Imagen de Christopher Steele
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La fuga del espía inglés que revive la Guerra Fría

Un exembajador británico en Moscú teme represalias contra Christopher Steele, exagente del MI6, autor del informe sobre Trump

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Christopher Steele, de 52 años, tenía su oficina de alta investigación en Belgravia, en el centro más lujoso de Londres, pero vivía en la bonita campiña inglesa, en Farnham (Surrey), 55 kilómetros al Suroeste de la capital. Su primera mujer, Laura, con la que tenía tres hijos, murió de cirrosis en 2009. Steele se casó de nuevo hace tres años y tuvo un vástago más. Los seis miembros de la familia residían en una amplia casa rural, blindada por cámaras y valorada en 1,5 millones de libras. La zona es tranquila, casi soñolienta.

El miércoles, a las 9.15 de la mañana, Chris Steele llamó a la puerta de un vecino, al que solo conocía de vista. Le pidió si podía cuidar de sus tres gatos y solo le explicó que necesitaba irse «por unos días».

Temía por su vida -represalias rusas- y necesitaba desaparecer. Nadie ha vuelto a verlo. Ningún medio logra hablar con él.

El mundo secretista de Steele, que desde 1990 a 2009 fue agente del MI6 británico, se había desmoronado el martes. Ese día BuzzFeed, portal neoyorquino fundado en 2006 y especializado en contenidos virales, publicó parte de su informe de 35 páginas sobre la vidriosa relación de Trump y Rusia. El ex espía sabía que era cuestión de horas que su nombre saliese a la luz. The Wall Street Journal lo destapó.

Dos acusaciones

El material había circulado durante seis meses por medios globales de primera línea, como Reuters, que alegan que desdeñaron su publicación al no lograr corroborarlo. Contenía dos gravísimas acusaciones: desvelaba la supuesta colaboración entre el equipo de Trump y los rusos para perjudicar a Hillary Clinton mediante pirateos informáticos y aseguraba que el flamante presidente podría estar siendo chantajeado por Rusia con material sexual. Trump habría sido grabado con prostitutas en un hotel de lujo de Moscú y llegó a pedirles que orinasen sobre la cama de la suite, porque allí habían dormido en su día Barack y Michelle Obama.

May echó balones fuera: «[Steele] no trabaja para nosotros desde hace años»

El miércoles, en su primera rueda de prensa, Trump calificó el informe de «montón de basura» y acusó a quienes lo han auspiciado de recurrir a técnicas de los nazis. Ayer, desde su púlpito de Twitter, llamó a Steele «espía fracasado», que conspiró «con operativos políticos canallas republicanos y demócratas». Theresa May echó balones fuera: «[Steele] no trabaja para nosotros desde hace años».

Fuentes del mundo de la inteligencia británica consideran que el FSB, el sucesor de la KGB, pudo haber intoxicado a Steele, con información en parte cierta a la que se le añadieron disparates, a fin de que Trump pudiese rechazar el conjunto fácilmente. Otros defienden la solvencia del investigador: «Era un buen agente de campo. No un primer espada. Pero sí fiable y sólido».

Sir Andrew Wood, hoy un jubilado de 77 años, fue embajador británico en Moscú de 1995 a 2000, años en que Steele prestó servicio allí. Wood es el hombre que el 18 de noviembre, diez días después de la victoria de Trump, alertó al respetado senador republicano John McCain, en un congreso sobre seguridad en Halifax (Canadá), acerca de la gravedad de un informe que circulaba sobre el presidente electo y el espionaje ruso.

McCain, que ya se había hecho con el dosier por sus propios medios, se tomó en serio el aviso y pasó el material al director del FBI. No le contaba nada nuevo. En julio de 2016, Steele llevó su historia a los federales, aunque acabó rompiendo con ellos, porque congelaron sus pesquisas para no interferir en las elecciones.

