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Alexis Tsipras: un leninista cordial

Su simpatía y jovialidad despistan mucho: el primer ministro griego es un comunista clásico reconvertido para la nueva lucha

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El primer ministro griego, Alexis Tsipras, es hoy en Europa para los más uno de los grandes símbolos de la irresponsabilidad extremista y populista que ha resurgido con la grave crisis. Tan seductor como peligroso. Tan demagogo, mentiroso y oportunista como eficaz, sereno y calculador. Pero para una parte considerable de este continente, sobre todo en los países europeos más meridionales y pobres, es ya una especie de Robin Hood que se enfrenta a los grandes monstruos del pensamiento mágico de la izquierda del siglo XXI, o quizás de la izquierda eterna, que son la banca, las corporaciones y las instituciones internacionales como los gobiernos del arco político tradicional.

El enemigo a batir para esos millones de seguidores de Tsipras por toda Europa y muy especialmente en España es el mal absoluto, que es el capitalismo.

Sus sicarios son los partidos democráticos. Y su shérif de Nottingham se llama Angela Merkel, esa enemiga ideal al que incorpora todas sus fobias esa izquierda populista europea nueva que es simbiosis de leninismo con pensamiento mágico.

Tsipras nació el 28 de julio de 1974, cinco días después de que cayera la Junta de los Coroneles que había gobernado desde el golpe de Estado de 1967. Si llega a nacer ese día sus fieles lo habrían atribuido a la Providencia. Nació en una familia muy burguesa de un constructor favorito de la Iglesia Ortodoxa y que trabajaba mucho en las bases norteamericanas. Pero eso no generó ningún tipo de lealtad a las fuentes de la riqueza de sus padres. Muy pronto era un líder izquierdista en el colegio donde con su actual mujer, Betty, con la que hoy tiene dos hijos, organizaba las protestas contra las reformas del gobierno conservador.

Ingresó en las juventudes comunistas del ortodoxo KKE en 1988. Ingeniero por la Politécnica de Atenas, durante la carrera destacó como activista de la Coalición de Izquierda en la que entró al abandonar el KKE.

Ya en el 2004 entra en la dirección de la Coalición y en solo cuatro años se hizo con el partido. Sin ser siquiera diputado fue elegido presidente por el 70,41% de los votos y era el líder más joven de partido de Grecia con 33 años. Desde muy pronto adquirió rasgos políticos de los antisistema que incorporó a la coalición. Aunque en el 2009 el resultado de Syriza bajo Tsipras fue de tan solo el 4,6% y entró de milagro en el Parlamento con 13 escaños, en el 2012, ya en plena crisis lograba el 26,89% y 71 escaños.

Dos años y medio después, en enero del 2015, gana las elecciones con un 36,34% ante el desastre de la derecha de Nueva Democracia y después de fagocitar al socialista PASOK al que deja al borde de la desaparición. Un día después, sin ningún escrúpulo ideológico, forma gobierno con la extrema derecha nacionalista, los Griegos Independientes. Igual que este pasado fin de semana no tuvo problemas de utilizar los votos neonazis de Amanecer Dorado para sumar fuerzas para el referéndum contra la UE.

Sus interlocutores parten de que siempre hace y hará lo que le convenga en ese instante a su causa o intención, sin ningún problema de conciencia por compromisos pasados. Simpático, despista mucho su cordialidad cuando no jovialidad. Controla a la mayor parte del partido aunque tiene un ala aun más radical al que otorga ocasionales satisfacciones. Tsipras es un comunista clásico reconvertido para la nueva lucha como muchos de los dirigentes de Podemos. También con estrechos contactos en Venezuela y el Foro Sao Paulo que ha fomentado a todo el extremismo en Europa y América Latina. Desprecia la democracia burguesa a la que quiere destruir desde dentro. Que lo que se propone también con la Unión Europea: destruir la que llaman «del capital» para construir la Europa de los pueblos. Eso sí, con ayuda e inspiración de Moscú, de Caracas y La Habana.

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