Diana de Gales resucita todos los veranos

En este agosto, la resurrección ocurre porque ya se prepara una temporada de rodaje de ‘The Crown’, en Sevilla, y porque se estrena en el Festival de Venecia la película ‘Spencer’, con Kristen Stewart haciendo de la madre de Guillermo y Harry

Diana de Gales
Ángel Antonio Herrera

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Lunes

Cada verano resucita Diana, porque venden un nuevo libro de embustes, o bien porque resulta directamente un tema infalible, morboso, y de buen cromo. En este agosto, la resurrección ocurre porque ya se prepara una temporada de rodaje de ‘The Crown’, en Sevilla, donde Diana será protagonista, y porque se estrena en el Festival de Venecia la película ‘Spencer’, con Kristen Stewart haciendo de Diana, y porque venimos de cumplir cuarenta años de aquel matrimonio con el príncipe Carlos. Toda noticia póstuma, en Lady Di , no es otra que su resurrección renovada. Hemos atravesado más de dos décadas sin Diana, y en ese tiempo hemos asistido a tantas novedades que casi no recordamos novedad alguna. Documentales ha habido, libros, entrevistas, reportajes. De todo. Hasta confesiones, televisivas, o no, de algún policía, o varios, venidos de las sombras, que daban alguna versión distinta de su muerte, con más imaginación que datos. Hasta los propios hijos le completaban a ratos la biografía a Diana. Hay siempre un documental pendiente sobre la princesa, con más morbo que investigación. Su muerte fue un accidente de mucho Mercedes y poco chófer, porque el chófer iba bebido. Tuvo en Londres un funeral party, que no lo mejoró ni Michael Jackson. Más de un millón de peatones se agolparon en la calle, a ver el cortejo. En la ceremonia propiamente dicha vimos una copa de amigos de luto, desde Tom Cruise hasta Margaret Thatcher, o Karl Lagerfeld, o Steven Spielberg, más la familia propiamente dicha, con la corbata anudada como un susto. Empezaba ahí la muerte de una princesa que no se muere nunca, porque era joven, trágica y más bien mona. Estamos, cada verano, ante una musa tristona de demasiadas biografías más bien alegres. Diana de Gales murió para quedar más viva que nunca, porque se ha convertido en una camiseta pop. Y en la nueva serie que le hacen a cada rato sobre lo mismo.

Martes

Omar Montes es un chavea que le vacila a las presentadoras de la televisión, cuando va de entrevista, y que entre vacile y vacile va y saca una canción, un show, algo. Presume de ganar una billetería, y vive contento como un nuevo rico, que es lo que es, entre otras cosas. Se promociona con alegría, y enseguida enreda a gentes diversas y de tirón, para sus cosas. La última, Victoria Federica , a la que saca de pareja de baile en TikTok siempre que puede.

Miércoles

Concha Velasco dijo en una entrevista que había vendido un vajilla para comprar medicinas, y tronó el día. La adornaron de indigente, o casi, en algunos medios. La frase es una alegría de Concha, que vive en actriz, y la indigencia es una alegría de la imaginación de los que hablan sin saber. No tiene Concha Velasco la tesorería de sus años mejores, pero vive sin susto. Y sin deber ni un céntimo a Hacienda.

Jueves

Me aburre infinitamente la chica Dulceida , y otras Dulceidas de la pose. Ni les pillo la gracia ni distingo a unas de otras.

Viernes

Julio Iglesias GTRES

«Estoy como se suele estar a la edad que tengo», ha escrito Julio Iglesias en las redes sociales. Y la edad son 78 palos de ajetreo que va a cumplir el mes que viene. Ha escrito eso porque cundió por ahí que iba e ntre mal y muy mal de salud . Estos temas de salud floja, en Julio, son recurrentes, pero él no contestaba nunca. Hasta ahora. ¿Y cómo está Julio, entonces? Pues regular, que es como se suele estar, si ya te arrimas a los ochenta años. Él no lo ha dicho, pero así es. Vive retranqueado del escenario, y renquea como los jubilatas, pero ahí está, dando la guerra que puede. En los últimos conciertos se agotaban las entradas. Julio es un inmortal del karaoke, un Guinnes de superventas, un truhan de buen traje, y un calvo que se despeina mucho, sin perder nunca el perfil derecho, que es el que a él le gusta, para las fotos. El trabajo lo llevó siempre como un atleta. Las dos rutinas primeras de su vida han sido llamar a la compañía de discos, a ver cómo prosperaban las ventas, y hacer gimnasia, por sus dolencias antiquísimas de espalda. Aún la hace. Da igual que el día le pille en un hotel de gira, o en su casa de Punta Cana, que es una versión del paraíso terrenal, con piscina color cielo y palmeras de postal. Es un melódico de embelesar a señoras de lencería de oro, y tiene un mérito llevar siglos de aupado en el tajo, con poco rival, y sin relevo. Vivió un declive de clientela, hace años, pero remontó. Figura entre los más solicitados de los karaokes, que es para mí la credencial del éxito popular. Quien sale campeón allí ya ha logrado la inmortalidad. Es como si te sacan siempre de repertorio en las verbenas de los pueblos. Si nos asomamos a la hemeroteca de internet, deslumbran enseguida sus conquistas de retrato a toda página. Pero si a él le preguntas, va y se ríe soltando toda la dentadura comprada. No soy fan de Julio, pero le respeto. Hay en él un vividor de vocación y un artista de sastrería que se lo ha montado.

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