El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, mira al ministro de Exteriores británico, Philop Hammond
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, mira al ministro de Exteriores británico, Philop Hammond - REUTERS

Inquietud en EE.UU. por una pérdida de influencia en la Unión Europea

La salida de Gran Bretaña, su mejor aliado, arroja sombras sobre la relación con Europa

CORRESPONSAL EN WASHINGTON Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Nunca habría sido un buen momento, pero la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) inquieta a la Administración Obama en medio de grandes desafíos para Occidente. La convicción sobre la importancia del momento se proyecta además hacia los próximos años, en los que un nuevo presidente deberá abordar un movimiento internacional tan inesperado como el del Brexit. Como el gran aliado tradicional de Estados Unidos, la posible pérdida de influencia británica en el continente ha encendido las alarmas en la Secretaría de Estado. El puente británico que enlazaba de forma fluida los dos lados del Atlántico se ha agrietado. Ayer, John Kerry, de visita en Bruselas, llevaba un mensaje muy rotundo a las autoridades europeas, a las que reclamaba «no perder la cabeza» en el proceso de desconexión.

Mensaje que prolongó en Londres, donde horas más tarde se dirigía al actual primer ministro, David Cameron, y su incierto Gobierno, para que la ruptura decidida en las urnas no se traduzca en una ausencia de estrecha colaboración en los grandes asuntos que afectan a Occidente.

Es un intento de limitar los daños y aminorar el todavía incalculable efecto Brexit, mientras el listado de asuntos pendientes se agolpa en la cancillerías estadounidenses y europeas como un rosario de asignaturas aún no aprobadas: la guerra de Siria y la ola de inmigración en Europa; el riesgo permanente de ataques yihadistas procedentes de Daesh; la amenaza en Ucrania de Putin, siempre ávido de aprovechar la debilidad del enemigo, y el reto permanente de reforzar una OTAN… Demasiados frentes abiertos como para renunciar a un remiendo que reduzca al mínimo el debilitamiento de las democracias occidentales.

La preocupación de Kerry contrasta ahora con la política de distanciamiento, o al menos de frialdad, que la Administración Obama ha protagonizado con respecto a Europa. Pese a que el presidente estadounidense se sumó en abril al elenco de líderes políticos que bajó a la arena londinense a advertir a los británicos de las consecuencias del Brexit, no se puede decir que Europa haya sido estos siete años una de sus prioridades. Como se encargaba ayer de recordar el diario «The Wall Street Journal» en un editorial titulado «Un nuevo acuerdo americano para Europa», la Administración Obama «ha actuado con indiferencia, cuando no con dejación», con respecto al continente europeo. Lo que no debería impedir que Estados Unidos «vuelva ahora a entrar en el juego y se asegure de que va a ser un aliado próspero y de confianza, pese a las dificultades».

Ver los comentarios