La canciller alemana, Angela Merkel (d) y el primer ministro griego, Alexis Tsipras (i)
La canciller alemana, Angela Merkel (d) y el primer ministro griego, Alexis Tsipras (i) - efe

Merkel y Tsipras se enzarzan en un diálogo de sordos sobre Grecia

El primer ministro y líder de Syriza no desmiente en Berlín que a finales de abril su Gobierno no contará ya con dinero para pagar a sus funcionarios

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El primer ministro griego Alexis Tsipras vuelve a Atenas con el mensaje de que no existen los atajos políticos que pretende para resolver los gravísimos problemas financieros de su país. Aunque en esta visita a Berlín ha tenido ocasión de volver a explicar su tesis de que quiere hacer compatibles sus promesas electorales con los compromisos asumidos por su país para recibir el dinero de la asistencia financiera, la canciller alemana Angela Merkel le ha dicho lo de siempre, que tiene que poner en marcha las reformas que le pide el Eurogrupo. Desde Bruselas, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, le envió un mensaje cuanto menos amenazante al reconocer, por primera vez, que el BCE ya analiza las consecuencias de una salida del euro de Grecia en su cartera de deuda.

La visita de Tsipras a Berlín, la primera desde que llegó al poder y a invitación de la canciller Merkel, se produjo en un contexto en el que se considera que la situación financiera de este país es de lo más acuciante. En la rueda de prensa se le preguntó abiertamente al primer ministro populista si es cierto que el mes de abril el Estado griego no podrá cumplir con sus obligaciones y no lo desmintió, aunque aseguró que están buscando la solución: «Sería extraño que yo dijera que estoy aquí para pedirle a Merkel dinero para pagar los sueldos el mes que viene», dijo el griego. Entre otras cosas porque la canciller acababa de explicar allí mismo que ella se niega a «hacer promesas» de lo que vaya a pasar en un proceso que tiene lugar en el Eurogrupo y en el que Alemania «es un país más» a la hora de decidir si el fondo de rescate debe o no desembolsar los créditos para ayudar a Grecia. Merkel reconoció que tenían que hablar de la cuestión de la deuda griega, pero también que de este encuentro en Berlín «no deben esperarse decisiones» que competen a todos los miembros del Eurogrupo y las demás instituciones implicadas.

En su comparecencia ante el Parlamento Europeo, el presidente del Banco Central Europeo, que también estuvo en la cena restringida del jueves al viernes en el Consejo Europeo, mantuvo la línea de exigir a Tsipras que asuma las reglas pactadas en la zona euro y que lo importante es «restablecer la confianza entre el Gobierno griego y las instituciones», es decir, la antigua Troika, para permitir que se apliquen los mecanismos de ayuda. Lo hizo en un tono en general relativamente optimista, pero por si acaso y a la pregunta de si el BCE está considerando o no el escenario de una salida de Grecia de la zona euro, Draghi dijo que en el banco «es una práctica normal considerar todo tipo de riesgos».

Sin embargo, en Berlín y ante Merkel el griego no dio síntomas de que esté sintiéndose apremiado por la situación. Es más, insistió en sus tesis de que la culpa de la crisis griega no es solo suya sino del programa que se ha aplicado en el país a instancias de las instituciones europeas y el Fondo Monetario Internacional y que está dispuesto a trabajar para “buscar un equilibrio entre las normas europeas y la voluntad del pueblo”.Tsipras dijo, como otras veces, que respetará los acuerdos, pero «con determinadas prioridades», porque no renuncia a su intención de gobernar en favor de la cohesión social y apoyándose en lo que él llama « medidas humanitarias» para apoyar a los más efectados por la crisis a causa a su juicio de las recetas de la “troika”.»El programa de rescate no fue una historia de éxitos, sino que tuvo consecuencias catastróficas en nuestra economía. Debemos desembarazarnos de lo que se ha hecho estos años», añadió el líder de Syriza.

Y aunque Tsipras dijo que quería obrar para «acabar con los estereotipos» que están envenenando las relaciones entre los dos países, volvió a sacar el espinoso tema de las reparaciones de la ocupación durante la II guerra mundial, que es probablemente el peor camino para tener a la canciller alemana de su lado. Merkel mencionó que después de 70 años está convencida de que el logro de la paz es el mejor resultado de Europa, pero Tsipras insistió en que Grecia espera una « reparación moral por los crímenes de la ocupación» y que eso es «vital para nosotros». Algunos socios de su coalición insisten en que Alemania debe compensar económicamente y en Grecia hay uncluso una ley que permitirtía requisar las propiedades alemanas en territorio griego a modo de garantía de ese pago. Alemania considera este terreno completamente inadecuado y, en todo caso, no ayuda a mejorar la simpatía de la opinión pública.

Después de la rueda de prensa ambos líderes se volvieron a reunir para cenar y es de suponer que aprovecharon para seguir la discusión en el mismo tono que reproduce el diálogo de sordos en que se han convertido las negociaciones con el Gobierno griego. La enésima promesa de que presentarán la nueva lista de reformas sigue sobre la mesa y los elementos más benévolos dentro de la Comisión Europea sigue creyendo que no se puede excluir que esta misma semana se convoque una reunión del Eurogrupo para poder bendecir eventualmente esa relación de proyectos aprobados por los inspectores de la vieja «troika» y desbloquear así los fondos que Grecia necesita para no tener que declararse en bancarrota. Pero si hay que hacer caso a los aguijonazos que lanzó Tsipras en su comparecencia junto a Merkel -cuando pidió ayuda a Alemania para luchar contra la corrupción, pero citando un emblemático caso en el que están involucradas firmas alemanas- no se puede descartar ningún escenario, incluso los peores.

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