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Al Qaida y el Estado Islámico pugnan por capitalizar el terror

La dos bandas mantienen una sangrienta rivalidad por el liderato de la yihad

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La confesión de Cherif Kouachi, uno de los autores del atentado contra el semanario «Charlie Hebdo», de que su sangriento ataque lo hacía en nombre de Al Qaida en la Península Arábiga no ha sorprendido a los especialistas en terrorismo. Hace tiempo que los expertos temían que Al Qaida hiciera un atentado espectacular y sangriento para recuperar el liderazgo yihadista en la rivalidad que mantiene frente al cada vez más popular «califato» proclamado por el Estado Islámico (EI) en territorio sirio e iraquí.

«La competición ya ha empezado», aseguraba Magnus Ranstorp, un experto en movimientos islamistas del Colegio Nacional de la Defensa de Suecia después de que el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi, se autoproclamase califa y líder del mundo musulmán.

Rompía, además, con el actual dirigente de Al Qaida, Ayman Al Zawahiri, después de que este confirmase al llamado Frente Al Nusra como su único representante en Siria y desautorizase la expansión de lo que hasta poco antes había sido Al Qaida en Irak.

La proclamación del «califato» en extensas franjas territoriales de Irak y Siria, y la desaparición efectiva de la frontera entre ambos países, fue un espectacular golpe propagandístico para el Estado Islámico. «Ahora, Al Bagdadi puede decir: ‘‘Mirad lo que hemos conseguido, mientras vosotros estáis en algún lugar, no sabemos donde, hablando por internet’’», advertía Ranstorp.

Por ello, muchos analistas venían señalando que Al Qaida estaba «desesperada» por conseguir atentar de nuevo en algún país occidental para mantener su prestigio. Tampoco sorprende el tipo de acción perpetrada: un grupo reducido de militantes atacan un objetivo de gran valor simbólico, conforme a las nuevas líneas de actuación que la organización de Al Zawahiri lleva promoviendo los últimos años.

Cambio de tendencia

«Hay un cambio de tendencia», explica a ABC Javier Jordán, profesor de la Universidad de Granada y experto en terrorismo. «Detrás de los atentados complejos suelen estar organizaciones con recursos, cuadros cualificados y capacidad para coordinar. En ese sentido la principal amenaza para Estados Unidos y Europa ha sido Al Qaida Central. Pero conforme esta organización se ha visto debilitada por la acción norteamericana, han recogido el testigo otros actores colectivos o individuales, pero en su mayoría no vinculados a organizaciones superiores, que han optado por complots más sencillos técnicamente», señala.

De hecho, el antiguo líder de Al Qaida en la Península Arábiga, el estadounidense de origen yemení Anuar Al Awlaki, ha sido uno de los principales impulsores de esta estrategia, favoreciendo, por ejemplo, la acción de los llamados «lobos solitarios», individuos que deciden atentar por su cuenta. Su mayor éxito fue la matanza de Fort Hood, en Texas, cuando el mayor y psiquiatra del ejército estadounidense Nidal Malik Hassan mató a 13 de sus compañeros e hirió a otros treinta.

Hassan se había radicalizado en internet, y posteriormente se descubrió que había intercambiado correspondencia con Al Awlaki. También Kouachi, en su entrevista con BFMTV, aseguró haber estado en contacto con este líder yihadista durante un viaje a Yemen, antes de que este fuese abatido por un dron estadounidense en 2011.

Pero la competición con el Estado Islámico no se limita a lo militar. El Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaida, trabaja asimismo para establecer un emirato islámico en Siria como parte de un futuro califato global, uno de los objetivos históricos de la organización. Y al igual que el EI, trata de convertir los territorios bajo su control en un estado funcional, según indica un reciente informe del Instituto para el Estudio de la Guerra, con base en Washington.

«Las operaciones militares del Frente Al Nusra son solo un componente de una campaña más amplia para establecer las condiciones para la transformación de Siria en un estado islámico para Al Qaida. El Frente Al Nusra potencia estas operaciones con un esfuerzo igualmente importante de bienestar social», asegura Jennifer Cafarella, analista de este «think tank» con base en Washington. «El Frente Al Nusra ha adoptado un papel de benefactor y guardian de una población sacudida por la guerra, complementando y acentuando su papel como la fuerza militar predominante contra el régimen», escribe Cafarella, permitiendo de esta forma «el establecimiento gradual de la "sharia" (ley islámica) en los territorios bajo su control. Lo mismo que intenta hacer el Estado Islámico.

Bases antioccidentales

En ambos casos, se teme que tanto las zonas dominadas por el EI como las del Frente Al Nusra acaben convirtiéndose en bases desde las que lanzar atentados contra países occidentales. Y la gran pregunta que se hacen los servicios de seguridad es: ¿cuántos individuos de este tipo, musulmanes con pasaporte occidental y una estancia como yihadistas en el extranjero, han vuelto a sus países y están dispuestos a atentar?

Según informó ABC en octubre, la CIA calcula que alrededor de dos mil militantes de organizaciones yihadistas en Siria e Irak disponen de nacionalidad occidental. Los parlamentos de países como el Reino Unido y Holanda han comenzado en los últimos meses a adoptar medidas legales para impedir el regreso de aquellos ciudadanos que viajen para hacer la yihad en otros países. El mayor peligro, no obstante, no lo representan aquellos que siguen fuera, sino los que ya han regresado.

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