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Vista de dos de las víctimas del ataque suicida perpetrado en Suruç, a 10 kilómetros de la frontera siria, Turquía - efe

Conmoción y horror por el atentado más letal de Estado Islámico en Turquía

De los 32 muertos confirmados en el ataque suicida de ayer en la localidad fronteriza de Suruç, al menos 24 eran universitarios turcos

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Las fotografías en las redes sociales son conmovedoras: jóvenes posando sonrientes junto a cajas de juguetes, sacos de ropa, o carteles que rezan «Del 19 al 24 de julio estamos en Kobane». Las difundidas por la prensa turca, mucho más crudas, muestran a esas mismas personas yaciendo en el suelo, ensangrentadas, a veces irreconocibles, mutiladas por la explosión.

De los 32 muertos confirmados en el atentado suicida de ayer en la localidad fronteriza de Suruç, al menos 24 eran universitarios turcos, miembros de la Federación de Asociaciones Juveniles Socialistas de Turquía, desplazados a la zona para ayudar en la reconstrucción de la vecina Kobane, en Siria. Sus muertes han causado una gran conmoción en Turquía, donde desde ayer se suceden las muestras de solidaridad y rechazo al atentado.

El horror se mezcla con el estupor: se asumía que el lugar era seguro, al menos mientras no cruzasen la frontera.

«En nombre de mi pueblo, maldigo y condeno a los perpetradores de esta brutalidad», ha declarado el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. «El dolor de perder a nuestros jóvenes es indescriptible. Condeno el terror y a aquellos que lo apoyan», ha dicho el líder del partido opositor CHP, Kemal Kiliçdaroglu.

El de ayer es el segundo atentado -y el más letal- del Estado Islámico en territorio turco, tras las dos bombas en un mitin electoral del partido de base kurda HDP en la ciudad de Diyarbakir, a principios de junio. Aquel ataque, que provocó cuatro muertos y más de doscientos heridos, fue presuntamente perpetrado por un joven llamado Orhan Gönder, sobre cuyas simpatías hacia el EI habían advertido sus propios familiares. Los expertos consideran que el atentado de Suruç es, a la vez, una represalia por las redadas contra militantes y reclutadores yihadistas en Turquía llevadas a cabo la semana pasada, y una advertencia a las autoridades turcas.

Estas tampoco se han librado de las críticas internas. «Ver sucesos similares [al atentado de Diyarbakir] apenas 45 días después indica que hay fallos serios en las medidas de seguridad. El hecho de que no se hayan tomado precauciones contra un ataque que incluso miembros del público reconocían como posible, indica hasta qué punto nuestra seguridad doméstica está deteriorada», afirma el diputado Nurettin Demir, del CHP. «La información de que organizaciones como el Estado Islámico ha estado creando células en la región fue compartida con funcionarios del gobierno. Es responsabilidad del gobierno tomar precauciones. Deberían haberse tomado, pero por desgracia no fue así», ha declarado Mithat Sancar, diputado del HDP.

Más polémica aún ha sido la revelación de que el servicio de inteligencia turco (MIT), avisó recientemente de que siete potenciales suicidas del Estado Islámico habían entrado en Turquía y podrían estar preparándose para atentar. Según informa el diario turco «Hürriyet Daily News», el MIT difundió los nombres de estas personas, entre ellas tres mujeres, en dos ocasiones, el 22 de junio y el 3 de julio. Aparentemente, esto es lo que motivó las redadas de la semana pasada contra las redes yihadistas en el país, aunque las autoridades no han logrado arrestar a estos sospechosos. Seis de ellos, pues, siguen en paradero desconocido.

A principios de junio, el EI lanzó su revista oficial en turco, «Konstantiniyye», («Constantinopla»), dirigida principalmente a captar nuevos adeptos en este país. En el primer artículo, la organización hace un llamamiento a reconquistar la ciudad, la actual Estambul, «sin armas ni derramamiento de sangre». Más adelante, incluye varios textos, bajo títulos como «¿Quién es un apóstata?» o «Democracia en llamas», en los que critica la opción de algunos islamistas de tratar de hacerse con el poder mediante las urnas. «La democracia nunca puede ser compatible con el Islam», asegura la publicación, una crítica directa al Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan, que gobierna en Turquía.

En marzo de 2014, varios miembros del Estado Islámico de origen albanés abrieron fuego con rifles kalashnikov contra un control de carretera de la gendarmería turca en la provincia de Nigde, matando a un policía, un soldado y un camionero, antes de ser apresados. Durante el juicio, su abogado se retiró de la defensa, asegurando que no eran «ni bestias ni seres humanos», tras lo que comenzó a recibir amenazas de muerte por parte de simpatizantes turcos de los yihadistas.

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