Un manifestante con una máscara, probablemente para ocultar su identidad
Un manifestante con una máscara, probablemente para ocultar su identidad - (Goran Tomasevic / Reuters)
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Violencia en Burundi: de la colonización belga a la continua lucha por la democracia

Doce años después del fin de la cruenta guerra civil que arrasó Burundi, vuelven a sonar los tambores de la violencia

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Al menos 20 personas han muerto en Burundi después de que la violencia estallara a finales de abril. Miles de burundeses han salido a las calles de la capital, Bujumbura, desde que el presidente Pierre Nkurunziza anunciara su intención de concurrir para un tercer mandato en las elecciones previstas para junio.

Los manifestantes han acusado al gobierno actual de violar la Constitución y el Acuerdo de Paz de Arusha, en el que se especifica que el presidente solo puede permanecer en el poder durante dos mandatos. Dicho acuerdo estaba destinado a allanar el camino para la democracia y poner fin a una sangrienta guerra civil librada entre hutus y tutsis en la última década del siglo pasado.

Mientras que la tensión aumenta en las últimas semanas, por lo menos 40.000 personas han huido del país.

La historia reciente de Burundi está marcada por la violencia desde la colonización belga hasta nuestros días.

La «teoría hamítica» de la colonización

En muchas partes del continente africano, la colonización creó tribus o etnias manipuladas en las sociedades indígenas para asentar la dominación, según el viejo principio de «divide y vencerás». Siguiendo esta lógica, la colonización belga que se inició en Ruanda y Burundi entre 1916 y 1918, tras la alemana, modificó las relaciones tradicionales entre hutus y tutsis: se desarticuló la sociedad, se fortalecieron los antiguos antagonismos y fomentaron las rivalidades, con la consiguiente competición por el poder entre dichos grupos.

De este modo, la sociedad burundesa fue clasificada a partir de criterios físicos y morales. Los tutsis (nobles, ganaderos y dominadores) y hutus (campesinos, agricultores y dominados). Nació así la «teoría hamítica», que hacía de los tutsis, considerados como inteligentes y destinados a gobernar, una raza superior a los hutus, de origen bantú, destinados a obedecer.

Independencia y masacres

En 1962 Burundi se independizó de Bélgica y se separó de Ruanda. Comenzó bajo la forma de una monarquía constitucional liderada por el rey Mwambutsa IV, pero al poco tiempo se inició un ciclo sangriento de golpes de Estado y asesinatos étnicos que marcaron su historia postcolonial.

En 1972 y en 1988 se desataron dos matanzas masivas de hutus a manos del ejército, entonces dominado por lostutsis. De acuerdo con un informe elaborado por el analista político franco-americano René Lemarchand: «El aumento constante de enemistades entre hutus y tutsis, acompañado de la exclusión más o menos sistemática de los hutus de las instituciones de gobierno, se vieron como el elemento central de las matanzas».

Un manifestante herido en las calles de Bujumbura, Burundi (AFP)
Un manifestante herido en las calles de Bujumbura, Burundi (AFP)

A principios de 1994 el parlamento eligió a otro presidente, Cyprien Ntaryamira, pero en abril del mismo año murió junto con el presidente de la vecina Ruanda cuando el avión en el que viajaban fue derribado en Kigali. La ola de matanzas entre hutus y tutsis desembocó en una guerra civil que duró una década y acabó con la vida de 300.000 personas, según Naciones Unidas.

En el año 2000, las facciones en guerra llegaron a un Acuerdo de Paz en Arusha. Se puso fin al conflicto y se establecó un sistema de poder compartido entre los dos grupos. En 2002, el informe final de la Comisión Internacional de Investigación para Burundi calificó las masacres de 1972 y de 1994 como genocidios.

Hoy, doce años después, Burundi se encuentra en una frágil situación. La población puede dar un paso hacia delante en la defensa de la paz y la democracia o, por el contrario, dar un paso hacia atrás que lleve a una nueva guerra civil.

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