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Escenas de horror en el monte Everest

Al menos 22 alpinistas muertos y 200 desaparecidos en el techo del mundo por causa del devastador terremoto en Nepal

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El valle del Khumbu es un hervidero de montañeros cada primavera, la vía de acceso por Nepal al Everest (8.848 metros). Un año después del alud que sepultó a 16 sherpas en la cascada de hielo situada entre el campo base y el campo 1, trágico suceso que supuso la cancelación de todos los planes, se abría una nueva temporada con una ruta técnicamente más difícil, pero más segura, que evitaba el «hombro oeste» del coloso por donde ascendía gente con poca experiencia y donde se produjo el fatal desprendimiento. La previsión del Consejo de Turismo de Nepal era que unas 40 expediciones afrontaran durante estos meses el reto de atacar el techo del mundo. Algunas volvían después de la decepción de 2014 y se han topado con un drama mucho peor en 2015.

Ochocientas personas se encontraba estos días en el campo base esperando una ventana de buen tiempo (las fuertes nevadas habían dificultado los ataques a la cumbre), muchas de ellas encajadas en viajes comerciales que pagan unos 10.000 euros por el sueño del Everest. Entonces, una avalancha de hielo y rocas procedente del Pumori, montaña de 7.191 metros al que los alpinistas llaman «La hija del Everest», arrasó el campamento. El resultado: 22 muertos y más de 200 desaparecidos hasta el momento. Un año más, la temporada de ascensiones al Everest ha tocado a su fin prácticamente antes de empezar. Es como si el Sagarmatha («La frente del cielo», como se le llama en Nepal) no quisiera ver a los alpinistas en sus dominios.

Una gigantesca ola blanca

«Corrí y corrí, y la ola, como un edificio blanco de 50 pisos, me aplastó. Traté de levantarme y el alud me abatió de nuevo», relata a la agencia Afp el biólogo George Foulsham, procedente de Singapur, uno de los supervivientes de la tragedia. «No podía ni respirar, pensé que iba a morir. Cuando finalmente me puse de pie, la ola había pasado por encima de mí». Foulsham había vuelto después de la cancelación de la temporada anterior. «He ahorrado durante años para subir el Everest, pero parece que la montaña nos está diciendo que no quiere que lo hagamos por ahora. Es más que una coincidencia que esto haya ocurrido dos años consecutivos».

Ellen Gallant, cardióloga estadounidense, trató de ayudar a los heridos, pero no pudo salvar la vida de un joven sherpa. «Hemos trabajado toda la noche en una tienda habilitada para las víctimas, en unas condiciones bastante rudimentarias», relata. Para Kanchaman Tamang, cocinero nepalí empleado por la agencia de trekking británica Jagged Globe, que vivió el siniestro de 2014, la experiencia ha sido terrible. «Estaba en la carpa-comedor cuando la avalancha se llevó el toldo por delante», recuerda. «Después del desastre del año pasado, no estaba preocupado. Le dije a mi familia que trabajaba a salvo en el campo base. Ahora la temporada ha terminado, las carreteras están destruidas. No creo que regrese en 2016, esta montaña me ha infligido demasiado dolor».

Asturianos desaparecidos

Cuatro montañeros asturianos que se encontraban en Nepal siguen sin contactar con sus familiares, según han confirmado fuentes del Gobierno del Principado. Son componentes del Grupo de Montaña Ensidesa y viajaban a la zona este del Himalaya, donde las comunicaciones se han visto afectadas por el terremoto. Por otra parte, los también españoles Javier Camacho y Ricardo Fernández, que se hallan en el campo base del Everest, están «muy afectados psicológicamente, cansados y tensos», pero confían en poder salir hoy en algún helicóptero que los evacúe. «Estamos asustados pues los rumores sobre posibles nuevos temblores no cesan», señalaron a Efe. Tenían la intención de afrontar la ascensión del vecino Lhotse (8.516 metros, el cuarto pico más alto del mundo). Hasta tres veces tuvieron que dejar a la carrera sus tiendas la última noche, porque en cuanto alguien escucha un ruido el pánico se apodera de los supervivientes.

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