La amenaza de la viruela: ¿podría Rusia usar el arma biológica más terrible de la historia en Ucrania?

El Gobierno de Moscú siguió trabajando con la viruela del mono para «crear futuras armas biológicas» tras la desmembración de la URSS y algunos expertos creen que «el programa no se ha desmantelado por completo»

Israel Viana

Esta semana les contábamos el brote de viruela del mono que cogió por sorpresa a Estados Unidos hace veinte años , sembrando la preocupación en Europa de que aquel brote cruzara el Atlántico. En aquel momento no ocurrió, como sí ha sucedido en la actualidad. El Ministerio de Sanidad español informó este jueves de que hay 84 casos confirmados de esta rara y contagiosa enfermedad en todo el país, mientras que en el viejo continente se han quintuplicado los afectados en una semana .

Lo que más llamaba la atención de las noticias de 2003, sin embargo, eran las sospechas del Gobierno de Estados Unidos de que el brote hubiera sido obra del enemigo. ‘Alerta en Estados Unidos por una enfermedad vírica similar a la viruela’ , rezaba el titular de ABC el 10 de junio de aquel año. En la imagen, un perrito de la pradera, el animal que decían que era el portador de esta afección. Pero en su interior, el corresponsal en Washington, Pedro Rodríguez, apuntaba: «La alarma ha saltado a partir de una treintena de contagios humanos concentrados en Wisconsin, Illinois e Indiana, que inicialmente han alimentado los miedos a otra edición ‘corregida y aumentada’ del 11-S en forma de una apocalíptica ofensiva de bio-terrorismo».

¿Podría haberse perpetrado un ataque con una enfermedad como la viruela? El mismo Gobierno de Estados Unidos apuntaba a que sí: «La Administración de George W. Bush ha advertido que Irak y grupos terroristas pueden haber obtenido dosis de este virus tras el caótico final de la Unión Soviética. Hasta el punto de que antes de la intervención contra el régimen de Sadam Husein, la Casa Blanca se ha pronunciado a favor de vacunar a los profesionales sanitarios norteamericanos», podía leerse en la noticia.

De hecho, la utilización de agentes biológicos en las guerras es una práctica muy antigua. Ya en la Edad Media, durante el sitio de Caffa –la actual Feodosia, ubicada en la República de Crimea–, el Ejército tártaro lanzó cadáveres infectados con la peste al interior de la ciudad. En el caso de la viruela, fue utilizada como arma, por ejemplo, por las tropas inglesas en su conflicto contra los franceses y los amerindios entre 1754 y 1767, provocando una epidemia entre las tribus indias del valle del río Ohio.

Atentados del 11-S

El descubrimiento de la vacuna por Edward Jenner y su rápida difusión por el mundo hizo que la viruela dejase de tener interés como arma biológica. Sin embargo, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center de Nueva York , el bioterrorismo cobró de nuevo interés, tal y como demostraba la preocupación de Bush durante el brote de viruela del mono de 2003. El asunto ocupó las portadas de los principales periódicos del mundo, sembrando la duda entre los ciudadanos de si sus Gobiernos estaban preparados para hacer frente a un ataque de este tipo.

Es como si no les hubiera dado tiempo a aprender o fuera muy difícil, porque estos atentados ya eran comunes mucho antes de la destrucción de las Torres Gemelas y antes, incluso, de la Segunda Guerra Mundial. El director del programa de armas biológicas de la antigua Unión Soviética, Kenneth Abilek , reveló que su Gobierno, en 1980, se había embarcado en un exitoso programa de fabricación de grandes cantidades del virus de la viruela para usarlo en bombas y misiles intercontinentales. De hecho, reconoció que Rusia lo mantiene activo y produce cepas más virulentas y contagiosas.

En este sentido, esta semana se ha leído algún titular como ‘Ucrania: ¿La viruela podría ser el botón nuclear que apriete Putin?’ . Además, según apunta Juan Jesús Gestal, miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia, en su artículo ‘La viruela como arma biológica’ :

«Puesto que el soporte financiero para los laboratorios ha disminuido bruscamente en estos últimos años, ha aumentado la preocupación de que los conocimientos puedan haber caído en manos no rusas. En la actualidad, solo dos centros colaboradores de la OMS poseen el virus: el Center for Disease Control de Atlanta (Estados Unidos) y el Instituto de Investigación Vektor en Novosibirsk, cerca de Kazajistán, a 6.400 kilómetros de Moscú. Existe el temor de que a pesar de las barreras físicas y los controles establecidos en Novosibirsk, algún trabajador se hubiese dejado sobornar dado su bajísimo salario (55 euros al mes), y que el virus de la viruela hubiese podido pasar a manos de terroristas o de países que los apoyan».

