Apariciones y muertes inexplicables: el misterio del submarino «maldito» que sembró el pánico en la IGM

La tragedia acaecida en el Mar de Bárents nos trae a la memoria algunas de las peores tragedias de la historia de los sumergibles, alguna todavía sin esclarecer como la del UB-65 en 1917

Imagen del submarino UB-65, en el muelle de Brujas,, durante la Primera Guerra Mundial

Israel Viana

Algunos accidentes con submarinos ha quedado grabados en nuestra memoria en los último años. En último, en 2019, en el Mar de Bárents . Pero fue el desastre del ' Kursk ', en agosto del 2000, llevado a la pantalla por el danés Thomas Vinterberg . Otros coparon durante días las noticias de los periódicos y telediarios, como el que sufrió también Suecia en 1981, cuando el submarino nuclear soviético U-137 fue detectado frente a la costa de Karlskrona. Tal fue la crisis diplomática que ocasionó, que ABC lo calificó como «el incidente más grave desde la Segunda Guerra Mundial».

En incidente de 2019 en Rusia se saldó con 14 marineros muertos. La causa fue un incendio declarado en el interior del sumergible de investigación AS-12 de la Marina rusa. La embarcación está diseñada para navegar a grandes profundidades y se encontraba en el Mar de Bárents en aguas territoriales rusas. «Durante la realización de unas pruebas de batimetría se declaró un incendio. A consecuencia de ello, 14 submarinistas fallecieron por intoxicación de humo», señala el comunicado del Ministerio de Defensa. Han sobrevivido los otros 25 miembros de la tripulación, aunque no se sabe si están heridos.

En la mayoría de las tragedias ocurridas en los submarinos a lo largo de los siglos XX y XXI se han encontrado las causas. En el caso del incidente diplomático sueco del 2000, ABC incluso informó de que «el submarino descubierto llevaba armas atómicas». «De haberse tratado de un libro de ciencia ficción, el último capítulo del episodio del submarino soviético apresado por los suecos hubiera podido ser calificado de perfecto. No obstante, no se trata de una novela, sino de una trágica realidad. Los kilos de uranio detectados a bordo de aquel submarino soviético son capaces de causar una explosión atómica semejante a la producida en Hiroshima en 1945».

Un siglo después

Ninguna de estas respuestas tuvo el submarino alemán UB-65 cuando, de manera inexplicable, vio como muchos de sus ocupantes comenzaban a morir durante sus servicios en la Primera Guerra Mundial , a pesar de no entrar en combate. Uno de los sucesos más extraños y misteriosos que se produjeron en aquellos cuatro años de conflicto y que en casi toda la historia militar del siglo XX. Tanto que, aún hoy, un siglo después, no se ha encontrado ninguna explicación lógica a lo ocurrido.

El UB-65 era uno de los 105 submarinos con los que contaba Alemania en febrero de 1917, todos listos para entrar en acción. Este modelo, de la serie U-Boote era muy eficiente como para prever que pudiera sufrir tantos incidentes. En los tres primeros meses de 1917, de hecho, habían hundido ya más de un millón de toneladas enemigas. Y durante el mes de abril, otras 881.000. Una cifra récord que hizo temer a Gran Bretaña por la victoria de los alemanes.

Sin embargo, la realidad del UB-65 fue muy distinta. Según cuenta la leyenda, los trágicos sucesos de este submarino «maldito» comenzaron antes de ser botado al mar en los astilleros de Brujas (Bélgica). Su primera víctima fue, según el relato trascendido con los años, uno de los operarios que trabajaban en cubierta, el cual fue aplastado por una viga que quedó suelta tras romperse las cadenas que la sujetaban. Poco después, cuando fue lanzado al agua por primera vez en 1917, otros tres tripulantes fallecieron asfixiados en la sala de máquinas por los gases del motor. Al parecer, estaban comprobando la maniobrabilidad del buque, pero nunca nadie se explicó por qué no salieron tranquilamente cuando detectaron los primeros problemas o el olor del gas, puesto que les habría dado tiempo de sobra.

Sin tiempo para guardar el luto

Todos estos extraños sucesos fueron difundiéndose entre los marinos del Ejército y los mandos alemanes, que no encontraron ninguna explicación a pesar de las investigaciones. Y continuaron cuando el UB-65 comenzó a realizar unas maniobras conjuntas junto a otros submarinos de la misma clase. Antes de ordenar su primera inmersión, el comandante Martin Schelle mandó a varios de sus hombres cerrar y asegurar las escotillas. Dos obedecieron de inmediato, pero el tercero reaccionó de forma inesperada. Sin decir una sola palabra, se dirigió a la cubierta y se arrojó a las hélices. Murió descuartizado.

