturalidad y hasta aupa a un chico con una sonrisa de lado a lado. Hace terapia, meditación, está feliz con «la hechicera» como llaman a su esposa, Juliana Awada y obsesionado con erradicar la pobreza. Es, otro hombre.

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