La estricta dieta 'vegetariana' de Leonardo da Vinci

Se cree que se alimentaba, sobre todo, de legumbres, frutas, verduras, cereales y frutos secos, aunque su lista incluía anguilas, frutas más exóticas y otros pescados

Autoretrato de Leonardo con una recreación 3-D
César Cervera

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El pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista Leonardo da Vinci murió hace cinco siglos en el castillo francés de Clos Lucé, en la zona del Loira . Rodeado de una luz similar a la de su querida Toscana, el genio italiano trabajó y se apagó en este castillo el 2 de mayo de 1519 tras vivir tres años allí protegido por Francisco I, un monarca que se reveló su mejor mecenas y que ni siquiera le encomendó obra o tarea alguna. Simplemente pidió al florentino que disfrutara del lugar e hiciera lo que mejor sabía: crear y descubrir. Un túnel de 500 metros entre el castillo Real de Amboise y el de Clos Lucé permitía que Rey y artista se vieran a diario.

En el ocaso de su vida, cuando sobrepasaba los sesenta años , Da Vinci se dedicó a dibujar los movimientos de las tormentas, diseñar efectos especiales para las fiestas del rey y dar pinceladas a su célebre y enigmática Gioconda . A pesar de que se pasó la vida dibujando pequeños croquis e ilustraciones, lo cierto es que solo produjo una veintena de pinturas completas en toda su vida, algunas de las cuales se cuestiona aún su autoría. No ocurre así con la Gioconda por sorprenderle la parca prácticamente con las manos en el pincel. Hasta su último día sobre la faz de la tierra continuó retocando este cuadro, entre la infinidad de tareas y proyectos que tenía siempre a medio hacer.

A la muerte del pintor, Francisco I se quedó en propiedad la obra, ya fuera porque la hubiera comprado previamente o porque así la apalabró. Lo confirma el pintor y biógrafo Giorgio Vasari en un documento escrito en 1550: «Hizo para Francesco del Giocondo [mercader de textiles y seda] el retrato de su mujer Mona Lisa y, a pesar de dedicarle los esfuerzos de cuatro años, lo dejó inacabado. Esta obra la tiene hoy el Francisco de Francia en Fontainebleau».

La fascinación por la naturaleza

Pero más allá de su cuadro más conocido, la gran obsesión que a nivel personal acompañó al florentino hasta su final fue su estricta dieta vegetariana y su amor por la naturaleza. Tras pasar su infancia en la Toscana rural , Da Vinci se acostumbró a vivir siempre al aire libre, rodeado de naturaleza y observando sus mecanismos para aplicarlos en sus inventos o reflejarlos en sus obras de arte. El mundo natural le maravillaba y sus diarios indican que tenía un interés especial por las propiedades del agua y el aire, así como en los movimientos de las aves de presa. Se considera, tradicionalmente, que su primer recuerdo registrado fue el de un sueño en el que un ave aterrizó en su rostro y empujó las plumas de la cola entre sus labios. Durante su vida cuidó de diversas aves y se dedicó a comprar las enjauladas para liberarla .

La última cena, su mejor obra.

Su amor por la naturaleza le hizo abrazar una estricta dieta vegetariana en buena parte de su vida. Se cree que se alimentaba sobre todo de legumbres, frutas, verduras, cereales y frutos secos, aunque su lista incluía anguilas, frutas más exóticas y otros pescados, pero siempre buscando una dieta que él calificaba de «simple», pero en su momento resulta extrema: «¿Acaso no produce la naturaleza suficientes alimentos simples para saciarte [en referencia al hombre]? Y, si no te contentas con los simples, ¿no puedes combinarlos para formar infinidad de compuestos?».

La justificación teórica para evitar la carne, que sí compraba para sus criados según se revela de sus «listas de la compra», se basaba en una ética basada en la ciencia. Como explica Walter Isaacson en su libro ‘Leonardo da Vinci: La biografía’ , editada en España por Debate, Leonardo percibió que los animales, a diferencia de las plantas, sí sentían dolor porque «tenían la capacidad de mover el cuerpo». «La naturaleza ha hecho sensibles al dolor a los organismos vivos que tienen la facultad de moverse, para preservar las partes que pudieran destruirse por el movimiento. Para las plantas, el dolor no resulta algo necesario».

Todo ello derivaba de su enorme sensibilidad al dolor ajeno. Sus amigos bromeaban que Leonardo «era incapaz de matar a una pulga» e incluso « prefería vestirse de lino para no llevar encima restos de muertos ».

«¿Por qué no ayudas a los otros animales, salvo para que puedan darte a sus crías en beneficio de tu glotonería?»

La obra del florentino está repleta de más argumentos que, en sentido anacrónico, podrían interpretarse como ecologistas . En un género literario que cultivó con gusto, textos aleccionadores con pequeños acertijos y «profecías» a modo de juego de palabras , Leonardo reflejó en muchas ocasiones su amor por los animales y la naturaleza: «A infinidad de seres les serán arrebatadas sus crías, a las que cortarán sus gargantas y descuartizarán de forma salvaje», en referencia a las ovejas y vacas que comen los seres humanos». Además, los cuadernos literarios de Leonardo incluyen pasajes directamente críticos con el hábito de comer carne: «Si eres, como has escrito, el de los animales [...] ¿por qué no ayudas a los otros animales, salvo para que puedan darte a sus crías en beneficio de tu glotonería?».

Un guiño vegetariano en su obra cumbre

En una de sus pinturas más célebres, «La última cena», Leonardo también reflejó aquel gusto por la verdura y la fruta entre los platos que se despliegan entre los apóstoles. En un número de 2008 de ‘La revista Gastronómica’, el historiador John Varriano analizó la comida sobre la mesa de la obra y descubrió que muchos platos tradicionales de carne que se suelen representar en este pasaje del Nuevo Testamento son sustituidos, bajo el pincel de Da Vinci, por alimentos como «anguilas adornadas con naranjas», que ocupan el lugar del tradicional cordero, tan habitual en todos los países del Mediterráneo.

Junto al pan y el vino encima de la mesa habitual, se puede encontrar un plato lleno de peces enteros que se ven con bastante claridad, mientras que los platos de la parte derecha aparecen ciertamente difuminados, excepto uno, en el que se identifica la anguila asada decorada con unas delicadas rodajas de naranja.

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