Memoria histórica en Madrid: Largo Caballero, el Lenin del PSOE que estrechó lazos con Stalin

El Ayuntamiento de Madrid ha aprobado el cambio de nombre de las calles dedicadas a Largo Caballero y a Indalecio Prieto, destacados líderes socialistas durante la Guera Civil

Manifestación del primero de mayo, con Pablo Iglesias (4º por la izquierda) en la cabecera, acompañado por Largo Caballero (2º opr la izquierda), bajo una pancarta con el lema "Viva Rusia" José Zegri
César Cervera

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Durante la Guerra Civil ambos bandos confraternizaron de forma despreocupada y hasta obscena con los más sangrientos regímenes totalitarios de Europa. Buen ejemplo de ello es la fértil sintonía entre Francisco Largo Caballero y el dictador Joseph Stalin , uno de los motivos que ha esgrimido el Ayuntamiento de Madrid para cambiar de nombre la calle en el distrito de Ciudad Lineal que recuerda la figura del presidente republicano, así como la dedicada a Indalecio Prieto, titular de las carteras ministeriales de Hacienda, Obras Públicas, Marina y Aire y Defensa Nacional durante la Segunda República.

Esta propuesta de Vox, amparada por la Ley de Memoria Histórica aprobada por Rodríguez Zapatero, fue aprobada este martes con los votos del PP y Ciudadanos.

¿Quién fue Largo Caballero?

Francisco Largo Caballero , destacado miembro de la escisión comunista del PSOE, ejerció de ministro de Trabajo tras la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931, cargo que mantuvo durante el gobierno del primer bienio presidido por Manuel Azaña. Para muchos sectores comunistas se mostró entonces demasiado moderado e incluso conservador, actuando en su ministerio como el «verdugo máximo de la revolución española».

Mítin sindical de Largo Caballero, en Cádiz.

Como San Pablo al caer del caballo, el socialista se convirtió de golpe en un revolucionario. Según él mismo confesó en el verano de 1933, su «giro bolchevique» se debió a los obstáculos parlamentarios que sufriendo sus reformas sociales, principalmente por parte de los terratenientes y algunos cargos republicanos. Estaba convencido que solo con medidas radicales se podía alcanzar una reforma social del país. En clave electoral, Largo Caballero temió que la radicalización de las masas proletarias y el desgaste del gobierno derivaran en un giro de los votantes socialistas hacia posturas más extremistas como la CNT y el PCE . Así lo expresó, sin disimulos ese mismo verano:

«Hoy estoy convencido de que realizar obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible; después de la República ya no puede venir más que nuestro régimen».

Según él mismo confesó en el verano de 1933, su «giro bolchevique» se debió a los obstáculos parlamentarios que sufriendo sus reformas sociales, principalmente por parte de los terratenientes y algunos cargos republicanos

Tras la caída del Gobierno Azaña, Caballero radicalizó su discurso en defensa de una dictadura del proletariado. Fue durante la campaña electoral de 1933 cuando en los mítines socialistas empezó a ser aclamado como el «Lenin español», un sobrenombre que el negaba pero hacía las delicias de los afiliados socialistas.

La derrota de la izquierda en 1934 le inclinó definitivamente por la opción insurreccional ante la previsible subida de la CEDA. Su radicalización le aproximó a los comunistas, junto a los cuales encendió en las sombras la mecha de Revolución de Octubre de 1934, si bien negó cualquier responsabilidad en aquellos hechos.

La necesidad de parlamentarismo

Con la victoria del Frente Popular en 1936, protagonizó un enfrentamiento público con el también socialista Indalecio Prieto. Cuando Prieto expuso al grupo parlamentario de su partido, presidido por Caballero, el ofrecimiento del presidente Manuel Azaña a la formación de un gobierno encabezado por un socialista, se encontró con el rechazo de sus compañeros de partido. Aparte de la mala relación personal que tenían los dos socialistas, el problema de fondo es que Prieto quería salvar la democracia republicana, mientras que Largo Caballero defendía más bien una dictadura .

