Eritrea y Etiopía sellan dos décadas de guerra fronteriza

La embajada eritrea reabrió ayer en Adís Abeba tras la visita del presidente Afewerki

El presidente de Eritrea, Isaías Afwerki (izq.) y el primer ministro etíope Abiy Ahmed saludan a las multitudes EFE

ABC

Desde que llegó al poder el pasado abril, el flamante primer ministro etíope, Abiy Ahmed Ali , ha liderado el deshielo de las relaciones con la vecina Eritrea, país con el que la histórica Abisinia -la segunda nación más antigua del mundo en adoptar el cristianismo- mantiene 20 años de tensión de posguerra. El presidente eritreo, Isaias Afewerki, llegó a Adís Abeba el sábado para una visita que ha dado lugar a la reapertura de ayer de su embajada en la capital etíope tras la firma del acuerdo de paz el pasado lunes con el que se declaró el fin del «Estado de guerra».

«Las palabras no pueden expresar la alegría que sentimos ahora. La historia se está haciendo mientras hablamos», expresó emocionado el presidente eritreo el pasado fin de semana durante un almuerzo ofrecido por el líder etíope. «Ha habido muchas muertes pero hoy somos una sola persona ; quien olvide esto no comprende nuestra situación», agregó. Antes, el jefe de gabinete del primer ministro etíope le había dado dedicado un cariñoso tuit: «¡Bienvenido a casa, presidente Isaias!».

En las calles, miles de etíopes mostraron su alegría ante el histórico encuentro entre su primer ministro y el líder eritreo para dejar atrás los enfrentamientos que se produjeron entre estos países por las disputas fronterizas. Con la independencia en 1993 de Eritrea por referéndum, Etiopía perdió su salida al mar. Desde entonces, el conflicto entre ambas naciones del Cuerno de África se ha saldado con cerca de 100.000 muertos , especialmente entre los sangrientos 1998 y 2000. Además, el Gobierno etíope ordenó expulsar alrededor de 70.000 etíopes de origen eritreo.

Reformas en Etiopía

El polvoriento pueblo de Badme representa la disputa fronteriza, cuya soberanía asumió Eritrea en 2002 tras la participación de una comisión internacional de fronteras creada en virtud de un acuerdo de paz entre las dos partes, pero del que Etiopía renegó hasta hace apenas un mes, manteniendo su presencia militar para evitar la renuncia definitiva de este enclave. Sin embargo, el pasado 5 de junio, el primer ministro etíope anunció que estaba dispuesto a poner fin a la presencia etíope en la localidad sin condiciones previas mediante la aplicación del Acuerdo de Argel, firmado en el año 2000 y que delimita la frontera con Eritrea. Como respuesta, Afewerki anunció hace menos de un mes el envío de una delegación oficial a Adís Abeba.

La férrea dictadura de Eritrea, considerada como la Corea del Norte africana por su total falta de libertades, ha confirmado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Etiopía, con la reapertura de las embajadas, así como de los vuelos y las telecomunicaciones. Desde la llegada al poder en Etiopía del reformista Ahmed Ali , que ha levantado prohibiciones a varios medios y páginas web, ha liberado a miles de presos políticos y ha puesto fin al estado de emergencia vigente durante más de dos años para sofocar los disturbios y protestas de grupos opositores, Etiopía busca abrirse al resto del mundo tras años de relativo aislamiento. La reconciliación podría cambiar la política y la seguridad en el Cuerno de África, una de las regiones más pobres del mundo y de la que cientos de miles de jóvenes han huido a Europa en los últimos años en busca de seguridad y oportunidades.

Según la revista «Foreign Policy», uno de los motivos del deshielo de las relaciones ha sido la amenaza común del Frente de Liberación del Pueblo Tigrayan (TPLF), facción de la coalición gobernante que dominó la política etíope durante más de dos décadas. A principios de este año, el rechazo al TPLF llevó a Etiopía al borde del colapso, ya que grupos étnicos más grandes, liderados por los Oromo y Amhara, bloquearon las carreteras hacia Adis Abeba en protesta contra la gestión del gobierno, que se vio obligado a echar a su primer ministro, liberar a miles de presos políticos y aceptar el nombramiento de Ahmed, un líder oromo, como nuevo jefe de estado. Ante las reformas de su homólogo etíope, el líder eritreo Isaias Afewerki , que combatió junto a las milicias del TPLF contra el régimen comunista de Derg en los años ochenta hasta que la ocupación de la frontera de Eritrea por Etiopía destruyó toda alianza, denunció «el legado tóxico y maligno de TPLF » a los que llamó buitres en su discurso del pasado 20 de junio en el que anunció el envío de una delegación diplomática a Adis Abeba.

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