Un joven con albinismo trabaja con una máquina de coser en Malaui
Un joven con albinismo trabaja con una máquina de coser en Malaui - AFP

Malaui lucha por detener los asesinatos de las personas con albinismo causados por la brujería

Un informe de Amnistía Internacional ha denunciado la persecución y agresiones de las que son víctima en el país africano

MADRID Actualizado: Guardar
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La persecución, mutilaciones y violaciones que sufren en África las personas con albinismo, un trastorno genético que afecta a la pigmentación, suponen una triste realidad en un continente donde los casos de seres humanos con esta alteración superan, en relación con el número de habitantes, a Europa. El pasado jueves, el Tribunal Supremo de Malaui tomó cartas en el asunto y prohibió las prácticas de brujería en el país, medida con la que pretendía erradicar la superchería que alimenta esa violencia: según las creencias extendidas, los huesos o miembros amputados de las personas con albinismo dan buena suerte. Incluso las agresiones sexuales contra mujeres albinas, afirman, logran erradicar el sida, un mal que allí afecta a 1 millón de ciudadanos, como indica el Programa de las Naciones Unidas sobre el VIH.

Aministía Internacional (AI) ha publicado esta semana un informe que detalla la persecución que sufren las personas con albinismo en Malaui, documento donde la organización en defensa de los derechos humanos lamenta la «ola de ataques violentos» que se han «incrementado fuertemente durante los últimos dos años». Fuentes policiales del país africano han contabilizado «al menos 69 casos relacionados con crímenes contra personas con albinismo» desde noviembre de 2014. Mujeres y niños son, con diferencia, los grupos más vulnerables frente a las agresiones.

¿A qué se debe esa persecución? Lo cierto es que la violencia no bebe únicamente de creencias disparatadas, sino de incentivos tan profanos como el dinero. «Es algo que siempre ha ocurrido en Tanzania y que ahora se está expandiendo a otros países limítrofes, porque al final no deja de ser un negocio que traspasa fronteras», indica José María Márquez. El director de la ONG África Directo denuncia la muerte de Dave, un chico de 15 años, con albinismo, que vivía en la región de Mtendere, ubicada en el corazón de Malaui. «Lo estuvimos buscando, y apareció en Mozambique, mutilado, asesinado. Utilizan partes de su cuerpo para venderlas, porque despedazado es un amuleto», explica a ABC.

África Directo organiza desde hace años proyectos de apoyo a personas con albinismo en varios países del continente africano. Uno de sus voluntarios en Malaui, que pide mantener su anonimato, insiste en la motivación económica detrás de crímenes dictados por las leyes del «mercado». «Estos casos son cada vez más frecuentes en Malaui por la miseria infinita», sentencia. Como explica, aunque asesinatos y mutilaciones afecten a ciudadanos de ese país, el tráfico de miembros se orienta a lugares como Mozambique, «donde se pueda mover un poco más de dinero y alguien quiera pagar por ello». La información suministrada por el Banco Mundial apoya esa hipótesis: según datos de 2014, el INB per cápita de los mozambiqueños es de 650$, frente a los 250$ de sus vecinos. La inestabilidad política también ha contribuido. Precisamente, el informe de AI recuerda el daño provocado cuando, en 2013, la financiación externa que alimentaba el presupuesto del país se congeló por culpa de un escándalo de corrupción gubernamental.

Carencias sanitarias y judiciales

El sufrimiento de las personas con albinismo no se ciñe a la persecución humana, sino a la indefensión que la propia alteración genera. En África, la cobertura sanitaria deficiente, la falta de medios y la abundacia de mitos complica aún más las cosas: la piel y los ojos de las personas con albinismo, carentes o con baja pigmentación, hacen de ellos potenciales víctimas de la ceguera, los problemas de visión o el cáncer cutáneo. El uso de cremas, gafas de sol o cualquier otra protección contra la luz podría evitar esos males, aunque no siempre resulta fácil obtener recursos. En un informe publicado en mayo de 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) detalla las carencias que padece el país: «Malaui se enfrenta a numerosos desafíos, incluida la inadecuada financiación para apoyar los programas de reducción de la pobreza; los altos niveles de analfabetismo; y la crítica escasez de capacidades en las intituciones para poner en marcha programas de desarrollo».

La OMS no es la única organización internacional preocupada por la situación de Malaui. Consciente de la gravedad del problema, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos creó la figura del Experto Independiente para las personas con albinismo, cargo que ahora detenta la nigeriana Ikponwosa Ero. El comunicado que redactó tras su visita al país africano, realizada a finales de abril, insiste en las causas de una violencia que ha provocado «que este grupo de personas se enfrente al riesgo de una extinción sistemática»: la colaboración ocasional de familiares con los captores, las modestas penas a las que se enfrentan los agresores, las carencias educativas o la baja seguridad en las áreas rurales, donde suceden la mayoría de los asaltos, agravan el fenómeno. Sin olvidar las promesas de pingües beneficios económicos para quienes perpetran los asaltos.

«El Tribunal Supremo puede decir misa, pero África es África», sentencia el voluntario anónimo de África Directo, desanimado por unas medidas judiciales que considera insuficientes y que no atajan el corazón de un problema que achaca, esencialmente, a la falta de educación y a la pobreza. «Tristemente es el panorama que tenemos. Luchar contra ello es muy difícil».

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