Una mujer albina posa con su hija en Malaui, donde las personas con albinismo son asesinadas y despedazadas
Una mujer albina posa con su hija en Malaui, donde las personas con albinismo son asesinadas y despedazadas - AFP

Asesinatos y mutilaciones: el infierno en que viven los albinos en Malaui

Dieciocho personas con albinismo han sido asesinadas en poco más de un año; otras cinco están en paradero desconocido. Boniface Ophiyah Massah, director de APAM, explica a ABC cuál es la situación por la que pasa su país

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Moto, Malaui. Madrugada del 26 de febrero de 2016. Un grupo de hombres aún sin identificar entra en la casa de Harry Mokoshini, un niño albino de nueve años. Hieren a su madre. A él se lo llevan a rastras. Una semana más tarde su cabeza es encontrada en un barrio cercano.

Cuando se enteró de lo que había ocurrido, Boniface Ophiyah Massah, director de la Asociación de las personas Albinas en Malaui (APAM), se sintió aturdido. No le cabía en la cabeza cómo, además de matar a una persona, se la podía «destrozar de esa manera». En realidad, es lo que le pasa con todos los casos de asesinatos de albinos que golpean a su país.

Su trabajo en la asociación hace que estos casos le toquen muy de cerca: «Acudir a la familia de la víctima es muy duro, no solo por la muerte en sí, sino porque estas personas han sido despedazadas como animales».

Concienciar, el objetivo principal

Ophiyah también es albino y está ligado a APAM desde que tiene uso de razón. Nació en una familia de siete hermanos; tres de ellos, incluido él, albinos. «Mis hermanos y mis padres han desempeñado un papel muy activo en la asociación. La fui conociendo a medida que iba creciendo. Ya a partir del instituto empecé a participar cada vez más y durante mi vida universitaria me impliqué mucho. Desde 2009 soy el líder de la organización», relata Ophiyah en la sede madrileña de la ONG Amnistía Internacional. Sus rasgos, de un hombre de raza negra, contrastan con sus ojos color turquesa y titilantes; su piel increíblemente blanca; su pelo rubio platino, como sus cejas, como sus pestañas.

Boniface Ophiyah Massah, director de APAM, en una de sus charlas para sensibilizar a la población malauí acerca del albinismo
Boniface Ophiyah Massah, director de APAM, en una de sus charlas para sensibilizar a la población malauí acerca del albinismo - AFP

Sosegado, sentado con las manos en regazo, cuenta con un inglés impoluto cómo ha evolucionado su asociación. «Al principio no teníamos apoyo, intentábamos alzar la voz pero nadie nos escuchaba. Ahora las cosas han cambiado mucho, se nos está escuchando. La gente habla y, por su discurso, está claro que ya se puede hacer algo. Hemos aprendido a aceptarnos a nosotros mismos. Antes la gente vivía ensimismada, no salía de sí misma al encuentro de los demás. Pero ahora los jóvenes con albinismo sí tienen ganas de aunarse y formar parte del movimiento».

El mayor desafío es que los padres acepten a un niño albino. No entinden que les llegue un bebé blanco cuando el resto es negro
Boniface Ophiyah Massah , director de APAM

Cuando se le pregunta por cómo es el día a día en la asociación, sobre cómo se organizan para trabajar, insiste en que no se hacen actividades a tiempo completo todos los días en un horario estándar. «Tejemos relaciones con la comunidad. Lo nuestro es más bien una labor de coordinación, de organización, de hacer contactos. El 80 por ciento de nuestra actividad es interacción con la comunidad, con la gente», declara el director de la asociación. La labor de sensibilización es complicada; más aún teniendo en cuenta que se tiene que empezar por los propios padres: «El mayor desafío es que los padres te acepten teniendo albinismo. No entienden cómo de repente les llega un niño blanco, porque el resto es negro. Es la barrera más importante, la más fuerte», explica Ophiyah. La de APAM, y la de los albinos en Malawi en general, es una lucha por cambiar la mentalidad de un pueblo supersticioso que no los ve cómo seres humanos, sino como espíritus a los que hay que matar y trocear. Luego, con las distintas partes de su cuerpo se hacen prácticas de brujería. La creencia popular dice que, con las pócimas hechas a partir de albinos, se logra atraer el éxito. «La mayor parte del país tiene todavía una actitud muy negativa sobre los albinos y, encima, el nivel de información es muy bajo. Hay mucha ignorancia. Hace falta educar a la gente para que conozca el fenómeno, hay que avanzar», comenta Ophiyah.

