Alemania juzga al guarda nazi acusado de participar en 5.230 asesinatos

Bruno D.sirvió con la primera compañía de las SS en el campo de concentración nazi de Stutthof

Bruno D. REUTERS

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Desde el 9 de agosto de 1944 hasta el 26 de abril de 1945, Bruno D. sirvió con la primera compañía de las SS en el campo de concentración nazi de Stutthof. Tenía 17 y cumplió allí los 18 años, en el campo donde fueron asesinados unos 65.000 prisioneros del total de 100.000 que fueron allí internados, en su mayoría judíos. Hoy, a sus 93 años de edad, ha comparecido por primera vez ante el tribunal en el que se le acusa de haber participado en 5.230 de aquellos crímenes . Durante el juicio no hablará directamente al tribunal por decisión propia, pero su abogado Stefan Waterkamp ha tomado la palabra por él para explicar que «no perteneció» al sistema nazi, sino que por vivir en las inmediaciones del campo de concentración fue seleccionado para servir en Stutthof. «Mi cliente está viendo cómo toda su vida es ahora puesta en cuestión», ha protestado, «cuando lo único que hizo fue estar en el sitio equivocado en el momento equivocado».

Sentado en una silla de ruedas, acompañado por su hija, tocado con un elegante sombrero y cubriendo su rostro con gafas de sol y con una carpeta, se ha presentado a la vista de apertura. La defensa ha planteado su estrategia basada en el relato de un reclutamiento forzoso . Unos días antes de cumplir 18 años y siendo entonces soldado del ejército alemán, Bruno D. habría recibido la orden de transferencia para incorporarse como guardia del campo. Precisamente, porque su llegada al campo tuvo lugar antes del cumpleaños, el juicio tiene lugar ante un tribunal de menores. Ha dicho incluso que, durante sus guardias en lo alto de las torres de vigilancia, miró hacia otro lado durante varias fugas. Los fiscales mantienen, sin embargo, que entre sus tareas cotidianas se encontraba evitar las fugas, sofocar las revueltas y trasladar prisioneros, por lo que puede ser considerado según la acusación como «una rueda del terrible engranaje gracias al cual se pudieron cometer los asesinatos».

Estas contradicciones serán seguramente aclaradas por varios supervivientes del campo que comparecen como testigos en el juicio. También hay víctimas del campo que se han sumado como acusación particular, como es el caso de Judith Meise , de 94 años de edad y que ha llegado desde Minneapolis, en Estados Unidos, para asistir al juicio. Cuando tenía 14 años fue ingresada en Stutthof junto a su madre, a la que no volvió a ver con vida. Su abogado, Cornelius Nestler, ha tomado la palabra para afirmar que «Stutthof estaba organizado como una máquina de matar y esa máquina funcionó gracias a personas como el acusado, piezas imprescindibles. Que se confronte con lo que hizo es sencillamente una cuestión de justicia».

Bruno D. vive con su mujer en la localidad de Eissendorf y tiene dos hijas adultas. Hasta hace solo unos años no podía ser juzgado porque no hay pruebas de que matase a nadie con sus propias manos, pero la sentencia Demjanjuk de 2011 sentó jurisprudencia también contra los colaboradores que hicieron con su conducta posibles los asesinatos. El campo de Stutthof estaba situado cerca de Gdansk , territorio de Polonia, pero dado que los tribunales polacos no se ocupan de estas demandas y la edad de los acusados hace deducir que quedan ya pocas posibilidades, las autoridades judiciales alemanas han comenzado a aceptar estos casos «por una cuestión de responsabilidad histórica».

Bruno D. nació en 1926 en Obersommerklau, distrito de Danzig. Su familia cultivaba una granja con 25 hectáreas y había comenzado a formarse como panadero. Su padre pertenecía al Partido de Centro y fue amonestado por sus críticas a los nazis en 1933. No le dio permiso para alistarse en las Juventudes Hitlerianas , pero Bruno lo hizo a sus espaldas, según su abogado obligado por la gran presión que sufría en la escuela. Tras la guerra fue hecho prisionero durante medio año y en 1955 se casó y se trasladó a Hamburgo para trabajar allí en una panadería y como agente de banca hasta su jubilación en 1988. Teniendo en cuenta su avanzada edad, han sido programadas once sesiones y, si hay veredicto de culpabilidad, se enfrenta a una pena máxima de diez años.

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