Óscar Casas: «Soy un romántico, me gusta el amor»

El actor, que está rodando ‘Últimas voluntades’, deja a un lado las relaciones para centrarse en el trabajo

Bonitas palabras de Begoña Vargas a su ex Óscar Casas

Óscar Casas

Antonio Albert

Tras su ruptura con la bailarina y actriz Begoña Vargas , con quien mantuvo una relación de casi dos años (el romance alcanzó su culmen con la publicación de un vídeo de la pareja bailando en Mallorca que superó los 10 millones de visualizaciones), Óscar Casas puso un océano de por medio para dedicarse tiempo a sí mismo y para descubrir una nueva pasión, el boxeo. Amante del surf, un deporte que le permite experimentar «la libertad absoluta», en su estancia en Nueva York entendió que la lucha tiene algo que entronca con la experiencia actoral: «El contacto, la fusión con el otro». Para Óscar, el boxeo «tiene unos valores preciosos y tiene ese contacto físico que te obliga a estar conectado con la otra persona al 100%. Exige una gran concentración para esquivar los golpes y para planificar los tuyos». En su momento, a Javier Bardem también le sirvió. Y le valió una nariz rota que es un icono del cine español.

En una visita a ‘El hormiguero’, Mario Casas le ‘acusó’ de entrar en su habitación, escarbar en su armario y quitarle ropa. Óscar aprovecha esta entrevista para ‘denunciar’ que las tornas han cambiado: «Ya le he pillado varias veces con prendas mías, así que no sé si podemos decir que estamos en paz, pero lo cierto es que Mario me quita más ropa de la que yo le quitaba a él». Fuera bromas, la relación entre los hermanos no puede ser mejor: «Es mi cómplice, mi amigo, mi consejero». Tener un hermano mayor que es toda una estrella podría ser un problema, podría eclipsar su carrera. Pero Mario ha sido generoso y ha entendido que la trayectoria de Óscar debe ir en paralelo a la suya, nunca a su sombra: «Me ha ayudado siempre para evitar cometer cualquier error que ya cometiera él en su momento y del que ha sacado una lección. Cuando me llega cualquier proyecto, lo comentamos en casa». Eso sí, a la hora de elegir un papel, prefiere que sea un reto : «En ‘Últimas voluntades’, la película que estoy rodando, soy Andrés, alguien totalmente ajeno a mí, es un personaje muy diferente a lo que hecho hasta ahora, lo que me permite mostrar otras caras de mí a los espectadores».

Hasta ahora, Óscar creía tener un ‘toc’ que le obligaba a tocar las cosas tres veces: «He descubierto que es algo más complicado. Tampoco es una superstición porque no se trata de un miedo, es algo más profundo que está relacionado con la numerología. Creo profundamente en ella porque el universo se explica con números. He conectado con ese tema y estoy fascinado con el 3, es un número precioso». Entre esta nueva pasión y el trabajo, a Óscar no le da la vida para las relaciones: «Yo soy de entregarme, de dedicar tiempo a la otra persona, y ahora mismo no tengo un minuto para nadie». Esa forma de vivir una relación es digna de un romántico: «Pues sí, soy un romántico , el amor me gusta».

El niño más feo del mundo

Es difícil imaginar que Óscar, con su sonrisa encantadora y sus abdominales marcados, fuera un niño feo. Pero lo fue. Y mucho. Claro que para serlo tuvo que hacer muchos esfuerzos: más de cuatro horas de maquillaje diarios fueron necesarios para que J.J. Bayona le convirtiera en un pequeño monstruo en la película ‘El orfanato’ (y otras dos horas para volver a dejarle como estaba). Aquí tienen la prueba gráfica. Óscar sabe que es el único trabajo por el que nadie le ha podido reconocer: «Era una paliza. Y encima yo era un crío que no paraba, así que fue complicado. Aunque para mí era un juego. A los otros niños les daba tanto miedo que salían corriendo. ‘¡Que soy Óscar!’, les gritaba para que no huyeran. Ahora, con el tiempo, veo que me sirvió para entender el sacrificio que hay que hacer para un papel, porque además de las horas de caracterización, debajo de esa máscara yo sudaba como un animal, era pleno verano, y era muy incómodo, muy desagradable esa sensación de tener la cara encharcada y pegada a esa careta». Ese niño tan feo se lo pasó bomba: «Yo tenía mucha, mucha energía, aunque en eso tampoco es que haya cambiado mucho, la verdad. Pero sí es cierto de que el set de rodaje era el único lugar donde yo me centraba y dejaba a mi madre en paz». Para el Óscar adulto, el cine ya no es un juego: «Es importante la presión que te pones a tí mismo, además de la dificultad de entrar y salir del personaje todo el rato, que es un trabajo mental agotador». Lo que tiene claro es que si el personaje exige estar guapo, que le saquen lo más guapo posible. Y si tiene que volver a salir feo, no hay problema: a Charlize Theron le dieron un Oscar por eso.

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