«Crimen internacional»

El académico explica que la reintroducción voluntaria de la viruela podría provocar un «crimen internacional de proporciones impredecibles». No hay que olvidar que, en el pasado, algunos de sus brotes mataron al 80% de los contagiados y que, durante el Siglo XX, acabó con la vida de más de 300 millones de personas. «Pues bien, su potencial devastador es actualmente mucho mayor que antes de su erradicación, ya que la mayoría de la población carece de inmunidad al haberse interrumpido la vacunación en muchos países hace más de 25 años. En una población susceptible y móvil, la viruela puede extenderse muy rápidamente a través del país y del mundo», añade.

Aunque no fuera de forma voluntaria, algunos historiadores de la medicina creen que la diseminación de este virus entre las poblaciones azteca e inca fue un factor decisivo para facilitar la derrota de estos por parte de los conquistadores españoles. Gracias a la epidemia de viruela entre los soldados del Imperio Inca, Francisco Pizarro, fue capaz de derrotar al Ejército de 80.000 soldados de Atahualpa con unos pocos hombres. No fue hasta el mencionado enfrentamiento entre los británicos y los indios, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando esta enfermedad contagiosa se utilizó como arma biológica por primera vez en la historia.

Fue el general Jeffrey Amherst quien ordenó la entrega de mantas que habían sido utilizadas por enfermos de viruela entre nativos norteamericanos que militaban con los franceses. Esta medida acabó con la vida del 50% de las tribus afectadas. Por su parte, el coronel Henry Bouquet se hizo famoso en el Fuerte Pitt por conseguir diezmara la población indígena del lugar, que tenían una nula resistencia a esta nueva enfermedad. De hecho, murió el 95% de la población.

Existen también numerosos relatos más de europeos que contagiaron conscientemente de viruela a los indios de Norteamérica durante ese siglo y el siguiente. Entre 1861 y 1865, durante la Guerra Civil norteamericana, los médicos del Ejército Sudista intentaron contaminar los uniformes del Ejército de la Unión con fiebre amarilla y, de nuevo, con viruela, pero no tuvieron éxito.

Viruela del mono

También pensaron en ello durante la Segunda Guerra Civil y la Guerra Fría. En la década de 1940, Estados Unidos y Gran Bretaña pusieron en marcha programas de producción y experimentación con varias enfermedades infecciosas, entre ellas, la viruela, pero nunca llegaron a utilizarla contras las potencias del Eje durante el conflicto. A pesar de ello, los primeros aumentaron su producción durante la Guerra Fría. Tenían, incluso, un programa en el War Research Center en el que siguieron investigando sobre este arma biológica hasta el año 1971.

La URSS estudió la posibilidad de utilizar nada menos que la viruela del mono como arma biológica hasta, al menos, principios de los años 90 del siglo pasado. Tal y como apuntaba el ‘Mirror’ esta semana, esta revelación procedía del coronel Kanat Alibek, subjefe del programa de armas biológicas de la Unión Soviética hasta su desmembración en 1991, quien afirmó recientemente que el gigante comunista tenía un programa para determinar qué virus podrían convertirse en potenciales armas contra el enemigo occidental.

«Desarrollamos un programa especial para determinar qué virus podrían usarse en lugar de la viruela humana. Probamos el virus vaccinia, el virus de la viruela del ratón, el virus de la viruela del conejo y el virus de la viruela del mono como modelos para la viruela [...]. La idea era que todo el trabajo de investigación y desarrollo se realizaría utilizando estos modelos de virus. Una vez obtuviéramos resultados positivos, nos llevaría solo dos semanas realizar las mismas manipulaciones con el virus de la viruela y almacenar el agente. Tendríamos en nuestro arsenal un virus de la viruela alterado genéticamente que podría sustituir al anterior», explicó.

La sombra de Putin

Según añadió Alibek en otra entrevista de 1998, el Ministerio de Defensa ruso decidió seguir trabajando con la viruela del mono para «crear futuras armas biológicas». Poco antes fue llevado al Congreso de los Estados Unidos, donde aseguró estar «convencido de que el programa de armas biológicas de Rusia no se ha desmantelado por completo».

En la actualidad, tal y como indicaba el coronel retirado Luis Martín Otero en la cadena Ser hace un mes, estamos pensando en Putin y sus amenazas nucleares desde que comenzó la guerra de Ucrania, pero nos equivocamos. «El miedo que tenemos es que los rusos, como tienen la cepa de la viruela, puedan desarrollar una variante y la puedan utilizar. Ahora mismo la amenaza que tenemos no es que apriete el botón nuclear, que es más bien para disuadir. Mi miedo está en que apriete el botón biológico o químico», aseguraba el experto en amenazas biológicas.

Martín Otero apuntaba que un ataque con un agente biológico tipo viruela contra el ser humano provocaría una devastación similar a la de una bomba nuclear, y encima a un coste mucho menor que esta. Esa es la razón de que sea conocida como el arma nuclear de los países pobres.

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