Passos Coelho vota junto a su muje
Passos Coelho vota junto a su muje - afp
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Portugal opta por la continuidad de las reformas o la vuelta al socialismo

La mejoría económica infunde optimismo a la coalición que preside Passos Coelho

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Portugal vive en un permanente sinvivir, que por algo es el país de la "saudade". Y la escena política no hace más que confirmarlo. Sólo así puede comprenderse que haya dado un giro de 180 grados la situación previa a estas decisivas elecciones de este domingo. Pedro Passos Coelho quiere agarrarse al "efecto David Cameron", es decir, a la capacidad para revertir las expectativas en un tiempo récord. Hace solo dos meses considerar que se plantaría en esta fecha como el gran favorito podía haberse calificado como ciencia ficción a la portuguesa.

Pero todo es posible en la patria de Camoes, Eça de Queirós, Pessoa y Manoel de Oliveira. Especialmente porque las circunstancias pueden cambiar (y, de hecho, así ocurre en más de una ocasión) como el tiempo a lo largo de un solo día en Lisboa: del sol a la lluvia, pasando por las rachas de viento.

En cualquier caso, no ha sido en absoluto la volatilidad esa aliada a la que se ha encomendado Passos Coelho. Más bien al contrario, porque sólo desde el rigor de las medidas económicas de ajuste ha podido salir el país vecino del atolladero en el que se había metido. Bajaron los salarios y subieron los impuestos, con la consiguiente ira de los más afectados. Sin embargo, el tiempo parece haber demostrado que sólo así ha podido evitarse el colapso a la griega, algo que pesaba como una amenaza.

El rescate financiero solicitado en 2011 se ha quedado en el único, puesto que los fantasmas de un segundo auxilio no llegaron a concretarse, afortunadamente.

Toda Europa comenzaba a mirar hacia Lisboa cuando el desafío de Atenas iba en aumento. Pero no, nada de eso se ha repetido en la República del fado, donde hasta las circunstancias en las que llegó a la cúspide el primer ministro de los últimos cuatro años se revelaron excepcionales: su antecesor, José Sócrates, dimitió inmediatamente después de verse obligado a pedir la ayuda económica exterior; y, unos meses más tarde, dio con sus huesos en la cárcel por sospechas de corrupción. A nadie se le escapa que su espectro ha sobrevolado esta campaña electoral, a poco más de un mes de que se cumpla un año de su ingreso en la cárcel de Évora.

Hace exactamente 30 días que se le cambió el régimen a una más holgada prisión domiciliaria, pero la investigación de la operación Marqués reúne ya fuertes indicios de que utilizó presuntamente a dos testaferros en una trama cuyo objetivo final no era otro que su enriquecimiento y el de sus más allegados.

El "factor Sócrates" estará de nuevo sobre la mesa hoy mismo, pues ya ha manifestado su deseo de acudir a votar. De acuerdo con las previsiones oficiales, lo hará sin escolta visible. Esto es, con agentes vestidos de paisano que lo vigilarán para que todo siga su curso y deposite su sufragio con absoluta normalidad.

Se le permite hablar en público brevemente, pero deberá medir sus palabras puesto que el sumario aún no ha concluido ni, por supuesto, se sabe cuándo se celebrará el juicio contra él.

Precisamente, contra esta alargada sombra ha debido luchar la gran esperanza del socialismo portugués, António Costa, que despertó la euforia de los que anhelaban pasar página en el partido. Su campaña ha ido, no obstante, de más a menos. Tanto es así que hasta en las filas del PS se alzaron voces que le pedían un poco más de chispa política.

Lo que está claro es que la austeridad se asienta en el país vecino a golpe de tijeretazos en las pensiones y sueldos cada vez más ajustados. Eso sí, la coalición gubernamental Portugal à Frente no se resiente porque el Gobierno ha cumplido con sus compromisos internacionales.

El Partido Social Demócrata que lidera Passos Coelho, con Pedro Pinto y Carlos Carreiras en la vicepresidencia, se ha apoyado en el CDS-PP de Paulo Portas para dar un giro a las políticas desplegadas en los anteriores seis años de mandato socialista.

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