El misterioso cadáver de Andreu Nin: la ejecución de la Guerra Civil que todavía incomoda a la izquierda

El famoso líder marxista catalán desapareció a finales de mayo de 1937 en Madrid, dando lugar a uno de los mayores enigmas de la contienda sobre el que el Gobierno de Zapatero intentó imponer el silenció siete décadas después

El dirigente marxista Andreu Nin desapareció sin dejar rastro en 1937, supuestamente asesinado por los comunistas AGUSTÍN CENTELLES

Israel Viana

A finales de junio de 1937, Barcelona entera apareció llena de pintadas con la siguiente pregunta: «¿Dónde está Andreu Nin ?». Han pasado 84 años y la respuesta sigue siendo un misterio. Nadie sabe a ciencia cierta dónde y cómo fue asesinado el famoso dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) , quién lo ejecutó y en qué lugar fue arrojado el cadáver. Pero lo más curioso es que la cuestión se encuentra todavía hoy en el centro de una polémica que se extiende mucho más allá de su interés historiográfico y alcanza al ámbito política.

Así quedó de manifiesto a principios de mayo de 2008, cuando ABC publicó la noticia del hallazgo de una fosa común en Alcalá de Henares con cinco cadáveres de la Guerra Civil. Según informaba este diario, los responsables creían que había grandes posibilidades de que allí se encontraran los restos de Nin. El dato no pudo ser confirmado, pero el artículo incidía también en cómo había sido abordada esa posibilidad por parte del Gobierno del socialiasta José Luis Rodríguez Zapatero, como si el fantasma del líder marxista todavía les incomodara :

Mitín de Andreu Nin, en 1936 ARCHIVO ABC

« La fosa con el amasijo de huesos humanos, entre los que hay al menos un cráneo con un agujero de bala y dos tibias fracturadas, se encuentra muy cerca del que fue el cuartel general de la Aviación republicana durante la contienda. Según diversas fuentes históricas, fue allí donde agentes soviéticos y españoles de la NKVD , la policía secreta de Stalin, torturaron a Nin durante días ante la pasividad del Gobierno republicano. De este edificio fue sacado para su ejecución, aunque el Partido Comunista difundió la rocambolesca historia de que había sido liberado por la Gestapo alemana.

Al contrario de lo que viene sucediendo en los últimos años, donde se han multiplicado con gran difusión las exhumaciones de víctimas de la represión franquista, la aparición de estos restos se ha visto rodeada de un espeso silencio oficial. Desde el Ministerio de Defensa, no se ha comunicado a la opinión pública el macabro descubrimiento realizado hace una semana en instalaciones de su competencia. Tampoco se ha informado desde la Vicepresidencia del Gobierno, responsable de la redacción de la Ley de Memoria Histórica mediante la que el propio Zapatero se comprometió a que el Ejecutivo facilitaría toda la información disponible sobre los terrenos en que se localizasen restos de víctimas de la Guerra Civil. ABC se puso en contacto con el Ministerio de Defensa para confirmar estos hechos, pero aseguran desconocer la existencia de los mismos ».

Stalin, irritado

Lejos de ser un tema cerrado, pues, este asesinato ha seguido generando discusiones entre los historiadores y algunos políticos. En las semanas posteriores a la publicación del hallazgo, ABC siguió publicando más aspectos relacionados con su desaparición, como los testimonios de sus familiares. Y en octubre del mismo año, el expresidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina y el investigador Lorenzo Hernández publicaron un artículo titulado ‘Andreu Nin. Muerto sin sepultura’ , en el que relataban las gestiones que llevaron a cabo desde el Gobierno regional, en 1993, con el objetivo de buscar los restos del líder marxista. No tuvieron éxito.

Las discusiones en torno a la suerte que corrió surgieron en el mismo momento de su detención el 16 de junio de 1937. El historiador Andreu Navarra recoge la posible causa en el recién publicado ‘La revolución imposible: Vida y muerte de Andreu Nin’ (Tusquets). Cuenta que, un mes antes, Stalin recibió una página del periódico ‘Adelante’ que lo desató todo: «Aquellas palabras impresas le hicieron estallar de ira. Sabemos también que le envió inmediatamente un cablegrama al consejero militar Grigori Shtern, alias Sebastián, que operaba en Madrid, donde le exigía que visitara al presidente Largo Caballero y le conminara a desmentir lo que la prensa del POUM iba aireando: que Stalin era un tirano y sus seguidores, unos contrarrevolucionarios. Si no lo hacía, amenazaba con cortar los suministros a la República».