Sin tiempo para guardar el más mínimo luto, cuenta la leyenda que, inmediatamente después, se produjo la inmersión hasta los diez metros de profundidad. El submarino, sin embargo, se hundió de repente hasta el fondo. La tripulación entró en pánico al ver que la presión hizo crujir las paredes de la nave y el agua comenzó a filtrarse e inundar algunos pasillos. Habría estado 12 horas en las profundidades, mientras el oxígeno se agotaba. La tragedia parecía inevitable, pero, de repente, el sumergible comenzó a ascender. Salió a la superficie justo a tiempo para salvar de la asfixia a toda la tripulación, aunque dos miembros fallecieron, supuestamente, a causa de los daños sufridos en los pulmones.

Las autoridades militares ordenaron trasladar el submarino a los astilleros para su supervisión, pero no encontraron ninguna avería. A pesar los accidentes, la nave fue declarada apta para el servicio. Todo parecía recobrar la normalidad en torno a este submarino con fama de «maldito», hasta que se ordenó que fuera cargado de torpedos. La tranquilidad duró poco, porque el oficial y los ocho marineros encargados de transportar las bombas murieron cuando una de ellas explotó sin razón aparente.

Consejo de guerra

Tras este nuevo incidente, parte de la tripulación se negó a embarcar. Prefirieron enfrentarse a un consejo de guerra, alegando que el submarino estaba embrujado. Este fue enviado de nuevo a los astilleros para su reparación y durante el trayecto se produjo otro incidente que entra ya en el plano de lo paranormal. Uno de los marinos encargados del traslado aseguró, presa del pánico, haber visto a uno de sus compañeros muertos sobre la cubierta con los brazos cruzados. La nave entera sucumbió al miedo. Otro compañero aseguró después haber tenido la misma visión, antes de suicidarse también en extrañas circunstancias. Era tal el pavor que, cuando el UB-65 llegó al puerto de Brujas , los marinos prefirieron salir corriendo de la nave a pesar de los bombardeos aéreos. El comandante murió ametrallado al salir corriendo por la cubierta.

Con el paso del tiempo, muchos de estos sucesos fueron dados por ciertos, quizá por la confusión que hubo durante muchos años en entorno a su destrucción. La leyenda cuenta que, cuatro meses antes de que finalizara la Primera Guerra Mundial, el 10 de julio de 1918, el buque fue descubierto por el submarino estadounidense AL-2 en la costa occidental de Irlanda. Y que, cuando se disponía a torpedearlo, explotó misteriosamente con sus 37 tripulantes dentro sin que los norteamericanos llegasen a disparar.

Según los datos publicados por la web especializada en este modelo de submarinos, www.uboat.net , la causa que se registró poco después es que el UB-65 desapareció como consecuencia de la «explosión prematura de uno de sus torpedos». Una versión que podría coincidir con la leyenda, pero luego aclara que realmente estuvo en activo al menos hasta el 14 de julio, ya que en esa fecha hundió al velero portugués María José frente a la isla de Lundy. Y subraya a continuación: «Desaparecido a causa de un accidente (muerte marítima) cerca de Padstow (Cornualles, Inglaterra), el 14 de julio de 1918 o después. 37 muertos (todos perdidos)». Según el cuaderno de bitácora del submarino AL-2 americano, tras el impacto de uno de sus proyectiles observaron al UB-65 semihundido durante unos minutos. Y que después se produjo una fuerte explosión que lo arrastró hasta el fondo marino.

La historia de fantasmas

En 2004, el Channel 4 británico organizó una expedición submarina para identificar a un buque de la Primera Guerra Mundial hundido en aguas inglesas. El estudio realizado por el arqueólogo Innes McCartney y el historiador Axel Niestlé confirmó que se trataba del UB-65, pero no mostró indicios claros de que hubiera sido atacado. Con los datos recabados, otros expertos apoyaron la tesis de que el submarino se había hundido como consecuencia de un accidente. Por otra parte, los investigadores George Behe y Michael Goss aseguraron que la versión sobre el impacto de un torpedo enemigo fue inventada por el periodista Héctor Charles Bywater (1884-1940) bajo el seudónimo del Doctor Hecht.

En lo que respecta a la historia de los fantasmas tampoco hay, obviamente, un consenso. La versión más conocida de esta fábula de la Gran Guerra se publicó por primera vez en julio de 1962, en la revista «Blackwood’s». El responsable original es, supuestamente, G. A. Minto, un autor del que sabemos muy poco y que, según parece, empezó a escribir una vez jubilado tras una vida dedicada a la función pública. Otros achacan su autoría al escritor neoyorquino Charles Berlitz, fallecido en 2003, famoso por sus libros sobre fenómenos paranormales y de cuya obra «El triángulo de las Bermudas» se vendieron cerca de veinte millones de ejemplares.

El hecho de que su primer y único comandante fuera Martin Schelle, un oficial de 29 años de edad, demuestra que este no murió en la pasarela del submarino huyendo de la maldición, sino junto con los otros 36 tripulantes en el accidente del 10 de julio de 1918. Sin embargo, nunca llegó a esclarecerse del todo, alimentándose la leyenda. En los años 60 y 70, «El fantasma del UB-65» ya aparecía en numerosas antologías, tebeos y libros ilustrados para niños.

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