Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía
Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía - reuters

La libertad de prensa en Turquía, de nuevo en horas bajas

El gobierno turco utiliza todos los recursos del estado para controlar los medios de comunicación y silenciar a los críticos

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«No hay lugar en el mundo donde la prensa sea tan libre como en Turquía», aseguraba el pasado diciembre el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Una afirmación tan risible que nadie, salvo sus partidarios más incondicionales, se la toma en serio. El mandatario turco, de hecho, trataba de defenderse de las críticas que le llovían por la detención de más de dos decenas de periodistas y profesionales de los medios de comunicación, arrestados días antes por la policía en una operación realizada simultaneamente en trece provincias del país.

Casi todos los detenidos trabajaban para medios vinculados con el movimiento del teólogo Fethullah Gülen, convertido en el peor enemigo del ejecutivo de Erdogan después de haber instigado una operación anticorrupción que estuvo a punto de hacer caer a su gobierno

. Entre ellos se encontraba Hidayet Karaca, jefe del grupo televisivo «Samanyolu», así como Ekrem Dumanli, editor jefe del diario «Zaman», a quien se acusaba de «formar y liderar una organización terrorista». Dumanli fue incomunicado durante más de 72 horas sin ser siquiera interrogado. «Si esta es la situación del editor jefe del diario más vendido de Turquía, esto nos da una idea del estado de la libertad de prensa en el país», protestaba por aquellos días Mehmet Kamis, subdirector del periódico, en un encuentro con periodistas extranjeros al que acudió ABC

«Aproximadamente el setenta por ciento de los medios turcos están bajo el control total del gobierno. El grupo «Zaman» es el único que no se pliega a sus exigencias», afirmó Abdülhamit Bilici, columnista de ese diario. «Desde hace tiempo se rumoreaba que los medios del «Hizmet» [el nombre con el que se autodenomina la cofradía Gülen] iban a ser represaliados, como así ha sido», indicó. Tanto Dumanli como Karaca se encuentran a la espera de ser juzgados.

Las detenciones se produjeron justo en un momento en el que el Comité para la Protección de los Periodistas acababa de reconocer que en Turquía «solo» quedaban siete profesionales de los medios de comunicación en prisión, una cifra muy alejada del medio centenar largo de los años anteriores, el mayor número de periodistas encarcelados en ningún país del mundo, muy por delante de China e Irán. Pero desde entonces, toda una nueva serie de incidentes han puesto de manifiesto hasta qué punto el gobierno turco está dispuesto a imponer restricciones a la libertad de prensa.

La corrupción, fuera del ojo público

La presentadora de televisión Sedef Kabas, por ejemplo, se dio de bruces con estas restricciones el pasado 30 de diciembre, cuando la policía se personó en su casa para detenerla. El motivo era un tuit que había escrito dos semanas antes, diciendo: «No olvidéis el nombre del juez que ha decidido no seguir adelante con el proceso del 17 de diciembre», tal y como se conoce en Turquía la operación anticorrupción contra miembros del entorno cercano de Erdogan aparentemente orquestada por policías y fiscales leales a Gülen.

Kabas protestaba así por la decisión judicial de levantar los cargos contra los acusados, una medida tomada después de que el Ministerio de Justicia hubiese sustituido a los fiscales y jueces encargados del caso en primer lugar. Pero ese simple comentario podría salirle muy caro: ahora la fiscalía pide para ella 5 años de cárcel, acusada de «calumniar y amenazar a funcionarios».

«Estos sucesos reflejan la desproporción de los procedimientos, y parecen la puesta en práctica de venganzas políticas», indica Erol Önderoglu, de Reporteros Sin Fronteras Turquía. «Más de cuarenta profesionales de los medios fueron puestos en libertad el año pasado. Pero los medios han sido profundamente afectados por el increíble impacto del conflicto político entre el gobierno y los partidos de oposición. La falta de transparencia, el rechazo a luchar contra la corrupción, la intolerancia hacia las críticas de los medios, las caricaturas y todas las formas de expresión artística alimentan más y más las diferencias», dice a ABC.

Búsqueda del control de los medios

Los más afectados han sido, sin duda, los medios afines a Gülen. «A los académicos y a los líderes de opinión se les presiona para que no nos den entrevistas o aparezcan en nuestros medios», dice Metin Yikar, editor jefe de «Samanyolu TV», también del grupo «. «Han creado esta presión, yendo casa por casa, diciéndole a la gente que no compre nuestro periódico. Han presionado a nuestros distribuidores, y todas las compañías que quieran poner anuncios en nuestro medio, algo lógico teniendo en cuenta que es el más vendido de Turquía, son sujetas a supervisión financiera y a muchas las multan», afirma.

En el mismo sentido se expresa Önderoglu: «Para incrementar su poder y sus apariciones en el país y en el mundo, el presidente Erdogan presiona a los jefes de los medios. Cientos de grandes periodistas, miembros de las redacciones y reporteros son sometidos a una limpieza ideológica y fueron despedidos el año pasado», asegura. «Aunque los medios progubernamentales están perfectamente adaptados al gobierno, los medios críticos son atacados verbalmente por representantes gubernamentales», añade.

Recientemente se han producido otros ejemplos destacados, como el procesamiento de la periodista holandesa Fréederike Geerdink por «hacer propaganda terrorista», o la investigación judicial al diario «Cumhuriyet» por haber reproducido partes del semanario satírico «Charlie Hebdo», en solidaridad con la publicación francesa tras el sangriento atentado de París del pasado mes.

Una falsa mejora

El pasado 12 de febrero, Reporteros Sin Fronteras emitió su informe anual sobre libertad de prensa, en cuyo índice Turquía aparece en el puesto 149 de 180 países. Se trata de un ligero incremento respecto al año pasado, que se debe sobre todo a la puesta en libertad de cuarenta de los reporteros detenidos en años anteriores, y a que en el momento de haber sido elaborado todavía no se había producido la oleada de detenciones contra periodistas del movimiento Gülen.

Además, en otros parámetros como la independencia de los medios, el pluralismo, la censura digital, el marco legal, la autocensura y los despidos de periodistas críticos, la situación, de acuerdo con RSF, sigue empeorando año tras año.

«No podemos decir que el concepto de libertad de expresión haya encontrado su lugar en Turquía, particularmente debido a la manipulación de la judicatura y a la mentalidad que representa el gobierno. El propio Erdogan ha abierto cientos de casos contra columnistas, reporteros, dibujantes y adolescentes por sus críticas», asegura el representante de RSF, refiriéndose a casos como el de Mehmet Emin Altunses, el adolescente de 16 años imputado por «insultar a Erdogan» durante una manifestación estudiantil, o la modelo Merve Büyüksaraç, ex «Miss Turquía», que compartió un poema en su cuenta de Instagram que la fiscalía ha encontrado ofensivo para el presidente turco. «Turquía debería tener un mejor adalid de la libertad de los medios que Erdogan», concluye Önderoglu.

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