En 2014, Budi Waseso, jefe de antinarcóticos en Indonesia, planeaba construir una cárcel de máxima seguridad con un primer foso lleno de cocodrilos
En 2014, Budi Waseso, jefe de antinarcóticos en Indonesia, planeaba construir una cárcel de máxima seguridad con un primer foso lleno de cocodrilos - REUTERS

El jefe de antinarcóticos de Indonesia busca imitar la sangrienta guerra contra la droga de Filipinas

Para Budi Waseso, «la vida de un distribuidor no tiene sentido porque lleva a cabo un asesinato en masa»

-RANGÚN Actualizado: Guardar
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El jefe de antinarcóticos de Indonesia, Budi Waseso, ha alabado la sangrienta guerra contra las drogas emprendida por el Gobierno de Filipinas (que en apenas dos meses se ha cobrado la vida de más de 2.400 personas), así como realizó un llamamiento al inicio de un proceso similar en su país.

«La vida de un distribuidor (de droga) no tiene sentido porque lleva a cabo un asesinato en masa», destacó en rueda de prensa Waseso. Inquirido entonces si Indonesia debía ser tan agresiva como Filipinas, respondió: «Sí, así lo creo».

El propio presidente filipino, Rodrigo Duterte, había protagonizado unas declaraciones similares hace tan solo unos días donde «deshumanizaba» a los consumidores y traficantes.

«¿Crímenes contra la humanidad? En primer lugar, me gustaría ser sincero con ustedes: ¿Son seres humanos? ¿Cuál es su definición de ser humano?», aseguró el mandatario durante una visita a un campamento militar, de acuerdo a las transcripciones de su discurso.

«No se puede hacer una guerra sin matar», recordaba.

Desde su llegada al poder en 2014, el presidente indonesio, Jokowi «Joko» Widodo, se ha mostrado intransigente con el narcotráfico. Según el Ejecutivo, cada día pierden la vida medio centenar de indonesios, en su mayoría jóvenes, por consumo de drogas. Y el Estado asegura que Indonesia cuenta con 4,2 millones de drogadictos.

Un reciente artículo en la revista médica británica The Lancet, no obstante, mostraba serias dudas sobre la validez de estas estimaciones: los detalles de estos estudios no son accesibles al público, así como los métodos de recogida de datos parecen ser inadecuados.

Pena de muerte contra el narcotráfico

En su última aparición en la Corte penal del distrito de Tangerang, apenas 25 kilómetros de la capital de Indonesia, Yakarta, y entre lagrimas, Michael Titus Igweh denunciaba el presunto calvario al que fue sometido durante su detención: «Era constantemente golpeado y electrocutaron mis genitales hasta que no podía moverme (…) Me amenazaron con dispararme».

En 2003, Igweh había sido condenado a la pena capital por posesión de 5,8 kilogramos de heroína. A finales de julio, junto con otros dos ciudadanos nigerianos –Seck Osmane y Humphrey Jefferson-, así como un indonesio -Freddy Budiman-, este comerciante era ejecutado.

Las muertes bajo el pelotón de fusilamiento de estos cuatro convictos se convirtieron en las primeras desde abril del pasado año, cuando las autoridades acabaron con la vida de ocho reos condenados por tráfico de drogas, incluidos dos australianos: Myuran Sukumaran y Andrew Chan

«Todo se centra en que las ejecuciones de los traficantes de droga solventarán el problema. Y eso es ridículo», destacaba entonces a ABC el cura irlandés Charlie Burrows, máxima voz crítica contra este particular ajusticiamiento y consejero espiritual en el corredor de la muerte.

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