Rosalía hace la gira del bulo

Resulta que iba a actuar en la Super Bowl, según un rumor que corrió enseguida por todos los medios

Rosalía

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Lunes

A Maria Sharapova le ha puesto el novio un anillo de compromiso cuyo diamante vale 400.000 euros. La tasación la han hecho los que saben, a la vista del joyón, que la chavala enseñó en Instagram. Parece clamoroso que el lujo que no se exhibe es menos lujo. Clamoroso y hasta un poco hortera. Todo esto viene porque Sharapova se va a casar, con lo que el anillo incluye esposo, o al revés, un esposo en vísperas que se llama Alexander Gilkes, empresario británico que alterna directamente con el Príncipe Guillermo y Kate Middleton. Con todo, yo veo la noticia en el regreso a las fotos de Sharapova, que fue la punta rusa, dorada y primera de un ramo de tenistas que triunfaron como topmodels de la raqueta, como las ninfas más visitadas de internet, zona maravillas. Ha gustado incluso a los que no les gusta el tenis. En muchas hemerotecas la presentan como tenista, y como modelo, porque parece modelo, en efecto, y porque además lo es, y no sólo de marcas deportivas. El tenis, durante un tiempo, fue Sharapova y sus hermanas de minifalda, desde Ana Ivanovic a Daniela Hantuchova. Maria salía a la cancha con desaliño de huérfana, por evitar adornos de mayor o menor erotismo a su clara hermosura, y no distraer del tenis. Hasta se comía los plátanos a pellizcos. Sharapova mejoró estruendosamente a Anna Kournikova. Mola a los de su oficio, porque una guapa campeona, como ella, es algo más que el éxito, y mola mucho a los de la publicidad, que han visto en ella a la chica chollo que lo mismo vende un sostén que unas vitaminas. Fue un cruce de lolita de raqueta y patinadora del verano. Yo la he visto de cerca, e impone, por alta y afinada. Tuvo un par de novios del deporte, así que sepamos, Sasha Vujavic y Grigor Dimitrov, pero siempre prefirió no prosperar de famosa acompañada. Hasta ahora. Su regreso al panorama, con diamante de enamorada, es la vuelta de la que se va enseguida, y con muchas prisas, porque hay que ir preparando el bodón desmedido. Casi se nos acaba de presentar como una señora de cóctel la que fue un arcángel que sudaba, y el mejor gemido de Wimbledon.

Martes

El inolvidable David Gistau lo escribió con naturalidad envenenada: «Voy a mirar la agenda a ver si este año me toca casarme o divorciarme».

Miércoles

Cuando casi estábamos esperando la noticia de que Íker Casillas y Sara Carbonero se separan, resulta que quienes de verdad se separan son Anne Igartiburu y Pablo Heras-Casado. Anne es una valquiria de Vizcaya con la que siempre quedamos en Nochevieja, para las campanadas. Y luego ella se va a sus cosas, silenciosa de ojos claros.

Jueves

Kiko Rivera

Vivo entre aburrido y aburridísimo de Kiko Rivera , al que no sigo, pero da igual, porque él nos sigue a todos, desde el internet que propaga la corrala de la tele. Kiko es otra manera de ser Isabel Pantoja. Voy a acabar echando de menos aquellos dorados tiempos en los que era Paquirrín, un crío reñido a muerte con la elegancia, un sexador de gogós de barrio, y un zagalón de «Torrente» que Santiago Segura se encontraba ya hecho, en la calle, y con deneí.

Viernes

Resulta que Rosalía iba a actuar en la Super Bowl, según un rumor que corrió enseguida por todos los medios. Así triunfó en condiciones una fake news, que es un embuste de muchos decibelios, por decirlo a lo cervantino. Pero Rosalía ha cumplido, con la falsa primicia, la gira planetaria del bulo, que consiste en ir a la Super Bowl sin ir. Ha estado ahí, entre Shakira y Jennifer Lopez, pero sin moverse Rosalía de su casa. Iba a ser la primera española que actuaba en la Super Bowl, y es la primer española que no actuará en la Super Bowl. Viene a dar lo mismo, porque hay noticia, pero no hay concierto. Rosalía suele estar ahí en medio, como noticia en sí misma, pero ahora más. Tiene la electricidad de una folclórica, y los misterios de una flamenca. Es una Madonna con volantes, una Rihanna del quejío, una Beyoncé catalana, y en zapatillas. Da conciertos populosos, y reúne en su público a duquesas con Belén Esteban, o Pedro Almodóvar. Lo suyo es una coreografía con alma, un desmadre con rumba, el espíritu en chándal. Le dio una bendición Pedro Almodóvar, pero ella ya venía muy aupada desde «Malamente», su hit primero, y último. Si lo canta en directo se incendia el sitio. Ha rescatado el barroquismo de lo hortera y la lujuria del polígono. Ha vuelto de la Super Bowl sin haber ido.

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