El golpe de Estado de julio de 1936 sorprendió al socialista radical fuera de España. Rápidamente se desplazó a Madrid y exigió el reparto de armas entre los obreros y sindicalistas. Él mismo visitó el frente madrileño vestido de miliciano y armado con un fusil. Las primeras derrotas y el caos de la retaguardia republicana llevaron a la formación de un Gobierno en el que Largo Caballero, en nombre de la UGT, asumió la presidencia y el Ministerio de la Guerra. Con el envío a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) del oro del Banco de España se aseguró el apoyo de Stalin y una línea de comunicación directa con el Kremlin.

Francisco Largo Caballero, en su juventud

En diciembre de 1936, Stalin, Molotov y Voroshilov enviaron una serie de cartas a Largo Caballero tratando de dictar la política que debían seguir los republicanos de puertas para dentro:

«La revolución española traza su propio camino, distinto en muchos aspectos del seguido por Rusia. Esto obedece no solo a las distintas condiciones sociales, históricas y geográficas, y a las necesidades de la situación internacional... Es muy posible que la vía parlamentaria resulte ser un medio más eficaz de desarrollo revolucionario que en Rusia… No se debe rechazar a los dirigentes republicanos sino que, por el contrario, hay que atraerlos y acercarlos más al gobierno. Sobre todo, es necesario asegurar el apoyo de Azaña y su grupo al gobierno y hacer todo lo posible por vencer sus vacilaciones. Esto es necesario para evitar que los enemigos de España la consideren una República comunista e impedir así su intervención abierta, que constituye el mayor peligro para la España Republicana»

Stalin, ¿el demócrata?

En resumen, Stalin pedía a Largo Caballero que mantuviera la «vía parlamentaria» y el apoyo del resto de grupos republicanos para que, al menos en apariencia, el país no pareciera encaminada hacia una república comunista, lo que podía acabar forzando a naciones no fascistas, como Inglaterra o Francia, a intervenir en la Guerra Civil con tal de evitar un satélite comunista en Europa Occidental. El 12 de enero de 1937 Largo Caballero contestó por carta a Stalin, uno de los bolcheviques que disolvieron la Asamblea Constituyente rusa y que estaba a punto de hacer una nueva purga en su partido, el porqué carecía de sentido apostar por más democracia, aunque fuera de fachada, en ese momento del conflicto:

«Tiene razón al señalar que existen diferencias apreciables entre el desarrollo de la Revolución rusa y la nuestra. De hecho, como ustedes mismos indican, las circunstancias son diferentes… Pero en respuesta a su alusión [al método parlamentario] conviene puntualizar que, independientemente de la suerte que reserve el futuro a la institución parlamentaria, entre nosotros, incluso entre los republicanos, no tiene partidarios entusiastas… Estoy absolutamente de acuerdo con Vds. en lo que dicen respecto a los partidos políticos republicanos. Siempre hemos procurado atraerles a las tareas de gobierno y de la lucha… Lo que ocurre es que ellos mismos apenas hacen nada para afirmar su propia personalidad política».

Durante el resto de la guerra llevó una vida retirada en Madrid, Valencia y Barcelona, solo interrumpida por varios choques con las nuevas autoridades republicanas.

La huida de las autoridades republicanas a Valencia, cuando parecía inevitable la caída de Madrid, y la pérdida de Málaga en febrero de 1937 llevaron a grandes sectores republicanos y a los agentes soviéticos a dar la espalda al presidente. Desencantado con los comunistas, Largo Caballero presentó el 13 de mayo de 1937 su dimisión a Azaña.

Durante el resto de la guerra llevó una vida retirada en Madrid, Valencia y Barcelona, solo interrumpida por varios choques con las nuevas autoridades republicanas. Pasó los últimos meses de la guerra en Barcelona, sin dejar de mostrar su descontento hacia el gobierno de Negrín.

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