Obesidad infantil

«No existen niños con sobrepeso, sino familias obesas»

No existe gen de la obesidad, sino que la culpla la tiene el entorno familiar del menor, según los expertos consultados

Carlota Fominaya

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El último estudio PASOS publicado por la Fundación Gasol es uno más en la larga lista de avisos que nos indican que algo estamos haciendo muy mal cuando un tercio de niños en España tiene sobrepeso u obesidad, y más del 60% de los menores incumple las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre ejercicio físico, un hecho que se agrava en las niñas (70%). Para el nutricionista de la Federación Española de Fútbol , Antonio Escribano, lo primero que tiene que quedar claro es que «no existen niños obesos, sino familias obesas». ¿Qué quiere decir esto? Que no existe un gen de la obesidad. Puede haber cierta predisposición, se puede hacer un poco más cuesta arriba, o cuesta abajo, pero si ese camino no lo recorres, no habrá kilos de más. Si uno se cuida, no tiene por qué desarrollar obesidad. La genética predispone, pero no determina. Detrás de la obesidad está el comer mal como causa principal, incluso por delante del sedentarismo », remarca este experto.

«Educar no es sencillo»

«No hay un gen ni una causa biológica que justifique la obesidad infantil, –corrobora el psiquiatra y doctor en Medicina Javier Quintero–, y sí mucho que hacer en familia. Pero es verdad que educar no es sencillo y hacerlo bien, menos », reconoce. «La mayoría de las veces son los padres los primeros que tienen que “aprender a comer mejor” y tomar conciencia de cómo es su relación con la comida, para poder trasladar una alimentación saludable a sus hijos», apunta Natalia García, responsable del departamento de Psicología de PsiKids , quien aboga por que sean los progenitores los primeros en mejorar su forma de comer y servir de ejemplo : «si vamos con prisas y comemos cualquier cosa, eso es lo que aprenderán nuestros hijos. Hemos de tratar de seguir una forma más consciente al comer y al educar a nuestros hijos en su relación con la comida».

«¿Cuantas veces hemos tratado de “educar” a un niño ofreciéndole un dulce cuando hace bien las cosas? ¡Si te comes esto te doy un premio! Con eso lo que estamos haciendo es reforzar su circuito de recompensa, ya de por si activado cuando ingieren alimentos ricos en azucares o grasas , con lo que sin querer potenciamos el papel “adictivo” de ciertas propuestas. O les damos una piruleta cuando lloran y así, les enseñamos a manejar sus emociones con la comida», explica la experta de Psikids. Tampoco es una buena idea, prosigue García, prohibir ciertos alimentos. «Eso solo potenciará el deseo, con el riesgo de comerlos a escondidas o incluso de manera impulsiva», aclara. Enseñar a comer bien , insiste Beatriz Verdi, nutricionista de COCO Eating , « es parte de la educación y, por tanto, de la responsabilidad de los padres . En realidad se empieza desde bien pequeños, con las papillas y esos purés que incorporan de todo. Es curioso que al principio se tiende a hacerlo bastante bien, pero de repente pasamos de los purés de verduras y pollo, a la comida fácil, rápida y poco saludable. No nos podemos engañar, si a un niño le ofreces una manzana o una chocolatina, ¿qué va a elegir?», cuestiona.

Hábitos en familia

Las familias, coinciden todos, «d eben ser ejemplo para los más pequeños de la casa , en ellas se aprenden muchas cosas, también a tener hábitos de vida saludables». En casa todo empieza, tal y como recuerda Antonio Escribano, «con un buen desayuno, preferentemente en familia. No hace falta complicarse en exceso, una tostada de pan integral con un poco de aceite de oliva, una pieza de fruta y un vaso de leche (entera, preferiblemente) con cacao del bueno, si se quiere, es un desayuno fantástico, de “champion league”. Y no valen las quejas de que no se dispone de tiempo por las mañanas. ¿Cuántos minutos hacen falta para hacer unas tostadas? Podríamos adelantar el despertador 10 minutos, o dejarlo todo dispuesto la noche anterior», añade.

Otra clave está en introducir fruta y verduras a diario y hacerlo desde que son pequeños. «No hay secretos. Son la base de alimentación y deben ocupar la “pole position” en la dieta y en la compra familiar», insiste el nutricionista de la Federación. «Tampoco está justificada la respuesta de “es que mi hijo no le gusta” la verdura. La cuestión es que a los más pequeños de la casa hay que darles lo que necesitan y no siempre lo que quieren . ¿Y si no le gusta ir al colegio?, ¿tampoco va? ¿verdad que no? Cuanto antes empecemos, más sencillo de instaurar será el hábito», concluye Verdi.

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