El dictador comunista había ordenado no solo castigar ejemplarmente a los responsables de dichas calumnias, sino que redujo de forma ostensible la cantidad y la frecuencia de los materiales que enviaba a España. Además, no era la primera vez que este diario editado por el POUM atacaba la política de la Unión Soviética y de sus satélites en España. Juan Ventura, por ejemplo, ya había vertido acusaciones tan graves como esta en un artículo de febrero: «Todos los dirigentes comunistas de Cataluña, al igual que los de España, no piensan, no discurren, no pueden tener ni una idea propia. Para comentar cualquier suceso, por insignificante que sea, tienen que esperar a que el ‘padrecito Stalin’ les ordene cómo tienen que hablar».

La desaparición de Nin

Entre los militantes del POUM no había dudas de que había sido asesinato por agentes stalinistas, aunque no tuvieran constancia de ello. Así lo defendieron otras dos revistas clandestinas que esta formación empezó a publicar en aquel momento: ‘La Batalla’ y ‘Juventud Obrera’. La teoría fue apoyada públicamente por destacados líderes del movimiento obrero europeo, como Victor Serge o el propio León Trotsky. Sin embargo, el Partido Comunista insistía en la versión elaborada desde Moscú, que presentaba a Nin como un dirigente de la quinta columna al servicio de Franco que había huido a «Salamanca con los sublevados o a Berlín con los nazis» .

Un año después, en mayo de 1938, un destacado militante del POUM, Ignacio Iglesias, publicó un informe anónimo sobre la represión que estaban llevando a cabo los comunistas, bajo la tutela de Stalin, contra determinados elementos del mismo bando republicano. En él le dedicaba un apartado a Andreu Nin. En él aseguraba que, tras su detención en Barcelona, fue trasladado a Valencia y, después, a Madrid. Decía que pasó varios días en diferentes checas hasta que fue enviado a uno de los locales que el PCE poseía en Alcalá de Henares con el objetivo de «hacerlo desaparecer y dar a entender que había sido raptado por la Gestapo alemana».

La noticia de su detención fue publicada por el ABC de Madrid, en manos de los republicanos, el 18 de junio. El día 23, el mismo diario informaba de la visita que Lluís Companys había realizado a la mujer de Nin . Al parecer, esta le pidió al presidente de la Generalitat que intercediera en su traslado a Barcelona. Olga Tareeva no sabía que su esposo, a esas horas, ya estaba muerto. Aún así, fue a entrevistarse con los ministros de Justicia, Manuel de Irujo, y de Gobernación, Julián Zugazagoitia, antes de que acabara el mes. Tenía la esperanza de que siguiera vivo, pero ambos reconocieron que no tenían conocimiento de su detención ni de la clausura de los locales del POUM. Irujo, además, estaba convencido de que seguía vivo, aunque «sea muy difícil encontrarlo».

El célebre hispanista Hugh Thomas apunta a que fue trasladado en coche desde Barcelona e internado en la Catedral de Alcalá de Henares, que funcionaba como una cárcel del NKVD soviético. Afirma que pudo haber sido asesinado en el parque de El Pardo,​ cerca de Madrid, aunque la ubicación de sus restos continúa siendo uno de los mayores enigmas de la guerra. Según Paul Preston, fue desollado el 22 de junio por orden del general Alexandre Orlov ​ con ayuda de Iósif Grigulévich. Este último era un agente de Stalin especializado en la eliminación física de personas desafectas con su régimen de Moscú que, además, jugó un papel central en el asesinato de Trotski.

Desde entonces, aquel misterio ha seguido muy presente, como una herida abierta en la izquierda. El mismísimo Trotsky habló de él en agosto de 1937, aunque no hubiera cadáver de por medio: «Se esforzó por defender la independencia del proletariado español contra las maquinaciones burocráticas de la pandilla en el poder en Moscú. Ese fue su único crimen, y lo pagó con su vida», escribió. En 1939, ABC otorgó su premio Mariano de Cavia a un artículo de José Losada de la Torre publicado en la edición de Sevilla sobre la muerte del dirigente marxista. Su título: ‘Cómo se devoran entre sí los revolucionarios’ . Y hace cinco años, el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, le regaló al secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, el cómic ‘Andreu Nin, siguiendo tus pasos’. Había sido escrito por Lluis Juste de Nin, el sobrino del histórico comunista e incluía esta curiosa dedicatoria: «Para Pablo, como agradecimiento, para que conozca mejor la biografía de alguien que expresó muy bien el compromiso del obrerismo catalán en la lucha por los derechos nacionales como indisociables del proyecto social».

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