En grave riesgo

El exembajador Wood resaltó ayer en BBC Radio que Steele se encuentra en grave riesgo: «Son conocimientos peligrosos. A Rusia le gustaría saber dónde obtuvo esa información, asumiendo que básicamente es cierta y que él no la ha inventado, algo que no creo ni por un momento. Ellos están muy acostumbrados a actuar». El diplomático concuerda en que Steele «era un agente muy profesional y competente».

El caso evoca a la Guerra Fría, cuando el KGB revolvía en los rincones oscuros de los aspirantes a la Casa Blanca. Hasta ha salido a escena Frederick Forsyth, de 78 años, el novelista inglés que se hizo rico con sus historias de la era del Telón de Acero. Forsyth, que fue dos décadas agente del MI6, desacredita a Steele: «Son unas acusaciones extremadamente difíciles de creer. Trump sería un idiota congénito de haber caído en esa trampa».

El espía no es ningún indocumentado. Estudio en Cambridge, donde destacó hasta el punto de que en 1986 presidía su Club de Debate. Tras graduarse ingresó en los servicios secretos y en 1990 ya estaba destinado en Moscú. Habla perfectamente ruso y también ha trabajado en París y en la oficina londinense de la Commonwealth. Cuando dejó el servicio, hace ocho años, era jefe de la sección para Rusia del MI6.

En 2009, fundó una empresa de informes confidenciales junto con otro ex espía británico. Se llama Orbis Business y ocupa unas oficinas en Grosvenor Square, zona de élite a un paso de Buckingham. Orbis declaró un beneficio de 401.000 libras en 2015 y de 621.000 al año siguiente.

En 2010 llegó el primer gran cliente para Orbis. La Federación Inglesa de fútbol contrató a Steele para que investigase el posible amaño en la concesión a Rusia del Mundial 2018, al que aspiraba Inglaterra. Su trabajo fue brillante, hasta el punto de que el FBI se sumó a su indagación. Las pesquisas de Steele contribuyeron a derribar a Sepp Blatter en la Fifa y prestigiaron al exespía en el mercado de los informes confidenciales.

Investigar a los políticos

En los cenáculos de Washington opera una pequeña industria centrada en investigar a políticos, consultoras formadas por antiguos periodistas y expertos en seguridad. Una de esas firmas, FusionGPS, contrató a Steele al inicio de la carrera de las primarias del Partido Republicano, con la misión de buscar material comprometedor sobre Trump. FusionGPS hizo su encargo en nombre de uno de los 16 rivales republicanos del magnate. La identidad del contratante se ignora. La BBC afirmó el miércoles que se trataba de Jeb Bush. Su portavoz lo negó a Reuters al instante.

Una vez que Trump ganó las primarias, el material dejó de interesar a los republicanos, pero se volvió goloso para los demócratas, los nuevos clientes (las sospechas apuntan a la campaña de Clinton). Steele elaboró su dosier valiéndose de fuentes de su etapa en Moscú, pero también de exiliados rusos en Londres. Nervioso, asustado ante la magnitud de lo recabado, trató de protegerse facilitando retazos de su informe a otros espías y a diversos medios, sin que ninguno se atreviese a publicarlo. Mother Jones, un blog político, adelantó en otoño parte del asunto, pero sin eco.

Llega diciembre. Tras el triunfo electoral del magnate, y cuando han pasado ya seis meses con los papeles de Steele circulando, la CNN revela que los servicios de inteligencia han entregado a Obama y el propio Trump un resumen de dos páginas del informe. También destapan que el autor es un ex agente inglés. Steele se ve señalado y está aterrado.

Esta semana, BuzzFeed, carente de la deontología de los medios tradicionales, divulga por fin las 35 páginas, sin molestarse en contrastarlas. El traspaso de poderes se convierte en un lodazal. El jueves, la Embajada de Rusia en Londres tuitea insólitamente que el espionaje británico ha cooperado en toda la operación: «Los oficiales del MI6 nunca son ex», escriben. El aroma de la Guerra Fría ha vuelto.

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