Según recoge Amnistía Internacional, 18 personas con albinismo han sido asesinadas en Malaui desde noviembre de 2014 ; otras cinco han sido secuestradas y aún no se sabe su paradero. También constan 45 denuncias por delitos como intentos de secuestro o profanación de tumbas en busca de restos de cadáveres de albinos. Según el líder de APAM, a la falta de conocimiento y a las supersticiones se suma «la avaricia, el afán de enriquecerse». A Eunice Phiri, una mujer albina de 53 años, la engañó su propio hermano para que le acompañara, junto a otros dos hombres, a un viaje a Zambia. Cinco días más tarde se encontró su cadáver, con los brazos amputados, en el Parque Nacional de Kasungu. A un albino se le puede vender por seis millones de kwachas (10.000 dólares, casi 9.000 euros). Entre 7.000 y 10.000 personas con albinismo viven en Malaui sabiendo el precio que tienen sus vidas.

La élite política mira a otro lado

En marzo de 2015, el presidente de Malaui, Peter Mutharika, condenó los ataques contra los albinos y ordenó a las autoridades que detuvieran a los autores y protegiese a la población. Sin embargo, como en la mayor parte de los países africanos, los curanderos no se someten a un control jurídico. Ophiyah explica: «En mi país han pedido verbalmente a los curanderos que se abstengan de estas prácticas, pero no es algo que se pueda llevar a los tribunales. Lo que nosotros queremos es que el Gobierno controle el ejercicio de los curanderos, que haya un registro. Así la Policía podría comprobar si se están utilizando huesos de albinos».

Un cambio del Código Penal malauí ha logrado que las penas por el comercio de huesos de albinos sean «mayores, más duras»

Muy diferente es la opinión de Ophiyah acerca de la actitud de la comunidad internacional, que según el abogado, «ha sido muy valiosa para poder aumentar la visibilidad de los ataques, para llegar al presidente del país y a los socios de desarrollo para que comprendan esta situación como un problema de violación de Derechos Humanos». Gracias a los movimientos que se están dando en los últimos años, se ha producido un cambio del Código Penal del país para que las penas por el comercio de huesos sean «mayores, más duras». Se ha logrado aumentar la tensión política. «Somos una asociación modesta, pequeña. Pero cuando empezamos a contar con el apoyo de la comunidad internacional, muchas personas se atrevieron a hablar por sí mismas», recuerda Ophiyah.

Mientras tanto, las atrocidades siguen sucediéndose. El pasado mes de abril, el cráneo, los dientes y la ropa de Withney Chilumpha, una niña de dos años, fueron encontrados en Balantha Hill, en el distrito de Kasungu. Se la habían quitado a su madre, mientras ambas dormían en casa. Mientras tanto, muchas mujeres son violadas bajo la creencia de que mantener relaciones sexuales con personas albinas puede curar el VIH.

Pero, a pesar de todo, gente como Ophiyah mantiene la esperanza y augura un fututo mejor: «Si seguimos por la senda de la educación, sensibilizando para que se conozca el albinismo, sembraremos un buen futuro para los albinos en Malaui». No obstante, si no se lucha por avanzar, «estas personas lo habrán perdido prácticamente todo. Problemas como el abandono escolar, muy común entre la población albina en África, les superarán. Tenemos que controlar la situación desde hoy», ataja el malauí.

Ver los comentarios