Barack Obama embarca en el Air Force One con rumbo a Pekín, donde asistirá a la Cumbre Asia-Pacífico
Barack Obama embarca en el Air Force One con rumbo a Pekín, donde asistirá a la Cumbre Asia-Pacífico - AFP
Estados Unidos

Obama se autodestruye en su intento de cambiar a fondo los Estados Unidos

El presidente trata de desvincular la derrota demócrata en las legislativas de su gestión en la Casa Blanca

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Barack Obama comenzó diciendo que había «escuchado» a los votantes, pero terminó su comparecencia poselectoral dando a entender que la derrota de los demócratas del martes era un mensaje que a él no le incumbía, pues en las legislativas votó menos gente que en las presidenciales, que son a las que él se debe. Y eso que, según sondeos a pie de urna, el 33 por ciento de los electores votaron para expresar rechazo al presidente.

No es la primera vez que Obama lee a su manera unos resultados electorales. Su reelección de 2012 no fue el paseo de 2008, y sin embargo su segundo mandato lo comenzó con un enfrentamiento con los republicanos.

Solo un mes después de ser reelegido, su presidencia comenzó a descarrilar cuando en diciembre de 2012 veinte niños murieron en un tiroteo en una escuela de Connecticut.

En ocasiones da la impresión de que a Obama le puede la ideología, y esta vez, contra todo sentido de la realidad política, se empeñó en intentar restringir la venta de armas. A la luz de su victoria sobre Mitt Romney, no tan amplia, creyó que tenía la fuerza para sacar adelante esa medida. El asunto fue rechazado por el Senado, donde los demócratas tenían mayoría. En esa batalla, Obama perdió tiempo y fuerza. Fue algo que «marcó el tono de fracaso de su segundo mandato», dice «The Washington Post».

Crisis de liderazgo

Desde entonces las crisis de liderazgo se sucedieron: falta de acuerdo sobre el gasto presupuestario, que llevó al cierre de la Administración por unos días; revelaciones de secretos de la Agencia Nacional de Seguridad por parte de Edward Snowden; fallos de la implementación en internet de los seguros de salud de su reforma sanitaria, que acabarían significando la marcha de la ministra de Salud; largas listas de espera de los veteranos del Ejército en los hospitales, que llevaron a la dimisión del secretario de Veteranos; emergencia por la llegada de miles de niños sin sus padres a la frontera con México, y desconcierto en las primeras semanas de la lucha contra el ébola en Estados Unidos.

En cuanto a política exterior, la renuncia a un ataque de castigo a Siria por el uso de armas químicas cuarteó la autoridad de Obama ante otras potencias. Significativamente, Rusia comenzó después sus acciones contra Ucrania. Los estadounidenses no desean otra guerra, pero «castigan la falta de liderazgo», ha dicho el analista Robert Kagan. La escalada en la lucha contra el Estado Islámico, además de poco efectiva de momento, contradice el mensaje con el que Obama inauguró su segundo mandato: «La paz permanente no requiere una guerra perpetua».

Sin disposición al diálogo

La Casa Blanca se ha quejado con frecuencia de la poca disposición de los republicanos al diálogo, pero tampoco Obama se ha prestado al mismo. En lugar de propiciar un clima de confianza, el presidente se dedicó a recorrer el país para levantar a la opinión pública contra los republicanos.

Su falta de cintura política a la hora de intentar reformar el país y la política norteamericana ha sido criticada por el mismo hombre a quien el presidente puso al frente de la CIA y del Pentágono, Leon Panetta: «Obama afronta los asuntos como un profesor de Derecho, mostrando la lógica de su posición», escribió Panetta en unas recientes memorias muy mal recibidas por la Casa Blanca. «Mi experiencia en Washington es que la lógica sola no funciona. Una vez presentas tu posición tienes que arremangarte y luchar para que se cumpla». Panetta, que fue jefe de gabinete de Bill Clinton, asegura que la diferencia con este es que «a Clinton le gusta la política; a Obama no le gusta el proceso de implicarse en el juego político».

En vista de que volver a la población contra los republicanos no servía para abrir camino a sus iniciativas en el Congreso, el equipo de Obama diseñó una nueva estrategia para 2014: regular por decreto, saltándose así la colina del Capitolio. Un informe de Dan Pfeiffer, uno de los principales asesores de la Casa Blanca, advertía de que Obama había actuado como primer ministro, confiando demasiado en que los legisladores hicieran su trabajo, pero que él debía ejercer de presidente.

Así, utilizando las llamadas «executive orders», Obama ha regulado su agenda medioambiental. Otro gran asunto que pensaba abordar por decreto era el de la reforma inmigratoria. Estuvo a punto de anunciarlo al final del verano, pero muchos demócratas temerosos de perder las elecciones de noviembre le convencieron de posponer la medida.

Cuando Bill Clinton perdió las dos Cámaras del Congreso, se aprestó a un cambio de políticas, George W. Bush quitó al polémico Donald Rumsfeld de secretario de Defensa, y Ronald Reagan cambió a parte del personal de la Casa Blanca. Obama no reconsidera su estrategia, sino que insiste en ella. Ha anunciado que antes de fin de año aprobará el decreto para legalizar a buen número de inmigrantes sin papeles, si el Congreso no actúa.

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