Evita: entre ficción y realidad

Primera dama de Argentina y actriz

Eva Duarte pasea en coche, en Buenos Aires Reuters

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El tiempo de espera de José María de Areilza , embajador de España en Argentina, había cruzado la frontera de lo aceptable. Con exquisitos modales, el político se interesó por las razones del retraso. El edecán que asistía a Eva Duarte abrió la puerta de su despacho y se lo hizo saber a la mujer del Presidente. Esta, en uno de sus violentos arrebatos, gritó: «Decile a ese gallego de mierda que pase». El mensajero no tuvo tiempo de transmitir la versión protocolar del exabrupto. Areilza se le adelantó: «El gallego se va pero la mierda se queda». La anécdota, histórica, ayuda a trazar el retrato de una mujer que, antes y después de muerta, se convirtió en leyenda.

El 10 de junio de 1947, ABC llevó a su portada la visita de Eva Perón a España.

Todo lo que rodea a Evita, como el mundo se refería a ella, está salpicado de medias verdades, algunas mentiras y grandes dosis de verdad. La combinación de estos ingredientes creó versiones de una mujer construida a golpe del imaginario peronista de la época. Sus presuntas hazañas –o filosofía sobre la justicia social– fueron escritas y exageradas por mano ajena.

El mismo escenario de mito y realidad encontramos en las descripciones sobre el rencor (real) y la venganza por odio a la clase alta, que se le atribuyen en ocasiones. Juan José Sebrelli , en el libro «Comediantes y mártires, ensayo contra los mitos» descarta la escena de una Evita con el puño cerrado ordenando echar el cerrojo de la Sociedad de Beneficencia: «las señoras de la oligarquía no negaron a Evita la presidencia de la sociedad», aclara. Tampoco fue verdad, añade, «que ella, en revancha, la hiciera cerrar para crear su fundación. El fin de la institución ya estaba planeado desde el gobierno de Farrell».

El cuerpo de la «abanderada de los humildes», mimado y embalsamado por el doctor Pedro Ara (otro «gallego»), iría dando tumbos por el mundo con escala en Puerta de Hierro.

Antes de que la enfermedad se atravesara en la salud de Tomás Eloy Martínez , el autor de la novela «Santa Evita», repetía una y otra vez que la frase, «Gracias por haber nacido» , pronunciada el día que se conocieron Perón y Evita, fue un invento suyo para dar mayor dramatismo a la escena. «Lo puedo aclarar un millón de veces pero no sirve. Sigo encontrando escritos donde la dan por histórica», recordaba en ABC.

Eva Duarte vivió hasta los 33 años. A los pobres, «mis grasitas» decía, les entregó máquinas de coser, colchones, bicicletas y hasta vestidos de novia. El origen de su muerte, como su vida, se enredó entre verdad y falsedad. El peronismo esquivó términos que la historia rescató para explicar por qué, «pasó a la inmortalidad» . La respuesta fue un cáncer de útero, provocado por el virus del papiloma ( VPH ).

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